Lo que era tinajeo ahora es ánfora muy en boga y el barro cocido se ha convertido en terracota vestida de guerrero chino, que no cochino. Porque poco cambia y todo vuelve, como nuestros viernes hedonistas y el vino en la copa. Mucho, rico y siempre
Hablamos de recipientes, que los hay de materiales variados y variopintos, pero los que pintan hoy son los de lozas con sus lorzas. De utilidades según quién, cómo y cuándo, unos ven en ellos micro oxigenación, otros efectivos acabados, un aporte de puntito terroso, evoluciones más pausadas y más o menos fruta manteniendo la tensión. Que también podemos ponernos místicos o energéticos, como barritas que no de bar, pero para eso quedamos con Iker y abrimos unas botellas.
Alfareros que vuelven a su oficio para que el producto de la uva regrese a la tierra sin hacer sangre, que lo que nos gusta es beberlo. Por eso lo dejamos descansar en arcillas entre la tradición de orígenes presentes en cerámica bonita. Invasión poco invasiva que se va mostrando en etiquetas cada vez más frecuentes. Vasijas que se multiplican como peces, ya sea por resultados, modas o quéséyo. Ni nos importa, que hemos venido a disfrutar y allá que vamos, subidos en nuestro güebo espacial derechito a la luna, con pan, vino y andando el camino.
Empezando por donde todo se inició, en Georgia y con su Marani Kolkhi 2017 (Kolkhi). De variedad con el nombre innombrable de kakhuri mtsvane, pasa rasposín y mieloso para no dar reposo. Porque es bestiecilla en amargores que se agarra apasionada mientras nos ofrece una hogaza de harina blanca con queso fresco y un poquito de mermelada.
Sevillano y con mucha gracia el Piu Ánfora 2018 (Tierra Savia) se presenta como viognier y sus pieles con toquecito a rebotica. Térreo, algo etéreo y atesorando buen gusto, nos acompaña lo justo para hacernos el tiempo agradable. Y lo pasamos con un pan de centeno con mantequilla de la buena.
Desde alicante viene a enamorarnos la Pureza 2017 (Pepe Mendoza). Pura alegría en forma de moscatel de intenso varietal y grandeza en todos sus niveles. Simétrica armonía para dar largos paseos por la magia de su paisaje y terminar saboreando un pan de pasas y nueces con torta de queso cremoso de potencia media.
Los Conejos Malditos 2019 (Más que Vinos) corretean alocados asegurando que son variedades malvar y airén de Castilla la Mancha. Chulito y repleto de agraciados aromas, tiene su final de ponerse seriote e invitarnos a comer. Que sea un multi cereales con aguacate y salmón, venga.
El Mundo Zeppeling Blanco 2017 (Michelini i Mufatto & González) es palomino del Bierzo con el buen hacer de los que saben dar vida a los vinos que sí. Sacar el mejor partido a cada tipo de uva y jugarlo en forma de textura molona con conocimiento de gastrónomo listo. Y así, sin cortarse un pelo, nos pone delante una focaccia de hierbas variadas.
Komokabras Naranja 2018 (Entre Os Ríos) se acerca desde Galicia y nos lo cuenta, que es albariño, con pellejitos y su tinaja. Combinación de factores que lo transforman en lo que es, un molón a mogollón. Longitud muy larga, el tanino que debe, su amarguito que guay y nos lo bebemos en un plis con una broa de maíz con aceitunas.
Frescales y nada chiquito, ese es el Fresquito 2018 (Pérez Barquero). Pedro Ximénez de la Montilla Moriles serrana que crece cubierto de velo de levadura. Un poco y lo justo para darle ese toque de flor fresca y punzante que acaricia con vigor. Aguda persistencia que nos tomamos junto a ese mollete con tomate y jamón.
Détour Blanc 2018 (Domaine des Amphores) nos llega desde el Ródano con mezcolanza de uvas y frescura total. Muy de cítricos y algunos albaricoques, resulta asequible y más que grato, para un buen rato. Desenfadado sin dobleces para ir a brasserie y pedir un croque monsieur.
Con los tres siguientes hacemos visita catalana, y comenzamos con La Diferenta Cup de Pedra 2017 (La Diferenta). Combinación de picapoll negre, ull de llebre, garnatxa negra y sumoll, crecidas en tinas medievales. Fruta recién cogida y piedros de los grandotes que nos conducen directos a hogar en el monte más frondoso para comernos un candeal empapado en la yema de unos huevos fritos.
Endogen Vinyes Velles 2017 (Finca Mas Perdut) es samsó inmenso de frutales descarados que fluye sedoso y hermoso. Profundo y generoso se prolonga dando todo de sí, pero con calma, que no tenemos prisa ninguna. Y lo saboreamos despacito, con deleite y un pan de pita relleno de un buen guiso de carne y verdura.
Metamòrfic Tinaja Carenyena 2017 (Costador) nos llena con la intensidad de salvaje con medida. Campo profundo envuelto en todas sus hierbas aromáticas, suaves especias y unas vueltas de pimienta. Grande en su personalidad que lo hace tan diferente como necesario, y nos sacamos de la manga una torta de Aranda con su cordero asado.
Terminamos en Italia y por todo lo alto con el Cos Pithos Rosso 2015 (Azienda Agricola Cos). Nero d’Avola y frappato aliadas para crear un monstruo. De los guapos, claro. Austero, hierboso y elegante, es tan callado como inteligente. Delicia que guarda acidez de mucha guarda, aunque no lo aguardamos, que está bien bueno con un panino de porchetta.
Y así, una semana más nos despedimos esperando que venga la siguiente en pasar por aquí, que a saber cómo y desde dónde, pero bueno será si con vino es.