Dror Moreh, natural de Jerusalén, es un documentalista israelí que ha llevado a cabo trabajos reveladores sobre el conflicto árabe-israelí. Si en The Gatekeepers entrevistaba a antiguos directores del Shin Bet que se quejaban de que la paz necesitaba política, de que la seguridad por la vía militar es un parche, en The Human Factor analizaba las negociaciones de los años 90 que no llegaron a ninguna parte y le costaron la vida a Isaac Rabin. Hoy la Autoridad Palestina está en declive y los laboristas, también. El poder lo ostentan los artífices de los no-acuerdos
VALÈNCIA. A estas alturas, no creo que a nadie se le escape que la paz entre Palestina e Israel tiene más enemigos que los propios contendientes enfrentados. Las acciones de radicales de uno y otro bando han boicoteado cualquier acercamiento o normalización de relaciones desde hace décadas, lo que ha consolidado a los halcones en el poder. Se pueden introducir muchas frases hechas sobre esta dinámica, como ojo por ojo y todos ciegos, pero me ha llamado la atención, leyendo la prensa israelí, que haya allí más pluralidad de opiniones que las que se dejan ver en España. En este diario una persona que había estado escondida en el trastero con su familia durante el infame ataque terrorista de Hamás advertía que una guerra a ver quién mata más no tiene ningún sentido y que el daño a los civiles servirá, otra vez, para no resolver nada. Por lo pronto, hasta la OTAN y la UE han tenido que exigir a Israel que respete los derechos humanos en su respuesta.
En este caso, como en tantos otros, siempre conviene acudir a las fuentes locales para echar una mirada en perspectiva a conflictos de largo recorrido. Horas después del ataque del sábado 7, el periodista Enrique Rodríguez recordaba en su cuenta de X al documentalista Dror Moreh. Su trabajo ha merecido el mejor reconocimiento que se puede obtener hoy, que alguien le ponga subtítulos a mano y lo cuelgue en YouTube por su interés.
Su documental más famoso es The Gatekeepers, donde entrevistó a seis ex directores del Shin Bet que explicaban sus métodos para frenar el terrorismo. Tanto de las amenazas que sufre Israel, como de la extrema derecha israelí. En alguna ocasión han evitado atentados contra los árabes y sus templos que podrían haber desencadenado verdaderas tormentas.
No se cortaban un pelo, hablaban de técnicas de interrogatorio y asesinatos selectivos tranquilamente. Es un debate recurrente, que se lo pregunten a Obama, que reconoció en sus memorias haber recurrido a estos métodos en infinidad de ocasiones en su lucha contra el islamismo terroristas.
Sin embargo, el escenario que pintaban no era muy halagüeño, más bien sombrío y pesimista, estos directores de inteligencia denunciaban que la acción israelí es la de un “estado policial” y admitían que se han “vuelto crueles”. Uno de ellos se quejaba de que el ejército israelí ha acabado como una fuerza de ocupación “similar a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial”. Se ponía de manifiesto que la paz es imposible por métodos militares. Defendían que exista un diálogo permanente. “No hay alternativa”, decía Avraham Shalom, hasta con Irán. Las labores de inteligencia y la vía militar no podían tener un funcionamiento eterno, la paz, para establecerse, tenía que ser a través de los políticos.
Los que desgraciadamente tenemos años recordamos los acercamientos que hubo entre Palestina e Israel con verdadera voluntad de obtener una coexistencia justa y pacífica. Sobre todo porque, en los 90, uno de los más sonados se produjo en Madrid en 1991. Esta cumbre estaba patrocinada por Estados Unidos y la URSS, no obstante, a pocos días de su culminación, la Unión Soviética dejaba de existir. En el documental, los estadounidenses señalan que, tras haberse impuesto en la Guerra Fría, ya nadie podía decirles “no” a nada, así que impulsaron los acuerdos de paz con más voluntad aún.
El resultado fueron los Acuerdos de Oslo. El documental entra en muchos detalles sobre el entendimiento entre Yaser Arafat e Isaac Rabin, pero lo que hiela la sangre es que escasos cuatro meses después de estrecharse las manos, Baruch Goldstein entró en una mezquita con un subfusil y asesinó a 29 palestinos. La crónica de El País de ese día comenzaba diciendo “Nunca se sabrá si a Baruch Goldstein se le ocurrió algún día que quizá podría cambiar el curso de la historia”. Una de las actuales estrellas políticas de Israel, Itamar Ben-Gvir, actual Ministro de Seguridad Nacional, tenía hasta hace poco en su salón un retrato de Baruch Goldstein. Pero no se trata de inclinar la balanza de la cupa. Si profundizamos en los agravios, el entorno de Goldstein informó en su momento que ese hombre cambió para siempre a raíz del asesinato de sus vecinos por extremistas musulmanes.
Esa tragedia solo fue el preámbulo del asesinato de Isaac Rabin y hasta seis años después no se pudo convencer a otro primer ministro de que siguiera su senda, fue Ehud Barak, que se reunió en Camp David con Arafat en julio de 2000. No se llegó a ningún acuerdo.
Entre las diferencias para el entendimiento se citan diferentes puntos de vista. Para los israelíes mirar hacia el futuro supone dejar el pasado atrás, para los palestinos, mirar hacia el futuro exigía reparar antes el pasado. A lo largo del documental, se muestran causas más profundas del desencuentro. Dennis Ross, ex director de Planificación de Políticas para el Departamento de Estado de Estados Unidos, se queja de que mientras los árabes insisten en el eslogan de “paz por territorios” no presentan ninguna alternativa.
Lógicamente, hay más cuestiones. Los intereses políticos, a menudo de otras potencias musulmanas, que utilizan al pueblo palestino como arma arrojadiza, especialmente por medio de un terrorismo despiadado que cierra todas las puertas. Para Moreh, ahora mismo el mundo le da la impresión de que ha entrado en una era “reality show”, donde la diplomacia ha perdido facultades. No como consecuencia de nada en particular, sino como el signo de los tiempos. Dijo en una entrevista:“Cuando ves lo difícil que es encontrar un lenguaje común entre enemigos, crear un vínculo entre ellos como seres humanos y luego conducirlos a un lugar mejor… hoy estamos en un mundo peor. Creo que esto que yo llamo el factor humano falta en nuestra vida cotidiana en todas partes”.