Teatro y danza

TENDENCIAS ESCÉNICAS

¡Evohé!: tragedia antigua, juicio contemporáneo

Orfe Teatre estrena en La Rambleta un montaje que cruza mito, true crime y estética noir

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VALÈNCIA. La interjección ¡evohé! es el grito ceremonial con el que las Bacantes invocaban al dios del vino, Dionisos. Este vocablo antiguo es el título elegido por la joven compañía Orfe Teatre para titular el primer montaje de un ciclo de reescrituras grecolatinas que ha emprendido. Tras este arranque llegará Púnica Granatum, inspirada en el mito de Perséfone, y más adelante, Eurídice se perdió en el metro de Madrid, un texto breve que se presentará el 19 de noviembre en el Paranimf de Castelló.

Esta llamada ambigua, que puede ser tanto de dolor como de gozo, es en la propuesta escrita y dirigida por Tiago P. Barrachina una voz colectiva que exige ser escuchada. ¡Evohé! convoca los próximos 26 y 27 de septiembre en La Rambleta a las adoradoras de la divinidad del desenfreno, extraídas del mito, para situarlas en una ciudad corrupta y oscura donde deben enfrentarse a un juicio implacable.

“Nos interesaba situar a las Bacantes en el centro del relato contemporáneo, en un espacio que se parece tanto al teatro como al tribunal, donde esas voces femeninas hablan por sí mismas, reclamando justicia”, explica Barrachina, quien destaca los paralelismos entre la estructura lineal propia de cualquier relato, dividida en introducción, nudo y desenlace, con la la dramaturgia de cualquier juicio, sistematizada en acusación, defensa y sentencia. 

Lejos de ser una adaptación literal de Las Bacantes de Eurípides, ¡Evohé! se presenta como una reescritura crítica. El mito antiguo funciona como detonante, pero el dispositivo escénico se alimenta de influencias muy contemporáneas: la obra literaria de Peter Weiss, series procedimentales, cine negro y la fiebre del true crime.

El auge del género criminal en el audiovisual ha sido una inspiración directa para esta propuesta. Clásicos del suspense como Anatomía de un asesinato (Otto Preminger, 1959) están presentes en la obra, como también títulos de la factoría televisiva contemporánea, caso de la franquicia sobre peritos forenses y criminólogos CSI o la miniserie de Netflix El caso Asunta. 

Hemos tenido en mente incluso el circo mediático de los juicios televisados -añade Barrachina-. Al final vivimos en un tiempo donde seguimos los casos judiciales como si fueran series. Esa fascinación por lo abyecto, por lo oscuro, nos atraviesa”.

La dramaturgia cuenta, además, con un rigor legal poco frecuente en escena. Para ello, el equipo trabajó junto a la criminóloga María Leal Santana. “Queríamos mantenernos dentro del marco de la justicia española, aunque tomamos licencias escénicas para dotar de espectacularidad y fuerza teatral al proceso. Por ejemplo, aquí el abogado y el fiscal se dirigen directamente al público y en los alegatos la acusada está situada cara al público”.

Esa interpelación a la audiencia responde a que Orfe Teatre ha decidido darle un papel activo a las espectadoras y a los espectadores, quienes ocuparán el lugar del jurado popular para decidir sobre la culpabilidad de sus protagonistas.

El resultado es una tensión permanente entre la espectacularidad de los juicios hollywoodienses y la sobriedad del sistema español. “Nos tomamos ciertas licencias, sí, pero los artículos del Código Penal que se citan son reales. Queríamos que hubiera verosimilitud. Si hay juristas en el patio de butacas, reconocerán el trabajo de investigación que hay detrás”, añade el autor.

Cuerpos en la penumbra a ritmo de jazz

Uno de los pilares de la puesta en escena es la danza, concebida como herramienta narrativa y no solo expresiva. Bajo la dirección coreográfica de Noelia Sánchez, el movimiento reconstruye, durante el primer acto, la noche del crimen en una discoteca, conectando la danza contemporánea con el swing.

