El borrador de la Ley Trans del Ministerio de Igualdad no solo ha enfrentado a parte del movimiento feminista con el colectivo LGTBIQ, sino que las difrencias se extienden al mismo Gobierno de España. El problema de fondo es que muchas veces diferenciar sexo y género no es tan sencillo
13/02/2021 -
VALÈNCIA. En la puesta en marcha de la nueva Administración de Biden, uno de los nombramientos que más titulares ha acaparado es el de la primera mujer transgénero como funcionaria federal, la doctora Rachel Levine, que llevará la subsecretaría de Sanidad en Estados Unidos. Tres años antes, al otro lado del Atlántico, en Paiporta (Valencia), se vivió una experiencia similar con el primer hombre trans en ejercer una responsabilidad municipal en España.
En aquel momento, el protagonista, Guillem Montoro, nombrado concejal de Transparencia con veintidós años, ni se lo planteó: «En una comida, unos compañeros activistas me preguntaron si era consciente de que podía ser la primera persona trans en ocupar un puesto de responsabilidad a nivel municipal, y además el primer hombre trans. No me lo había planteado, porque mi entorno me conocía; lo tenía asumido».
Alejado de la política y actual técnico de Igualdad en el proyecto Orienta de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas en la sede de Castellón, Montoro recuerda que en su infancia veía a los chicos y se sentía como ellos, pero no entendía por qué no le veían como un igual. Las chicas, en cambio, entendían que, como su expresión de género no era tan femenina como esperaban, tampoco entraba en la casilla de mujer.
«Entonces era marimacho. Al principio, lo único que te puedes plantear es ser gay o lesbiana, si piensas que no estás en la caja normativa. Llegué a la conclusión de que me gustaban las mujeres a los catorce o quince años; entonces me asociaron como lesbiana y un poco masculina. Pero me di cuenta de que se trataba de algo más, de la relación conmigo mismo. Piensas que eso solo le pasa a la gente que se va de casa, que tiene una vida un poco extraña, estereotipos. Comencé en el activismo en Lambda, y conocí a un par de personas trans en una reunión. Interioricé que esa vivencia podría ser aceptada por mí. Para llegar a decir que eres un hombre trans hay un periodo de año y medio o dos. No es rápido», explica.
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Muchas veces la gente no lo entiende al mezclar identidad con orientación, admite este joven: «Mi padre me decía que, si eres una mujer que te gustan las mujeres, ¿para qué quería ser un hombre si ya me gustaban las mujeres? Transicionar me ha permitido tener una masculinidad cómoda para cuidar la responsabilidad afectiva con mi pareja, aunque sea una masculinidad no hegemónica que lleve a la sociedad a confundirme e identificarme como gay porque tengo pluma. Pero me hace gracia después de ocho años de proceso», confiesa a sus veintiseis años.
El relato de Montoro es una realidad que viven muchas personas alrededor del mundo, y que las redes sociales no han dejado escapar. Facebook ha llegado a contemplar más de cincuenta etiquetas de género. Los expertos señalan que incluso podrían salir nuevas formas de calificar para entender la diversidad. Pero estas clasificaciones, ¿tienen fundamento biológico más allá del etiquetado artificial?
El fenómeno de la diversidad sexual en biología es un hecho que se refiere a una multitud de situaciones: desde machos que ganan en corpulencia a las hembras, o al revés; a especies con determinación sexual por vía cromosómica o por adaptación ambiental (por ejemplo, por la temperatura del embrión durante su desarrollo). También, a diferencia de los humanos, donde los cromosomas XY determinan el sexo masculino, en otras especies las hembras son las heterogaméticas. Algunas lagartijas tienen cromosomas ZW y los machos son ZZ o WW.Otras especies pueden ser partenogenéticas, como las poblaciones de lagartos sin machos, donde las hembras reproducen individuos a partir de su elemento cromosómico. En cuanto al hermafroditismo, existen algunos peces, considerados hermafroditas secuenciales, que nacen con un sexo pero que cambian en función del ambiente social. Así, si el macho de una población estable desaparece repentinamente, en apenas unos días una de las hembras se transforma en macho con todas las consecuencias.
Aunque también existen las especies asexuales, la mayoría tienen reproducción sexual, y de ellas se distinguen dos tipos de individuos, los sexos: unos producen pocos gametos de gran tamaño, muy costosos de producir e inmóviles (los óvulos), y otros, gametos más pequeños, más baratos, más abundantes y móviles (los espermatozoides). Pero no significa que todo se reparta en femenino/masculino. La población de nematodos Caenorhabditis son fruto de machos y hermafroditas, que son machos durante la primera parte de su vida y producen esperma para usarlo al transformarse en hembras.
