Entre 1985 y 1987, en un proyecto posiblemente único en el mundo en aquel momento, los presos de Carabanchel lanzaron un canal de televisión hecho por ellos y para ellos. Muchas imágenes de su archivo han desaparecido y los responsables sufrieron represalias porque Tele Prisión sirvió para denunciar las condiciones de vida espantosas que sufrían en cárceles masificadas. Como consecuencia, desde entonces, se iniciaron servicios culturales para los internos y se mejoró la higiene y su salud en los centros penitenciarios
VALÈNCIA. El ganador del premio del público Festival de cine social de Cataluña 2019 ha sido un documental cuyas imágenes tienen un valor extraordinario. Historias de la Tele Prisión reúne el material audiovisual que elaboraron los presos para los presos y que se emitía en la cárcel por circuito cerrado. Escenas que ponen de manifiesto uno de los debates más importantes para la sociedad de aquellos tiempos, el de la seguridad ciudadana, que en ese momento se saldó con la masificación de las cárceles. Ante la duda, el gobierno optó por la mano dura. El Código Penal se fue modulando después, pero sigue siendo uno de los más duros de Europa.
En aquel entonces, un preso podía estar cuatro años como preventivo esperando el juicio. Una espera, como ponen de manifiestos estos testimonios, que acababa con su moral. Los responsables de la iniciativa fueron Adolfo Garijo y Javier Anastasio. Ambos coincidieron en Carabanchel, el primero, según cuenta, tras declarar que era suya la cocaína hallada en el dormitorio de su novia, una periodista que después acabó adicta a la heroína. Le cayeron nueve años. Anastasio estaba en prisión preventiva por su supuesta participación en el asesinato de los Marqueses de Urquijo, un crimen que aún no está aclarado del todo. Luego se fugó a Sudamérica.
El documental que reúne el material que ha podido ser rescatado y entrevistas con sus dos protagonistas se presenta como una reivindicación de "la imagen como herramienta de convivencia en las situaciones más extremas", no en vano, explica que mientras duraron sus emisiones se redujo la violencia dentro de la prisión. Además de servir, sin lugar, a dudas como memoria de un lugar que ya no existe, la cárcel de Carabanchel. Derruida y en cuyo solar los vecinos siguen pidiendo que se construya un hospital y los equipamientos públicos que les prometieron hace treinta años. Detallitos de la "rica" Madrid.
El contexto histórico que se presenta incluye los datos elementales e ineludibles. En los 70, el paro disparó la delincuencia en una sociedad en la que el 50% de la población era menor de 25 años. La droga se extendió después a continuación del desempleo por toda la geografía nacional, lo que obligó a mucha más gente a delinquir. Todos estos fenómenos desencadenados en menos de una década llenaron las cárceles en condiciones insalubres y de hacinamiento. La intención fundamental de la película es "que no se nos olvide cómo vivían los presos en aquella España de 1986".
Las declaraciones de los internos que son entrevistados por sus compañeros de celda van todas en la misma dirección. "Llevo robando desde que tenía 12 años", "tengo que robar, tengo que buscarme la vida porque no me voy a morir de hambre", "cuando salgo a la calle no tengo ningún medio de afrontar la vida", "aquí se llega a sentir la impotencia más tremenda que puede sentir un ser humano", "estoy deprimido, sin moral, como si fuese una escoria de la humanidad, una basura", " en la cárcel, salvo el miedo, nadie aprende nada"...
Cuentan las palizas que recibían desde la adolescencia, los reformatorios que les truncaron la vida y les condujeron a la delincuencia. A mediados de los 80, la mayoría eran drogadictos. Aparecen entrevistados varios que se están muriendo de Sida tirados en una cama mohosa. Un toxicómano cuenta que para pincharse tienen que afilar las agujas, que están romas, buscar las cucharas en la basura, y compartir la chuta entre decenas de personas.
