VALÈNCIA. Como los niños más pequeños, que se convencen a sí mismos de su invisibilidad cuando se cubren los ojos, los adultos se deshacen de sus detritos en contenedores con el autoengaño de su desaparición, ya sean desechos susceptibles de segundas y terceras vidas como los de imposible o demorada descomposición. La primera obra para público familiar de Bramant Teatre se ambienta en una de esas colinas de basura a las que nadie quiere mirar, un vertedero. Del 9 al 11 de enero, la Nau Ribes 3 del Parque Central acoge el estreno de Abocador, una obra protagonizada por una botella de cava, otra de plástico, un periódico viejo, una fregona y una fresa podrida.
Dirigida por Jerónimo Cornelles, la obra supone el debut de la compañía en una propuesta para todos los públicos y al mismo tiempo, un regreso a los orígenes del propio director de escena, ya que con este montaje se subió por primera vez a las tablas en 1998, cuando cursaba su primer curso de arte dramático.
Aquel montaje, estrenado hace casi tres décadas en el Escalante por La Pavana, marcó el inicio de su trayectoria profesional. La obra le embarcó en una gira por toda España. Ahora cierra el círculo en el teatro de la Diputación, aunque confiesa que no fue un objetivo consciente.
Al texto original, firmado por Paco Zarzoso, Rafael Calatayud y José Manuel Rambla, ha añadido su nombre como coautor. “La temática sigue siendo igual, el texto mantiene su esencia, aunque ha habido que reactualizarlo un poco”, concreta el también dramaturgo.
Los cambios no se han introducido tanto en su estructura dramática como en los detalles técnicos y de contexto. La contaminación de los espráis, por ejemplo, ya no es la misma que hace 30 años, los códigos han cambiado y la sensibilidad social también.
Para esta nueva versión, el equipo ha contado con la colaboración de la asociación de voluntariado ambiental Bioagradables y de Greenpeace, que han revisado el texto y aportado indicaciones.
Sí hay decisiones significativas, como el cambio de género de varios de los personajes. Entre otros, el de la protagonista, Violeta, una niña que llega al vertedero buscando una chaqueta y acaba emprendiendo un viaje de transformación de corte aristotélico.
“Yo soy muy clásico, creo en el viaje del héroe y en la estructura de introducción, nudo y desenlace”, explica Cornelles, que ha construido un relato de iniciación donde su personaje principal llega a un lugar desconocido, se enfrenta a obstáculos, se encuentra con aliados y enemigos y sale transformada. “Al final no es tanto si aparece o no la cazadora, sino todo lo que le ocurre en el camino”.
Humor negro y mercurio

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- Foto: NEREA COLL
El elenco está integrado por Tomás Verdú, Ana Burguet, Saoro Ferre y Marta Santandreu, quienes asumen el reto de dar vida a objetos sin caer en el disfraz literal. A este respecto, su responsable atribuye el mérito al aprendizaje que adquirió con Rafael Calatayud, a quien define como “un adelantado a su tiempo”.
Como cuando rompió mano en el escenario, en esta ocasión los personajes también se humanizan a través del gesto y de pequeños elementos simbólicos: el periódico lleva un periódico, la botella de plástico un bolso de ese material. Cuando Violeta los manipula, reaccionan físicamente, como si fueran imanes en el escenario.
Como toda buena aventura, Abocador necesitaba antagonistas. Aquí son “los tóxicos”, personajes que representan aquello que no se puede reciclar fácilmente. Se trata de una botella de PVC, un bote de espray y una pila que sueña con que su mercurio traspase el suelo hasta llegar a la playa y el mar. Pero incluso los malos de esta historia están tratados con cariño. “Hemos hecho como con la película de animación Del revés -explica Cornelles-. Son personajes a los que te quieres llevar a casa, incluso los villanos”.
Frente a ellos, los objetos reciclables sueñan con llegar a su contenedor correspondiente. Para lograrlo, necesitan la ayuda de Violeta.
La estructura se asemeja en su lógica a la de un videojuego: cada personaje intenta convencer a la protagonista de que le ayude a cumplir su objetivo, mientras los tóxicos susurran al oído mensajes de desidia: “No es necesario que recicles, tampoco sirve para tanto”.
Uno de los pilares del montaje es el humor negro. Cornelles cita referentes cinematográficos como las adaptaciones de La familia Addams, los Minions, la saga de Gru, mi villano favorito, y las películas de Pixar.
“Son largometrajes teóricamente para niños, pero con una doble lectura”. Esa es la aspiración de Abocador, que un mismo chiste provoque la risa de un niño y de su tía adulta, aunque cada uno se esté riendo de algo distinto en este juego escénico con una reflexión de fondo sobre el consumo y el reciclaje.

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- Foto: NEREA COLL
Karol G ha destronado a Pocahontas
La coherencia del proyecto se extiende a la puesta en escena. Además de la segunda vida que Cornelles le ha insuflado al texto original, vestuario, escenografía y música responden a criterios de reaprovechamiento.
María Poquet ha diseñado la ropa de los personajes a partir de piezas procedentes de otros montajes, y parte de la escenografía nace de la participación directa del público infantil. Durante el proceso, un grupo de niños y niñas de siete años aportó objetos de desecho de sus casas, que pasaron a formar parte del escenario. “Hemos reutilizado artículos que iban a tirar”, explica el dramaturgo. Cuando asistieron a una función, reconocieron “sus basuras” sobre el escenario, cerrando así un círculo de sentido.
A Cornelles le sorprendió la recepción de este perfil de la audiencia durante la representación, ya que reaccionó positivamente a la selección de música urbana que convive con versiones particulares de La Bella y la Bestia y Pocahontas. Las crías y los críos tararearon Si antes te hubiera conocido de Karol G, mientras los temas de Disney pasaban más desapercibidos.
Atravesar, que no adoctrinar

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- Foto: NEREA COLL
Según los cálculos de la organización internacional Global Footprint Network, que se sirve del indicador de sostenibilidad de la huella ecológica para ayudar a la humanidad a vivir dentro de los límites del planeta, el 23 de mayo de este año fue la fecha en que España alcanzó el llamado Día de la Deuda Ecológica, esto es, el momento anual en que la Tierra ha consumido todos los recursos naturales que puede regenerar en un año. Esta fecha simbólica marca el momento en el que nuestro país entra en déficit ecológico.
Abocador está atravesada por ese consumo desaforado que no mira las consecuencias. En el montaje se apuntan cuestiones muy concretas: bicicletas tiradas por una rueda rota, árboles de Navidad vivos abandonados en enero, desechos, en suma, perfectamente reparables o aprovechables que acaban en el contenedor.
Los vertederos aparecen como una metáfora de todo aquello que la sociedad no sabe o no quiere gestionar. “Es el lugar donde dejamos de ver lo que no queremos tener a la vista -resume Cornelles-. Podremos ocultarlo bajo tierra, pero el basurero seguirá estando ahí”.
No obstante, el director es tajante: no se trata de hacer didactismo explícito. “Yo no soy pedagogo, yo soy creador”. La conciencia ecológica, defiende, se construye en casa y en la escuela, el teatro puede acompañar y abrir preguntas, pero no dar lecciones.