Teatro y danza

'Dirrrty Boys': La vida después de cometer un crimen atroz

Martí Cordero y Sergi Espina dan la vida de Jon Venables y Robert Thompson, dos niños de diez años que asesinaron a otro de dos, para preguntarse por las segundas oportunidades

  • Dirrrty Boys
Suscríbe al canal de whatsapp

Suscríbete al canal de Whatsapp

Siempre al día de las últimas noticias

Suscríbe nuestro newsletter

Suscríbete nuestro newsletter

Siempre al día de las últimas noticias

VALÈNCIA. La serie del momento se llama Adolescence y cuenta la historia de un niño de 13 años  que presuntamente ha asesinado a una compañera de clase. La editorial Anagrama ha paralizado la distribución de un libro de no ficción de Luisgé Martín en la que entrevista a José Bretón, parricida. Todos los casos de extrema violencia dejan un trauma en una sociedad más reactiva que reflexiva: la justicia para las víctimas parece estar clara; ¿pero qué sucede con el futuro de los victimarios?

El teatro tiene la capacidad de enfrentar al público a este tipo de preguntas incómodas y realidades perturbadoras. Al menos eso es lo que se propone Dirrrty Boys (Teatre Principal de València, 22 y 23 de marzo), una obra de la compañía Las Bestias con la dramaturgia de Gerard Guix y dirigida por Àgata Casanovas, que se adentra en la historia real del asesinato de James Bulger en 1993 en Liverpool.

El suceso estremeció al Reino Unido: dos niños de diez años, Jon Venables y Robert Thompson, secuestraron, torturaron y asesinaron a un niño de dos años. La brutalidad del crimen y la juventud de sus perpetradores convirtieron el caso en un escándalo mediático que aún colea: “Estamos hablando de un caso que fue absolutamente mediático, con paparazzis y prensa amarilla destrozando a esos niños asesinos, publicando sus identidades y lugares donde vivían”, recuerda Guix en conversación con este diario.

¿Qué se merecían entonces dos niños que cometieron tal crimen? La propuesta de Dirrrty Boys no pretende ofrecer respuestas ni emitir juicios. Más bien, busca que el público se cuestione a sí mismo, enfrentándolo a un dilema que transciende la empatía inmediata: ¿Se puede perdonar a quien ha cometido un crimen tan terrible? ¿Es posible la redención?: “Nosotros como creadores nos hemos limitado a explicar una historia, a poner unos hechos delante del espectador, y que sea él quien se cuestione, quien busque las respuestas”, afirma el dramaturgo.

La propuesta escénica es la de poner a los dos jóvenes (interpretados por Martí Cordero y Sergi Espina) a contar su historia desde que tienen 35 años hasta el momento en el que cometieron el crimen, encadenando flashbacks. La creación de la dramaturgia no se inspira en el caso, sino que ha contado con un proceso largo de documentación que abarca desde las crónicas amarillistas de aquella época hasta cuando, a partir de los 18 años, ambos jóvenes salieron de prisión con identidades nuevas y la información disponible se vuelve difusa: “Todo lo que aparentemente me he acabado inventando no es una invención al 100%. He tirado de cosas que aparecen en las redes, desde noticias que pueden ser verídicas o no, hasta rumores en Twitter”, explica Guix. 

A partir de esos fragmentos, el autor ha reconstruido una posible realidad, especialmente en el caso de Robert Thompson, cuyo paradero es completamente desconocido. El desafío, en este proceso creativo prolongado era no dejar contaminar el texto con los prejuicios de cada uno, sino siempre ser propostivo: “Nosotros sencillamente ponemos una serie de datos y dejamos que sea el público quien se haga las preguntas. La obra no se posiciona, no trata de justificar, sino de mostrar”, aclara. 

La construcción de los personajes se apoya en las personalidades contrapuestas de Jon Venables y Robert Thompson. “John Venables es mucho más pasional, más impulsivo, más violento. Es quien ha estado constantemente entrando y saliendo de la cárcel porque vuelve a delinquir. Robert Thompson, en cambio, es quien supuestamente tiene una personalidad más psicótica, capaz de inhibir sus sentimientos, de no mostrar nada. Es quien ha logrado rehacer su vida y desaparecer del mapa”, comenta Guix.

  • -

El juego de contrastes es esencial en Dirrrty Boys. Mientras Venables repite una y otra vez el ciclo destructivo que lo lleva a la prisión, Thompson parece haber encontrado una manera de rehacer su vida, aunque desde la clandestinidad. “Es curioso que el personaje que aparentemente tiene una personalidad más fría y calculadora sea quien ha logrado escapar del sistema y reconstruirse. Pero, ¿de verdad lo ha logrado?”, se pregunta el autor.

Cuerpo y palabra en constante movimiento

En cuanto a la propuesta escénica, Dirrrty Boys se aleja de cualquier pretensión de naturalismo para centrarse en la fisicalidad de los actores y la transformación constante del espacio. La obra se representa en escenarios mínimos, donde apenas ocho colchones se reorganizan para recrear diversos ambientes, desde centros de reclusión hasta discotecas. “Hay una parte física muy potente, porque aunque hay mucho texto, también hay una gran implicación emocional y física por parte de los actores”, explica Guix.

El trabajo actoral de Cordero y Espina, que no solo interpretan a los dos protagonistas sino a otros personajes consiste “constantemente en estar en movimiento, no paran ni un segundo. Solo se detienen en la escena final, que es un momento de clímax buscado con intención”, subraya Guix. La dirección de Casanovas y el movimiento escénico a cargo de Davo Marín logran que las transiciones entre escenas sean rápidas, fluidas y cargadas de simbolismo.

El montaje cuenta con una particularidad en València: el público se sentará a ver la obra encima del escenario, dentro de la propuesta Principal Íntim, que promueve formatos pequeños. Ciertamente, la obra se concibió para espacios pequeños, “para nosotros es importante que el público pueda sentir la respiración de los actores, observar sus gestos y recibir el impacto emocional sin intermediarios”. La distancia, en una obra rodeada de tanta violencia, también hace de la experiencia algo exigente con el público.

“Es muy curioso porque mucha gente se queda a los coloquios que hacemos después de las funciones. La gente quiere saber más, quiere debatir. Necesita continuar el diálogo más allá de la función”, concluye Guix. “Creo que la obra plantea un tema que no tiene solución fácil, y eso es lo que la hace interesante. No se trata solo de juzgar el pasado, sino de preguntarnos qué haríamos nosotros si estuviéramos en esa misma situación”.

Recibe toda la actualidad
Valencia Plaza

Recibe toda la actualidad de Valencia Plaza en tu correo

Las Huecas reflexionen sobre els límits 'De l'amistat' en el Teatre Rialto