“En la versión de Eurípides, las Bacantes se marchan al monte Citerón a bailar, mientras que nosotros las situamos en un espacio urbano, en la ciudad -explica Barrachina-. La danza aquí conecta con lo irracional, con lo bestial. Y además cumple una función estructural: los flashbacks se narran a través del cuerpo, no de la palabra”.

La energía coral de ese cuerpo danzante remite al coro de la tragedia clásica, adaptado a los límites de una compañía con siete intérpretes.

En la segunda parte del montaje se despliega una clara estética noir, heredera del cine criminal de los años cuarenta y cincuenta. La elección de este género literario y cinematográfico radica en que sus tramas ponen a prueba la moral de sus protagonistas, atrapados en ambientes de penumbra.

“Trabajamos la escenografía a través de la luz. Nos servimos de neones, lamparillas y sombras duras para recrear los claroscuros del cine negro. Queríamos un espacio nocturno y ambiguo, pero también diáfano para que la danza pudiera respirar ”, describe el director.

A esa atmósfera se suma el jazz electrónico, una elección musical que conecta con el noir por el sonido de Nueva Orleans, pero dialoga con la música de club de hoy al incorporarle la electrónica. “El resultado es frenético, bailable, pero no rompe la estética general”, explica Barrachina.

Los efectos sonoros actúan como detonantes emocionales: un chirrido tras una confesión, un acorde disonante tras un interrogatorio. Así, lo poético se mezcla con lo jurídico, y lo mítico con lo policial.

Dionisos en el banquillo

Lejos de ser un dios liberador, Dionisos aparece en ¡Evohé! como un depredador. “Introducir la sumisión química en el relato nos permitía cuestionar la idea original de Eurípides: que las mujeres se vuelven locas solo con la presencia de un dios. Aquí el dios droga a las Bacantes con fines personales”, explica Barrachina.

Esta percha de actualidad a la que se ancla la tragedia clásica altera por completo la ecuación y plantea la duda de si las protagonistas son responsables de sus actos, ya que estaban bajo el influjo de estupefacientes. “En lugar de ser unas mujeres que se han vuelto locas por la presencia y castigo de un dios, son víctimas de las aspiraciones de Dionisos”, expone el autor.

El concepto de histeria atraviesa la pieza. “Hoy en día todavía hay demasiados juicios en los que se pone en duda el testimonio de víctimas de abusos si no encajan en un ideal de perfección . Queríamos denunciar esa mirada”, afirma Barrachina, quien aplaude la función que juega el mito para ayudarnos a hablar del presente, “porque las Bacantes no son solo figuras antiguas: son las mujeres que siguen siendo juzgadas y silenciadas hoy”.

El cuarto poder y la manipulación del jurado

La obra también interroga el papel de los medios de comunicación. “La prensa está presente desde el inicio: la obra arranca con un reportero. Pero lo que mostramos es sobre todo una prensa amarillista, capaz de enturbiar el proceso judicial”, apunta Barrachina.

El juicio se retransmite en directo dentro de la obra, como un streaming judicial. “Hoy en día puedes conectarte a la web de un juzgado y ver procesos en vivo. Suena distópico, pero es real. Nosotros jugamos con esa idea: en primer lugar, el público vota como jurado, luego se desvela la verdad de lo ocurrido. El problema es que esa decisión ya está tomada cuando conocen lo sucedido. Algo se ha roto”.

De este modo, el montaje evidencia cómo la opinión pública puede ser manipulada por la información mediática y cómo la percepción de la verdad nunca es neutral.

El proyecto, subraya el director, solo ha sido posible gracias al apoyo institucional y a la apuesta de La Rambleta por la investigación escénica: “Es valiente producir una obra con siete intérpretes y un equipo tan amplio en el contexto actual. Nos sentimos afortunados de poder hacerlo, pero también responsables de que esta valentía tenga un sentido”.

 

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