El mayor problema que sufrían era el hacinamiento y la falta de higiene. Un preso habla de que duermen ocho en una celda de doce metros cuadrados. Los colchones estaban llenos de chinches, a ellos se les comían los piojos y las ladillas. No siempre tenían agua. A veces por las mañanas no llegaba el suministro a las celdas y no se podían lavar. Les daban dos rollos de papel del WC al mes, en muchas celdas el baño estaba roto. Se quejaban de la falta de jabón y lejía. La mugre salta a la vista, por una vez las imágenes son peores que las palabras y no son excepcionales. Por ejemplo, en los documentales de Victoria Prego sobre la democracia, El camino de la libertad, aparecían imágenes idénticas o peores, eso sí, no tanto tiempo ni con tanto nivel de detalle.
Anastasio explica que con Tele Prisión tenían la intención de "informar y entretener, dar visibilidad y voz a gente olvidada". Entonces no había ninguna actividad en la cárcel, los centros penitenciarios, dice, parecían "mazmorras medievales más que prisiones modernas". Gracias a esta iniciativa y el buen resultado que dio en términos de convivencia, "surgió una revista, una biblioteca, vino gente de fuera para actuar dentro, músicos, artistas, poetas".
Se llegó a hacer una película, Séptima galería Habría que investigar cuántos antecedentes tiene el cine carcelario de una película rodada dentro de una prisión con internos de verdad. Tanto el film como un documental elaborado también por Tele Prisión llegó a emitirse en TVE en Documentos TV el lunes 7 de diciembre de 1987 con una audiencia superior a la media.
El diario El País recogió en una carta al director la impresión de un espectador. Decía: "estremece contemplar el trato animal que reciben nuestros presos, y al tiempo uno se pregunta qué sentido tiene vivir en un Estado social de derecho y contemplar esto. ¿De qué sirven entonces las declaraciones de derechos y libertades que tanta sangre nos ha costado y durante tantos años? (...) cualquiera que conozca el estado de nuestras cárceles se pregunta: ¿qué utilidad puede tener que los presos sufran de manera tan despiadada y cruel? ¿Se rehabilitan así nuestros presos? Algunos desconfían de que la privación de libertad, de por sí, sirva para rehabilitar a nadie; pues bien, hacinarlos entre chinches, expuestos al temido SIDA, despreciados como animal es, así, no creo que se rehabilite nadie".
Tele Prisión retransmitía la música que tocaban los presos, los partidos de fútbol y baloncesto que jugaban en el patio. Había una televisión en cada galería para que lo vieran. También había un telediario, "Noticias del loco canal", que se adentraba en el género de informativo con noticias inventadas, género tan popular hoy voluntaria e involuntariamente.
Cuando los periodistas querían informar sobre la vida dentro de la prisión no se atrevían a entrar. Empezaron a tomar prestadas imágenes y testimonios de Tele Prisión, por lo que la iniciativa empezó a conocerse y tener repercusión en el exterior las demandas y reivindicaciones de los internos. Al mismo tiempo, la película, rodada con ayuda de Telemadrid, fue convocada para ser exhibida en Cannes. El director de TVE de producciones ajenas se ofreció para representarla institucionalmente y, sin embargo, cuenta el documental, se las arregló para que nunca fuese proyectada.
Garijo revela al final que Tele Prisión fue "un desastre personal para mucha gente". Según explica, al director se le trasladó a un centro alejado, a los funcionarios "se les señaló" y se convirtió en "un estigma para todos" que se tolerase que aquellas imágenes atravesaran los barrotes. La única satisfacción que le queda, asegura, es que por aquellas fechas se inició la reforma del sistema penitenciario y la creación de una galería cultural. Su proyecto tiene una cuenta en YouTube y un montaje previo de su documental está disponible aquí y esta es su web. Un testimonio único y excepcional de las miles de personas olvidadas y degradadas por las sucesivas crisis del petróleo y el subdesarrollo de España en aquella época, que con tanta frecuencia se recuerda endulzada en ejercicios de nostalgia incompletos o desenfocados.