La veterana estrella de acción presenta en el Festival de Cannes las primeras imágenes de Rambo V
VALÈNCIA. Sylvester Stallone (Nueva York, 1946) está en paro. Así lo ha confesado en la cita anual que congrega a más productores y directores de cine del mundo, frente a un auditorio copado por más de un millar de personas, periodistas en su mayoría, que ya están haciéndose eco de su desempleo. Quién necesita representante, cuando el altavoz del Festival de Cannes hace las veces de agencia de contratación.
La charla en público formaba parte de un homenaje al veterano actor, y se ha completado con la proyección de una versión restaurada de Acorralado (1982) y la presentación de un avance de Rambo V, en la que participará Paz Vega.
El veterano de Vietnam conforma junto a Rocky Balboa los dos pilares de la carrera de Sly, que ha justificado la larga vida de ambos personajes: “Si hay series que sigues durante años, temporada tras temporada, por qué no pueden tener varias entregas la películas: hay personajes que merecen más tiempo en pantalla”.
Su leyenda como actor podría haber constado de una tercera pata, la del teniente de policía Marion Cobretti, alias Cobra (George P. Cosmatos, 1986), pero el italoamericano ha compartido que su vida personal se cruzó en el camino del “brazo fuerte de la ley”: “Era como si Bruce Springsteen cargara con una pistola, una mezcla entre el rock y el drama. Debería haber dado lugar a otra franquicia, porque el protagonista era muy cool”, lamentó el intérprete, para añadir a continuación que están intentando darle continuidad a la trama en una serie.
Según la estrella del cine de acción, el secreto de su longeva trayectoria reside en la resiliencia: "La superación de la adversidad forma parte de la naturaleza humana. A lo largo de la historia hemos visto desaparecer civilizaciones enteras, pero nos hemos vuelto a reconstruir. De ahí que la resistencia haya sido un tema recurrente en mi carrera”.
La fórmula de su éxito se completa con la suerte. El estreno en 1976 de la primera entrega de Rocky (John G. Avildsen) se produjo durante la eclosión del nuevo cine estadounidense. El filme coincidió en cartelera con títulos de la oscuridad y el raigambre político de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) y Network, un mundo implacable (Sidney Lumet, 1976). “En aquel entonces, yo era muy ingenuo, así que hice una película de buenos sentimientos y coincidió con un momento en que la gente quería ver algo así para variar. Sobre el papel era un fracaso, porque estaba protagonizada por un actor desconocido y ambientada en el mundo del boxeo, que nunca había dado buenos resultados de taquilla. Lo que sucede es que no es en sí una película pugilística, el ring no es más que el oficio del protagonista. Rocky funcionó porque es una metáfora: la vida es una carrera y una pelea”.
Aquel esbozo rodado en 25 días, con un presupuesto de 1,5 millones de dólares se alzó con los premios a la mejor película y al mejor director.
"Tienes 100 ideas malas, pero llega un día en el que tienes una que te cambia la vida. Sólo hace falta una, creedme. Días antes del éxito de Rocky, estaba aparcando coches”, ha confiado al público.
Sus comienzos no fueron fáciles. Como consecuencia de una complicación durante el parto, en el que accidentalmente le seccionaron un nervio cerebral, parte de su rostro sufre una parálisis. “Empecé en publicidad, y en los anuncios me preguntaban qué idioma estaba hablando, porque no se me entendía. Me di cuenta de que el asunto era grave el día que Schwarzenegger me preguntó de dónde era mi acento. Precisamente él…”, ha bromeado sobre su contrincante en los ochenta y sin embargo, amigo, al que nunca ha abandonado su deje austríaco.
“Arnold y yo deberíamos montar una escuela de logopedia. Si nosotros hemos conseguido triunfar, todo el mundo puede hacerlo. Y no os preocupéis por los fracasos, te hacen más listo”, ha animado a la audiencia, que jaleaba cada uno de sus jocosos comentarios.
Vestido con camisa de leñador de cuadros azules, grises y blancos, en vaqueros y botas de cowboy, Sylvester parecía la imagen prototípica de la América profunda. Esa misma que coronó a sus dos principales alter egos como símbolos de patriotismo. La estrella ha renegado de esa etiqueta. "Soy apolítico. Y no creo que sea lo suficientemente inteligente. Sólo soy un narrador. Rambo nunca quiso ser una declaración política, pero cuando Reagan afirmo que había visto la película y que era un icono republicano… -al decirlo, Stallone ha agitado los brazos y se ha cubierto los ojos-. Tampoco Rocky, los boxeadores usan la bandera de su nación cuando ganan, pero no para dar a entender que su país es mejor que el del otro”.
Al rememorar su saga sobre el boxeador de Filadelfia, ha comentado que casi todos sus compañeros de rodaje han muerto, pero que todavía conserva las dos tortugas que le regalaba a su hijo en la ficción. En la actualidad tienen 55 años. "Son del tamaño de esta silla. Deberíamos rodar otro Rocky y meterlas en un acuario”.
También ha bromeado con una anécdota del rodaje de la cuarta secuela que en su momento fue un asunto serio. Al pedirle a Dolph Lundgren que no fingiera al golpearle, el sueco le arreó tal puñetazo que Sly acabó ingresado cuatro días en cuidados intensivos.
No hay planes de continuidad de la saga pugilística, aunque afirma que tiene una idea en mente, la de un boxeador que entra ilegalmente en EE.UU., es devuelto a su país de origen y debe luchar para regresar. La franquicia que sí cuenta con nuevo capítulo es Rambo. El estreno de su quinta entrega está previsto este otoño.
“El personaje original creado por el novelista David Morrell en su novela First Blood era un salvaje, mataba a mujeres y a niños. Pero yo no quise que mi personaje fuera un monstruo, y en su lugar lo presentamos como un militar con el corazón roto porque al volver a EE.UU. es rechazado por la madre patria”, ha explicado .
Ese alma atormentada de la que dotaron al soldado le procuro la empatía de los fans, que vista la expectación generada por la nueva entrega, parece que volverán a respaldarlo en la taquilla. Su protagonista adelanta que la nueva cinta gira en torno a una venganza, pero esta vez, en casa. "En cada una de las anteriores películas, Rambo lucha en la jungla o en Afganistán. En la nueva, regresa al hogar, pero con el pesar de no haber podido salvar a sus compañeros durante la guerra de Vietnam. Sufre de estrés postraumático”.
Para el septuagenario intérprete es relevante plasmar el paso de los años en sus personajes, así como todas las operaciones sufridas. De modo que suple los músculos que lucía en la treintena con la astucia, extremo que le ha llevado a bromear de nuevo sobre el rodaje de su última película: “Todas las mañanas tenían que ponerme aceite en el set. Chirrío”.
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