El 23 de Abril, Día Internacional del Libro, se celebra una jornada festiva y lúdica diseñada por editores, libreros y escritores con el objetivo de llegar al lector. Personalmente no la festejo, aunque sé que la curva de promoción literaria acabará doblegándome. Acumulo libros casi todas las semanas del año. No puedo resistirme. Pese a que el bolsillo apriete en ocasiones, múltiples, sin necesidad de acudir a las novedades, entre donaciones de particulares, préstamos de amigos y el recurso del mercado de ocasión, uno si no lee es porque no quiere. Soy de la generación del papel.
Como bien abordaba José Mújica en un discurso reflexivo y acertado tras su salida de la política activa, nos adentramos en una era, la digital, que ni es buena ni es mala, solamente es diferente. Si dedicamos una cuarta parte de nuestro tiempo a dejar de leer fake news o watsapps en beneficio de la lectura de los clásicos, nuestras vidas mejorarán notablemente. En apenas dos décadas vaticino a las futuras generaciones un fuerte desarraigo de la cultura del papel. Hasta nos han arrebatado el poder rubricar con tinta la conformidad del ticket de la Visa.
El libro no es un fósil. Las bibliotecas no deben convertirse en un museo. Si reciclamos el papel, reciclemos nuestros nuevos hábitos digitales. El olor a viejo, a celulosa, me pone mucho. Paginar más. Y despertarme con la incomodidad del desnudo de un libro entre las sábanas y no saber la página por la que me he quedado llega a ser estimulante. Recuerdo el tiempo en que me dio por escribir guiones para Las Fallas, para los infantiles. Me faltó atrevimiento y decisión en acercarme paseando a los talleres de los escultores del fuego y defenderlos. Muchos inacabados. Otros horrorosos. Y algunos quemados por la lava del cigarro, perecieron en el camino. Estoy arrepentido. Uno de ellos acabó indultado del foc. “Pare, mare, jo no tinc un NiPhone”.
Aquel guión satirizaba la nueva cultura digital tras el intercambio de una tableta y una pluma de ave entre Miguel de Cervantes y Steve Jobs subidos a la copa de un manzano. Pasada la etapa febril del relato fallero, escribo guiones cinematográficos. El último, “Benditos pulgares”, es una proyección de la anterior, al más puro estilo “berlanguiano” de habernos creído cultos y poderosos por el conocimiento que nos brindan las letras digitales. Para acabar, Joaquín Campa dijo algo así “Qué cosa más importante es un libro… flexible…hecho de un árbol…nos encontramos con la mente de otra persona…la escritura quizá sea la mejor invención humana”. ¡Leamos por favor, aunque sea prensa deportiva!
Tienen por objetivo "contribuir al fomento de la lectura, buscar un acercamiento del público a los libros y resaltar el importante papel que estos juegan en nuestra sociedad"