La diversidad biológica está confirmada, pero para los biólogos es erróneo confundirla con el debate del género en humanos, advierte Enrique Font, director del grupo de I+D de Etología adscrito al Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva (ICBiBE) de la Universitat de València. «El sexo binario es una afirmación basada en la biología, pero no debe afectar al comportamiento o el estatus de una persona. Nosotros decidimos cómo tratar a nuestra especie, y todo merece la máxima atención y respeto, independientemente de lo que hagan gaviotas, palomas o caracoles», reconoce Font.
Sexo y género no son lo mismo
En los humanos, la diversidad significa aceptar lo único, las distintas formas de expresar y vivir nuestra forma de ser y la identidad de género. Por la cultura, las sociedades aceptan lo más típico, dos sexos y dos géneros, y lo que trasciende sus límites genera confusión, hasta llegar a considerarse anormal o patológico. Pero, aunque se confundan como sinónimos, diversidad de sexo y de género no implican lo mismo.
Al nacimiento, cuando a la persona se la inscribe en el Registro Civil, su sexo se registra como hombre o mujer en función de sus características físicas (órganos sexuales internos y externos, gónadas, cromosomas y hormonas). Para lo ambiguo, o los estados intersexuales, países como Australia y Alemania tienen una tercera casilla, pero no está generalizada.
En sexo, existen varios modelos, recuerda Felipe Hurtado, psicólogo clínico y sexólogo, que atiende a personas con diversidad de identidad en el sistema público de salud valenciano. «Desde lo bimodal o binario, de machos y hembras, con la limitación dicotómica que excluye la diversidad de géneros (personas no binarias); el espectral, que reconoce una variabilidad sexual no dicotómica que combina genética, hormonas y factores psicosociales; al biográfico o sexológico, que considera que los humanos tenemos características femeninas y masculinas (un cuerpo de hombre tiene hormonas femeninas, y al revés, solo es cuestión de tener más o menos testosterona y estrógenos), en el que se basa la transexualidad», describe este especialista.
Mar Ortega / ex coordinadora de Lambda: «Hay feministas que no tienen problema con lo trans pero no quieren que se excluya a las mujeres. Eso es hablar sin saber»
El género, un constructo social, pertenece al concepto de sexualidad, la forma de expresarse como seres sexuados. «Son los roles, los comportamientos y los atributos que la sociedad espera de hombres y mujeres de su cultura en un momento determinado. El género es el sexo psicológico; cómo, a partir de tu sentimiento de tu identidad, te expresas socialmente para que las personas te califiquen y te traten como te sientes», señala Hurtado.
Esto explica que los transexuales presenten disforia, el sufrimiento o malestar de vivir una identidad de sexo contrario al que se le asignó al nacer y que desea cambiar. «Si tienes una voz grave que se atribuye a un sexo de hombre, pero te sientes mujer, aunque te vistas de mujer, si hablas por teléfono, se piensan que eres un hombre, porque lo asocian así socialmente, y entonces se cuestiona tu feminidad», ilustra este psicólogo.
Cuando una persona puede sentirse de género femenino sin rechazar su cuerpo masculino, o al revés, y pide un trato como persona femenina sin sentir disforia, se habla de transgénero. A diferencia de una cisgénero, educada en un género y que se siente del mismo, una persona transgénero es la educada en un género y que se siente del otro, cuando es binaria. «Lo trans engloba a las personas que se expresan en identidad de género diferente al sexo que se les asignó al nacer, y pueden ser transgéneros o transexuales, y dentro de estas pueden estar hormonadas o no hormonadas, con o sin cirugías o tratamientos», explica Hurtado. Al contrario de las personas cis y trans, cuando alguien se manifiesta binario, no coincide identidad de sexo con género. «Un hombre bigénero se comporta igual que una persona de género femenino y masculino», aclara.
‘Queer’, ¿el borrado del género?
Cuando el género se asocia a prácticas sexuales no normativas se conoce como queer, las identidades que trasgreden el binarismo hombre/mujer y que explican la multiplicidad de calificaciones: las agénero (no se identifican con ningún género), las bigénero (que se sienten bien con lo uno y lo otro), las fluido (que fluctúan según el momento o el día), o las no binarias (que no se ajustan al género en su cultura). «Son conceptos cambiantes. A la consulta vienen cada vez más personas no binarias por el mayor acceso a la información», señala Hurtado.
Las teorías queer critican que haya solo dos géneros o que exista el género. «El género se come al sexo, y crea conflicto y confusión, a lo que se añade que gender haya sustituido a sex en los textos legales anglosajones, al hablar de gender identity y no de sex identity», indica el sexólogo.
Esa frontera desdibujada indigna a un sector del activismo feminista, que en España ha tomado forma en colectivos como «Contra el borrado de las mujeres», que ven en la futura Ley Trans de la ministra de Igualdad, Irene Montero, cuyo borrador se acaba de publicar, una amenaza para los derechos de la mujer, y cuyas tesis ha acogido en parte el ala socialista del gobierno. «Si se niega el sexo, se niega la desigualdad que se mide y se construye en base al hecho biológico», señalaba un comunicado del PSOE en junio de 2020.
