AL OTRO LADO DE LA COLINA / OPINIÓN

¿Tendrá suerte Sudáfrica, esta vez? 

Ya hemos advertido que este 2018 iba a ser un año repleto de incertidumbres, y en este caso puede que el destino se decante hacia el lado positivo.

17/02/2018 - 

El sur de África es una región que ha sufrido a lo largo de los tiempos (sobre todo los últimos) numerosos conflictos y crisis. Desde la colonización holandesa pasando por la guerra de Bóers, en la que estos antiguos súbditos de la Corona española fueron desplazados por los británicos, que a su vez usaron estos territorios, al igual que otras partes de su Imperio, como recluta de las tropas de la Commonwealth que lucharían en las dos guerras mundiales, y para posteriormente y tras declararse la independencia instaurarse el terrible apartheid.

Pero en 1994, y tras poner fin al régimen de segregación racial, se celebraron las primeras elecciones democráticas, donde venció el Congreso Nacional Africano (CNA), que gobierna ininterrumpidamente Sudáfrica desde entonces, siendo su primer presidente democrático el carismático Nelson Mandela, este país ha sido noticia en los últimos días por el relevo en esa presidencia.

Efectivamente Jacob Zuma, que ha dirigido Sudáfrica desde 2009 acaba de dimitir, ocupando su cargo su vicepresidente Cyril Ramaphosa, el cual ya lo había relevado este pasado diciembre al frente de su partido, el CNA, y en ambos casos los motivos han sido similares, y como pueden entender concatenados. 

Básicamente las causas de la dimisión de Zuma han sido dos: una muy de actualidad en nuestro entorno, la corrupción, que le acecha tanto desde una perspectiva personal como política por los centenares de casos de miembros de su partido que están en causas judiciales abiertas; y por otro lado la crisis económica.

La economía de Sudáfrica, al final del siglo XX, era de las más prometedoras, incluso se le incluyó (y sigue estándolo) dentro de los países llamados emergentes, los BRICS, en los albores de la globalización, pero las tendencias de política económica planificada del CNA, así como su cambio de alineamiento Internacional (de pertenecer a la órbita occidental se posicionó junto Rusia y China) hicieron que no disfrutase de todos los beneficios y sobre todo de las oportunidades que le brindaba la economía mundial.

Esa así como lleva los últimos años en una complicada situación económica, donde no crece más del 1,5% (en el 2016 incluso rozó la recesión), su inflación está entorno al 5%, teniendo una tasa de paro alrededor del 30%, y donde algún investigador como Juan Angel Soto, en un interesante trabajo publicado en el IEEE del Ministerio de Defensa, afirmó este junio pasado que “tanto las políticas interiores como la política exterior convergen en un alejamiento paulatino de la antaño defensa a ultranza de los derechos humanos y el estado de derecho, a la vez que dan la espalda al humanismo africano característico del resurgir democrático sudafricano”; resumen nada positivo de la situación actual en Sudáfrica.

Entonces donde está el lado positivo del que les hablaba al inicio. Pues me baso en el perfil del nuevo líder sudafricano, Cyril Ramaphosa, un hombre que reúne una experiencia profesional muy interesante e importante para el desafío que tiene ante sí, pues de importante líder sindical que pudo paralizar el país con una huelga general, pasó a ser un emprendedor hombre de negocio aunque algunos, desde las tendencias más izquierdistas de su partido, le critican que se beneficiase (personalmente) de la política de empoderamiento económico negro (Black Economic Empowerment) política de CNA para redistribuirla riqueza en manos de los blancos a todos los ciudadanos, siendo uno de los 20 hombres más ricos de Sudáfrica en 2015.

Pero en 2012 volvió a la política, primero de vicepresidente del CNA y después en 2014 de vicepresidente de Sudáfrica, por lo que este ex-sindicalista metido a millonario y rescatado para la gestión pública puede ser una buena opción por su versatilidad para recomponer ese gran país que es más de dos veces España, tiene unos 52 millones de habitantes, y de hecho ya estuvo este pasado enero, realizando todo tipo de gestiones en la cumbre de Davos para recabar el apoyo de inversionistas para su país, y que puede darle otra dirección a sus alianzas internacionales.

Y todo esto como nos afecta a nosotros los valencianos, se preguntaran. En este mundo de la globalización todo está interrelacionado, y ahora mismo me vienen a la cabeza tres ejemplos.

Primero: el tránsito por Ciudad del Cabo es una ruta alternativa (en nuestro detrimento) del Mediterráneo, y nuestro puerto claro, y que aunque parezca lejano recuerden que en el punto álgido de la piratería del Golfo de Aden 2008-2009 hubo navieras que desviaron barcos de la ruta más corta (el Mediterráneo) para bordear toda África (por no remontarme al cierre del canal de Suez en 1956, segunda guerra arabe-israelí).

Segundo: los intereses comerciales o judiciales que algunas empresas (y por tanto sus trabajadores) puedan tener con las autoridades de aquel país; en concreto una empresa constructora de trenes radicada en Valencia, que siempre es mejor tener de contraparte a alguien flexible y negociador que doctrinario e inmutable.

Y en tercer lugar, y de mucha actualidad por las últimos días y por las denuncias existentes, por la introducción de cítricos sudafricanos, en clara competencia desleal con nuestro campo, y que además como denuncian estos días las asociaciones de nuestros agricultores, Bruselas parece estar en “complicidad con los intereses sudafricanos al permitir la importación de fruta infectada que puede contagiar toda la citricultura europea”, porque se ha producido la aparición en la Unión Europea de cítricos sudafricanos afectados de una peligrosa enfermedad: la mancha negra. Por los que nuestras autoridades, no sólo nacionales sino también las territoriales que tienen competencias fitosanitarias y en los mercados de abastos y locales, tendrán que estar expectantes a esta amenaza, no sea que los agricultores valencianos paguen y financien la recuperación de la agricultura sudafricana, que por cierto también pasa por una importante sequía.

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