La literatura, el cómic y el cine están plagados de ejemplos. Los supermillonarios como némesis, como malvados villanos que quieren transformar la Humanidad, aunque tengan que llevársela por delante en el camino. Gente excéntrica y brillante, que cree que el éxito da la razón y que no consienten que ningún obstáculo se oponga sus deseos. Las sociedades distópicas a menudo tienen a los supermillonarios y las grandes corporaciones regentadas por ellos al frente de los asuntos humanos, aplastando los derechos de una población que vive para trabajar.
Las últimas décadas están viendo un incremento de la concentración de la riqueza en manos de un selecto ramillete de multimillonarios sin precedentes en época moderna. La globalización, la desregulación fiscal y laboral, así como la aparición de nuevos sectores de negocio que han crecido vertiginosamente (en particular, el sector tecnológico) están propiciando que tanto el 1% como el 0,1% y especialmente el 0,01% de la población sean más y más ricos y se distancien más del común de los mortales. Y en ese escenario es donde los supermillonarios, con dinero que les sale por las orejas, buscan el siguiente escalón: trascender, ir más allá, dejar su sello indeleble en la Tierra y que se les recuerde por siempre jamás (la mayoría ya han dejado dicho sello, en términos de contaminar el planeta y deteriorar las condiciones laborales de millones de personas, pero quizás no se refieren a ese tipo de impronta). Sin perjuicio de que estén organizando siniestros planes secretos en un búnker de la Antártida para dominar el mundo, la moda oficial parece ser ahora participar en una carrera espacial privada que haga la competencia a la de las grandes agencias aeroespaciales de los Estados.
No es que la cosa por ahora haya llegado demasiado lejos, pero acaba de empezar. Y la cosa, desde la perspectiva supervillánica que adoptamos aquí, la verdad es que promete. Pocas epopeyas más perfectamente enraizadas en lo malvado y lo ridículo que la del dueño de Amazon, Jeff Bezos, subiendo en un gigantesco falo (los psicoanalistas no tienen nada que decir aquí... porque es evidente) para ascender unos cuantos kilómetros hasta llegar al espacio y descender para salir del falo exultante, con sombrero de cowboy, y proferir una frase que perfectamente podría haber firmado Lex Luthor: "Quiero agradecer a todos los empleados y clientes de Amazon porque habéis pagado todo esto". Bezos podría financiar una serie en Amazon Prime para narrar la epopeya de su vuelo de 11 minutos, y así cerrar el círculo.
Mientras los supermillonarios se gastan el dinero en ego, en España el equivalente a Jeff Bezos se destaca por otro tipo de realizaciones, no menos encuadrables en el marco de la villanía: las grabaciones, difundidas por el diario El Confidencial, de conversaciones del dueño de ACS y presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, han mostrado la opinión de Pérez sobre sus jugadores... que no es que haya sorprendido mucho, a decir verdad. En cambio, si nos fijamos en los términos en los que habla de ellos, sí que hay que decir que Pérez se ha desvelado como un verdadero artista en el arte de insultar, pleno de recursos lingüísticos y estilísticos para denostar a las estrellas del equipo de los que luego en público decía maravillas, aquí este tolili, el mejor delantero del mundo, mira este zoquete galáctico, este subnormal tiene un guante en su pierna izquierda, ...
El material de villanos supermillonarios de postín con que contamos en España tal vez resulte poco glamouroso, por cañí, pero piensen ustedes que eso no le ha impedido a Pérez montar auténticos espectáculos que harían las delicias de los Vengadores o James Bond, como provocar más de 500 terremotos en la costa mediterránea con sus prospecciones en el subsuelo y que el Estado le pague 1700 millones de euros como indemnización por no se sabe muy bien qué.
En todo caso, y como es sabido, donde hay supervillano ha de haber un héroe antagonista que se enfrente a él, y en España también vamos sobrados de eso. Podemos tirar del propio Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que ha organizado esta misma semana un viaje a Estados Unidos para no reunirse con el presidente Joe Biden. Sí, leen ustedes bien: para no reunirse. Como han aclarado desde La Moncloa, la reunión con Biden "ni siquiera se ha solicitado", como diciendo "es que no queremos, ni falta que hace reunirnos con ese señor, vamos a otro rollo". Es una mejora, en todo caso, respecto de la vez anterior, cuando Moncloa anunció una reunión bilateral por todo lo alto y la cosa quedó en un crusaíto en un pasillo.
Así pues, ya que Sánchez no va a Estados Unidos para reunirse con el presidente de ese país, ... ¿a qué va? Pues a reunirse con empresarios y fondos buitre para pedir inversiones y confianza en España. Muy superheroico no suena, pero piensen ustedes que el presidente ha aprovechado la oportunidad para salir en la tele hablando en inglés, más guapo que nunca, y el público estadounidense ha sentenciado: se parece a Superman como dos gotas de agua. Con Pedro Sánchez, parecer lo es todo, así que tendremos que darnos por satisfechos, aunque luego no haga nada de nada y sea un Superman que se reúna con Lex Luthor para reírle las gracias y no regular nada.