VALÈNCIA. Sala Russafa presenta esta semana Rob, la historia de una persona que aprende a encontrar la felicidad en la soledad de una isla desierta. Es la particular aproximación al mito del náufrago por parte de Teatre de l’Abast, en colaboración con la formación catalana Zero En Conducta.
Del 20 al 23 de marzo, dentro del XIV Cicle de Companyies Valencianes, puede verse esta propuesta multidisciplinar que, sin mediar palabra, narra la aventura de un superviviente a un accidente marino. La expresión corporal, la danza, el teatro de sombras y la manipulación de objetos para transformarlos en un personaje más de la historia son las herramientas para conectar con el público en una original puesta en escena donde Ramón Ródenas demuestra todas sus aptitudes interpretativas.
“Es muy complicado porque nunca dejo de ser Rob y, simultáneamente, con la manipulación de objetos como una calavera o un antiguo vestido de mujer, me desdoblo en otros personajes con los que el protagonista se relaciona”, explica el actor sobre un curioso monólogo sin texto en el que se invita al público a asomarse a la intimidad de quien se cree a salvo de cualquier curioso, de quien necesita crearse compañeros de vida, aunque esté en una isla desierta.
“Muchos nos dimos cuenta en el confinamiento, cuando ya se iban acumulando los días en soledad, de cuánto necesitábamos el contacto físico con otra persona, la compañía real de alguien”, comenta Rodenas, que ha experimentado un crecimiento como intérprete conforme avanzaba la gira de esta pieza que ha visitado muchas localidades de España en casi 200 funciones, a lo largo de seis años.
Fue él quien propuso la idea de un náufrago cuando desde Teatre de l’Abast estaban planteándose poner en pie un proyecto escénico. Trabajando en común junto a las fundadoras de la formación, Lucía Aibar y Victoria Mínguez, sumaron en el proceso creativo a José Puchades (Putxa), quien después dirigiría la pieza junto a Julieta Gascón.
Al investigar clásicos, como Robinson Crusoe, nos encontrábamos comportamientos misóginos, esclavistas, machistas… Algo totalmente alejado de nuestros valores actuales. Así que decidimos hacer nuestro propio náufrago”, comenta el cocreador e intérprete sobre los orígenes de una pieza amable, que transmite el poder de la imaginación al público, demostrando - como ya lo hicieron películas como The Artist o Blancanieves - que en pleno siglo XXI un buen guion no necesariamente tiene diálogos.
A la fascinación del espectador también contribuye la escenografía creada por Vicente Andreu, quien proviene del mundo del títere y ha sabido dotar de vida a cada parte del barco medio derruido y varado en la arena que se convierte en el hogar del protagonista. Además, el espacio sonoro y las composiciones originales de Bob Gonzales acompañan las vivencias de un personaje divertido y tierno, que demuestra la capacidad de adaptación del ser humano a cualquier situación, la habilidad de encontrar el disfrute y la alegría prácticamente con nada.
Luchando contra el paso del tiempo, el aislamiento, la incomunicación y las dificultades para alimentarse, Rob aún ha tenido la suerte de sobrevivir, como remarca Ródenas. “No puedo evitar pensar en toda la gente que naufraga en el mar. O que llega a Occidente buscando una vida mejor y está completamente solo. Aunque la obra no habla específicamente de esto, este trasfondo social nos acompaña. Y, de alguna manera, estamos reivindicando la fortaleza de estas personas”, comenta el protagonista de un espectáculo que ensalza el espíritu de superación y la felicidad por el mero hecho de existir.