Bous al carrer, fútbol y fallas son temas intocables en la política valenciana. Más allá del discurso o programa político, ningún partido con aspiraciones de gobierno ha tomado medidas contundentes en contra de los intereses de los aficionados a estos eventos. Es uno de los pocos casos en la política valenciana donde hay un consenso efectivo.
Los gobernantes responden a las preferencias de los votantes, y los toros, fútbol y fallas generan una amplia aceptación social, sobre todo en el ámbito local. Aun aparentando ser temas estrella de los partidos conservadores, generan una complicidad fáctica a ambos espectros del abanico político. Incluso en aquellos partidos progresistas que prometían "racionalizarlos" y no hicieron nada de calado cuando gobernaron (y así les fue con su electorado).
Les doy varios ejemplos en el ámbito autonómico: la tan criticada Agencia Valenciana de Seguridad y Respuesta a las Emergencias ya se dedicaba en 2018 a estudiar el impacto económico de los bous al carrer (ver aquí y aquí). Entre 2009 y 2010, el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) otorgó varios avales a fundaciones vinculadas a tres clubes de fútbol profesional de la Comunitat Valenciana: el Valencia CF, el Hércules CF y el Elche CF. Cuando en 2016 fueron posteriormente anulados por la Comisión Europea al considerarlos ayudas de Estado contrarias al derecho comunitario (ver aquí), el Botànic recurrió la multa y consiguió la anulación posterior de la misma.
En el local, el gobierno del Rialto aparcaba la movilidad sostenible en las fiestas de guardar y en los partidos de fútbol. Cualquier intento de racionalizar las fiestas de las fallas, conjugando el derecho al descanso con la fiesta, es una batalla casi imposible en la ciudad de València.
Desde esta misma tribuna digital, en otra época fui implacable, entre otros temas, con el fútbol con el fútbol y las fallas (no llegué a tiempo de escribir sobre los toros). Ahora flaquean en parte mis críticas hacia los tres intocables al ver cómo las peñas taurinas y futbolísticas (así como los clubes) y los casales falleros se han volcado con los afectados de la Dana. La sociedad ha sido capaz de canalizar la solidaridad a través de estas entidades populares, que reflejan las preferencias de una gran parte de la comunidad. Cuando no quede ni rastro de barro, será el momento de agradecer a estas entidades su esfuerzo y solidaridad con los afectados.
Continuo defiendo unas políticas públicas encaminadas a prevenir las muertes y lesiones asociadas al maltrato animal, la ocupación del espacio público (y financiero) por parte de clubes privados, o para equilibrar el derecho al descanso con las verbenas. No obstante, reconozco la virtud de estas agrupaciones sociales en encauzar los esfuerzos de la sociedad civil y generar consensos amplios en la política.
Los bous al carrer, el fútbol y las fallas representan a miles de ciudadanos y son tradiciones y eventos a preservar, tanto por su dimensión social como por su capacidad de hermanamiento social y político. Durante la ingente reconstrucción tras los efectos devastadores de la Dana en Valencia serán necesarios consensos y compromisos políticos y sociales. Empecemos por aprender de los temas que en vez de separarnos, nos han unido.
Jordi Paniagua es catedrático de Economía en la Universitat de València e investigador asociado en la Universidad de Notre Dame