VALÈNCIA. En 2006, la compañía cántabra Ábrego Producciones estrenaba una versión del mito de Antígona donde la actriz María Vidal se apoderaba por sí sola del escenario. En el montaje, titulado El corazón de Antígona, la intérprete daba vida a la revolucionaria feminista que plantaba cara a un tirano 400 años antes de Cristo. Para darle dimensión a la tragedia griega se apoyaba en títeres y objetos para interactuar con los diferentes protagonistas del relato: Creonte, Eteocles, Polinece, Hemón y Tiresias.
La propuesta les permitió viajar a 52 países y ganar premios en el Festival Iberoamericano de Mar del Plata, en Argentina, y en el Europeans Womens Theater de Finlandia. “Aquel reto nos descubrió que un espectáculo unipersonal puede tener muchísima fuerza. Eso nos empoderó y nos llevó a repetir el modelo con Lorca”, explica el dramaturgo y director Pati Domenech, quien escribió aquella obra reveladora y a continuación, también la reinterpretación de Bodas de sangre que los próximos 6 y 7 de septiembre acoge La Màquina, Cientos de pájaros te impiden andar.
El montaje multidisciplinar, donde se conjugan texto, cante y baile flamencos y videoproyecciones, se ha alzado con galardones en Kosovo, Macedonia del Norte, Egipto, Mongolia, Argentina y Alemania. Para Domenech, este reconocimiento no es casualidad: “Lo local, cuando es bueno, es universal. La tragedia que Federico García Lorca retrata en los años veinte sigue siendo noticia hoy: violencia de género, patriarcado, violencia sin sentido. Todo eso se entiende en cualquier parte del mundo”.
Una obra que interpela al mismo Lorca

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- Foto: AUREO GÓMEZ
La pieza condensa en una sola actriz tres planos narrativos: las personas que protagonizaron la noticia real de 1928 que inspiró al poeta granadino, los tres personajes femeninos del drama, que son la madre, la novia y la luna, y el propio Federico como interlocutor.
“Las mujeres en Lorca nunca son felices. Están sujetas a enormes trabas sociales. Hemos querido subrayar esa condición femenina, junto con la violencia y la muerte sin sentido. La actriz incluso interpela a Lorca: le pregunta por qué convierte la luna, símbolo del amor, en verdugo de los enamorados”, ha destacado Domenech.
El montaje se convierte así en un diálogo metateatral en el que María Vidal no solo interpreta, canta y baila, sino que reflexiona sobre la obra y sobre el propio autor.
Para trasladar Bodas de sangre a la contemporaneidad, Ábrego Producciones emprendió un proceso de investigación profunda. “Partimos de la convicción de que la noticia de 1928 podía ser perfectamente una noticia de hoy. Lo que hemos hecho ha sido destilar la esencia del texto de Lorca, reducir una treintena de personajes a uno, y traducirlo a nuestro lenguaje personal”, explica su autor.
La puesta en escena se construye a partir de tres telas de otros tantos colores, blanco, rojo y negro,y de un trabajo de videoproyección simbólico. “La tela blanca representa la luna, la roja la sangre, y la negra es un velo de novia y de luto. Además, proyectamos una geolocalización del Cortijo del Fraile, una gran luna y un caballo pura sangre, símbolos lorquianos que potencian la fuerza poética”, añade el responsable junto a María Vidal de este proyecto escénico, personal y vital llamado Ábrego Producciones.
El pulso social de Lorca en 2025

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- Foto: BELÉN DE BENITO
La interpretación de Vidal combina texto, canto y danza flamenca y contemporánea, elementos que no funcionan como ornamento sino como parte esencial del relato. “Muchas tradiciones teatrales dicen que un intérprete debe actuar, cantar y bailar. María lo hace todo, y lo hace desde una raíz española que pensamos siempre en clave internacional”, comenta Domenech.
El equilibrio entre disciplinas refuerza el carácter universal de la obra: “Se alternan escenas de los personajes de Lorca, intervenciones de la propia actriz que se distancia para reflexionar, y momentos de cante y baile. Todo ello genera un todo armónico que ha emocionado a todo tipo de públicos”.
Aunque la dramaturgia lleva la firma de Pati Domenech, él mismo reconoce que el trabajo de María Vidal trasciende la interpretación. “Un actor es siempre coautor. Lo que el público ve un espectáculo completo en el que el intérprete aporta vida y verdad. Los textos sirven de punto de partida, vertebran la historia, pero eso hay que vestirlo y darle vida. Una misma dramaturgia al que dan vida diferentes actores da como resultado un espectáculo diferente. En este caso, María no solo interpreta, sino que crea junto a mí”.
La coreógrafa Carmen Armengou también ha sumado su mirada al proyecto: “Su trabajo corporal completa la interpretación actoral a través del movimiento, que funciona como otro lenguaje artístico y enriquece el resultado”, afirma Domenech.
La compañía mantiene la dimensión ética y social que caracteriza su trayectoria. Tras obras en las que reflexionaron sobre la discapacidad, la violencia de género y la defensa de la biodiversidad, vuelven a situar el foco en las heridas abiertas de la sociedad. En este caso, toman un drama lorquiano tras apreciar que en todas las historias del referente de la Generación del 27, las mujeres no son felices, pues iempre están sujetas a enormes trabas que les impone la sociedad.
“El drama de Lorca no es solo un drama rural de 1928. Habla del patriarcado, de la violencia absurda y de la muerte sin sentido. Son problemas que siguen siendo noticia en el periódico y resonando en nuestra actualidad, casi 100 años después. Si además eso está bien interpretado con coherencia, con verdad y con energía, resulta irresistible”, concluye el también director de escena.