Pese a la confrontación, Néstor Orejón, abogado y profesor asociado de Derecho Penal en la Universitat de València, subraya que la futura ley mantiene las categorías hombre/mujer, «sin mermas para las mujeres». En este mismo sentido se expresa el sexólogo Hurtado: «Una mujer trans y una mujer cis son mujeres. Ser mujer por capacidad gestante no es identidad. Una mujer trans no le va a quitar ningún derecho a una mujer no trans».
Las ideas queer, defiende Mar Ortega, excoordinadora general de Lambda Valencia y técnica de igualdad e integradora social, vienen a ampliar el feminismo «con mayor diversidad de mujeres. Lo Queer visibiliza que la mujer no sufre presión por tener vulva, y que las mujeres trans (con o sin vulva) y los gais también la sufren», describe Ortega.
Un foco de debate está en la regulación de la autodeterminación de género, la no necesidad de tratamiento médico de dos años para acomodar las características físicas al sexo sentido, como marcaba la ley nacional de 2007. «Es importante que las personas trans accedan a tratamientos en la Sanidad Pública, al cambio de nombre en el DNI y en el registro. Acortar procesos no significa que sea arbitrario», anota Ortega.
Las críticas a la autodeterminación señalan la posibilidad de que un hombre acusado de violencia de género cambie su sexo registral con facilidad para evitar la agravante en la condena. Sin embargo, el artículo 14 del borrador de la ley indica que rectificar la mención registral relativa al sexo y cambio de nombre no alterará la titularidad de los derechos y obligaciones jurídicas de la persona con anterioridad a la inscripción del cambio registral. «Las noticias falsas alarman sobre la posibilidad de que un hombre dirá que es mujer para boicotear una asamblea feminista o para entrar a un baño a meterles mano, o para librarse de un caso de maltrato a una mujer. Pero todo tendrá un proceso legal, con garantía jurídica», asegura Ortega. Orejón no cree que un maltratador vaya a manifestarse mujer. «Lo importante es el momento de los hechos», recalca este abogado. Pero, ¿y si se ha declarado mujer antes de los hechos?
En el caso del deporte, dice el borrador, se aplicará la legislación internacional que ya regula en qué categoría compite un atleta en función del nivel de testosterona (la referncia es el caso de la atleta surafrica Caster Semenya, intersexual), pero ¿y en otros? ¿Puede un hombre declararse mujer, no cambiarse el nombre en el DNI , y pedir ayudas destinadas a mujeres, por ejemplo? El borrador no pone ningún obstáculo
La futura ley, anota Orejón, pretende garantizar que el sexo se ajuste a la identidad en todos los aspectos de la vida. «En las oposiciones de policía, se distinguen las pruebas físicas entre hombres y mujeres. Puede haber un hombre que no llegue a lo que se le pide y diga que es mujer. Cualquiera puede hacer fraude de ley en beneficio propio, pero la norma debe entrar en la corrección del abuso», observa este jurista. El problema es que el borrador de la nueva ley no entra.
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Y aquí viene lo más complicado. Si el espíritu de la ley es despatologizar la transexualidad, ¿se puede a posteriori cuestionar la legitimidad de la decisión de un hombre que se inscriba como mujer, por muy espúreos que sean sus fines? ¿Quién decide si lo hace por burlar la ley o si se siente realmente mujer, aunque mantenga su nombre anterior y siga vistiendo como lo hacen los cis heteros varones? Las dudas existen —de hecho, han enfrentado a PSOE y Podemos en el seno del gobierno y negarlas, en lugar de clarificarlas, no ayudará a que la norma sea más aceptada.
Otra cuestión es el consentimiento paterno para el cambio de sexo registral. El borrador de la futura ley abre la puerta a que a partir de 16 años no sea necesario. Aunque la ley de 2007 excluía a los menores de edad, en 2019 el Tribunal Constitucional se pronunció reconociendo que algunos menores con capacidad suficiente pudieran decidir.
Hurtado no esconde la preocupación sobre la futura ley estatal. «No se nos ha convocado a los expertos, a diferencia del gobierno Zapatero. Se está preponderando el movimiento activista, que no representa a la mayoría», lamenta este sexólogo, quien reconoce el aumento de casos de transición contraria.
«En consulta viene gente que desea volver al sexo de origen después de haberse puesto tratamientos porque lo decidió precipitadamente. Existe un porcentaje de arrepentimientos (entre el 4% y el 8%)s, sobre todo jóvenes sin identidad trans en la infancia, que quieren hormonas rápido, presionan a los médicos, y hay profesionales privados que hasta por correo electrónico pautan tratamientos. A las personas que han sufrido el rechazo les es fácil pasar al otro extremo. Espero que la ley normalice la situación, que se llegue a la racionalidad basada en la evidencia», anhela Hurtado.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 76 (febrero 2022) de la revista Plaza
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