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LA OPINIÓN PUBLICADA / OPINIÓN

El brikindans de Colón y el crusaíto de Pedro Sánchez

Foto: A. MARTÍNEZ VÉLEZ/EP
19/06/2021 - 

En las últimas semanas ha sido habitual reivindicar el desempeño de Rodolfo Chiquilicuatre en aquella mítica gala de Eurovisión de 2008. "Baila el Chiki Chiki", el pegadizo tema que representó a España en el festival, fue visto en su momento como un estrepitoso ridículo, pero realmente ese balance fue muy injusto con la canción, sus intérpretes y el público que con ilusión apoyó una pieza tan singular: todos ellos tenían, explícitamente, el propósito de hacer el ridículo y divertirse en el proceso, así que: ¿cuál es el problema de cumplir dicho objetivo? Por otro lado, no es que las posteriores actuaciones de España en Eurovisión hayan mejorado los resultados de Chiquilicuatre (más bien al contrario), de manera que la conclusión es clara: si vas a hacer el ridículo, al menos asegúrate de que tu objetivo sea ese.

A más solemnidad y pretensiones, más ridículo si la cosa sale mal. Este cuento podrían aplicárselo los políticos españoles en esta última semana. Primero, los políticos de la derecha, en la infausta manifestación de Colón II que montaron el pasado domingo para protestar contra la prevista concesión de indultos a los políticos independentistas catalanes (no aprenden). Una manifestación desvaída y descafeinada en la que destacó el brikindans del líder del PP, Pablo Casado, yendo sin ir, en Colón pero lejos de Vox y los friquis de la ultraderecha española, disfrazados de toro o torero. Al menos, el Chiquilicuatre tenía claro que iba a Eurovisión a representar un papel; aquí, quién sabe.

Un espectáculo como el de la manifestación de Colón, tal y como salió la cosa, no juega a favor de los intereses de la derecha, que son presionar al gobierno, generar una mayoría social y volver a gobernar cuanto antes. No lo hace porque Colón sirve para movilizar a los más acérrimos, pero sólo a esos. Si Colón ha servido para algo es para constatar que la mayoría social española, si acaba apoyando a la derecha, no será por cosas como tensionar con Cataluña (eso, más bien, acabó conduciéndoles a la pérdida del poder en 2018 y a la derrota en 2019, tras Colón I).

Foto: PP

Es probable que haya en España una mayoría social favorable a los indultos, pues conforme pasan los años más y más claro queda que las penas son desmesuradas. Una mayoría, como le gustaban al general De Gaulle, silenciosa. O al menos, más silenciosa que los críticos con la medida, que no hacen más que expresar su oposición en redes, medios e instituciones mientras dicen que están censurados y coartados por la dictadura de la izquierda. Está claro que Pedro Sánchez apoya los indultos porque le conviene políticamente para seguir en el poder, pero puede que le salga hasta bien.

El domingo, en resumen, fue un día del que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, puede estar satisfecho. El segundo envite de las derechas en Colón fue un nuevo fiasco, como el primero. Además, ese mismo domingo Sánchez se libró de Susana Díaz, su archienemiga atávica (y, no lo olvidemos nunca, quien aupó a Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE en 2014 pensando que sería un monigote en sus manos), derrotada claramente por el alcalde de Sevilla y candidato sanchista, Juan Espadas, en las primarias socialistas para escoger al candidato a la Junta de Andalucía.

Todo le sonreía, en suma, al presidente del Gobierno cuando el lunes encaminó sus pasos hacia la cumbre de la OTAN, en la cual, según se había anunciado insistentemente desde la Moncloa, iba a tener lugar un encuentro bilateral entre Pedro Sánchez y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Un encuentro de singular importancia, una conjunción planetaria que plasmaría el peso específico de nuestro país, la Marca España, en el mundo.

Foto: Benoit Doppagne/BELGA/dpa

Y... helo aquí, el peso específico. Sánchez abordó a Biden en un pasillo durante menos de medio minuto, un crusaíto en toda regla en el que brillaba con luz propia la mirada perpleja del presidente de Estados Unidos, como diciendo: "¿Pero este señor quién es? ¿Qué hace el presidente de Guatemala en una cumbre de la OTAN?". He hecho más caso a la mayoría de los teleoperadores que me llaman para proponer que me cambie de compañía telefónica (al menos decir educadamente "gracias, no me interesa", que eso lleva su tiempo).

Este ridículo estrepitoso es imputable íntegramente al servicio de propaganda de Moncloa y sus absurdas ínfulas. Lo primero que ha de hacer un servicio de propaganda es no creerse su propia propaganda, que es lo que parece que pasó el lunes: estaba claro que, por la parte estadounidense, no había prevista una reunión, pero en Moncloa decidieron hacer creer a todo el mundo en España que así era, porque convenía -ellos pensaban- a su programación discursivo-mediática, con independencia de la realidad. Una tendencia cada vez más preocupante de un Gobierno tan pródigo en anunciar medidas como incompetente cuando llega la hora de aplicarlas.

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