VALÈNCIA. Jesús Ros entrega la vara de mando, pero nadie quiere que se vaya. Amparo Folgado la recibe y el pleno la ovaciona. ¿Resulta compatible tanta aceptación a dos contrincantes en una misma sesión de investidura?. En Torrent, sí. Cambio de alcaldía. El PSPV la traspasa al PP, con Vox apoyando a la aspirante popular, Folgado, pero pidiendo a Ros que "te quedes, Torrent te necesita". Todo ello en un ambiente de besos, abrazos y aplausos. Ni una incipiente pitada ni un indicio de abucheo. La ciudad más poblada de la provincia de Valencia tras la capital pasa página política imbuida en un ambiente de fiesta.
Como si de una concurrida y jolgoriosa boda se tratara, Torrent ha celebrado, en el más amplio sentido de la palabra, su pleno de transición de vara de mando. Acaba la segunda etapa de mandatos del primer edil socialista Jesús Ros y comienza el también segundo periplo como alcaldesa de Amparo Folgado. Dos conocidos de largo, que se profesan algo más que respeto y que se han demostrado como poco cariño, han protagonizado una sesión de investidura trasladada al salón de actos.
Los primeros invitados que llegaron fueron la familia de Folgado. Ella, con un refulgente rojo al estilo ya identificado con el calificativo de ´alcaldesa´, entraría más tarde, junto a quien va a ser su indispensable acompañante en los próximos cuatro años y a quien hace cuatro meses ni conocía. Sí, llegó con su nuevo socio, el abogado y aspirante a la alcaldía por Vox, Guillermo Alonso del Real.
Poco a poco los asistentes llenaron el salón entre abrazos efusivos y reencuentros previstos, como los que suceden en toda boda que se precie. Aspirantes en décadas pasadas del PP antes de que el tándem María José Catalá-Amparo Folgado, primero junto y luego separado, protagonizara la vida torrentina de su partido en los últimos 16 años. Acudió, con su elegancia habitual, la exsenador Eva Amador. También lo hizo, con prestancia, el exalcalde socialista Josep Bresó. Ambos repartieron besos y abrazos a diestro y siniestro. El ambiente festivo incitaba a ello.
Y así hubiera continuada si el secretario, siempre fiel al formalismo de la sesión, no hubiera pedido a los asistentes que cubrían, sin abarrotar, el salón, que se sentaran, que debía de empezar a las once horas, con escrupulosa puntualidad.
Llegaba el momento de configurar la mesa de edad. Por si la figura de Jesús Ros no fuera a acaparar suficiente protagonismo, subió también a la tarima como concejal más veterano. Lo hizo acompañado de uno de sus nuevos ediles, Eduardo Gómez, que se incorporó a la mesa presidencial en su calidad del más joven. La foto de ambos, en ese instante, quizás sea recuperable en un futuro, cuando en algún momento acontezca el relevo de Ros. Todavía no.
De este modo llegó el besamanos. O la felicitación al novio. Porque quiso el destino, por el hecho de ser el edil de más edad, que Ros colgara a cada uno de sus compañeros del embrionario mandato la medalla de la ciudad. Así fueron desfilando los 24 (sin contar al propio primer edil hasta entonces, a quien Gómez le obsequió con el colgante distintivo) ediles.
A todos plantificó el carismático socialista torrentino dos besos, un abrazo o, como mínimo, apoyó sus manos en los hombros de quien se la acercara. Y la efusividad fue plenamente correspondida. De hecho, la esperaba quien se acercaba a Ros. Más aún, se notaba que lo deseaba y que quería tributar esa visible muestra de cariño. Después, se marchaba con una sonrisa en la boca y con cuidado de no caer por la escalera al bajar de la tarima.
De este modo, entre juramentos de munícipes socialistas, promesas constitucionales de cargos de PP y Vox y discurso propio (con la típica expresión ya casi obsoleta de "por imperativo legal") de los dos concejales de Compromís, se pasó a la votación. Ni urna ni mano alzada. Uno a uno se fueron levantando los 25 y diciendo el nombre de la persona a quien respaldaban. Empezó, por supuesto en el que parecía uno de sus grandes días, Ros. "Voto por Jesús", dijo con los brazos abiertos, en una expresión de modestia, refiriéndose a sí mismo.
No hubo ni margen para la sorpresa. Los cuatro ediles de Vox votaron a Amparo Folgado, que sumó 13 escaños sobre 25. Ros, con sus diez, no pudo igualarla. De nada le hubieran valido los dos de Compromís que, con su guion propio, se inclinó por su candidato, Xavier Martí.
Folgado ya era alcaldesa. Con esa decisión cambió la mesa presidencial y subió ella al estrado. Sus primeras palabras, sobre un escenario con una iluminación más teatral y con el rojo de su vestido abarcando la visión, las dedicó a "todo el pueblo de Torrent", con quien se comprometió a "entregarme por él", con agradecimiento incluido a Ros. Fue el primero con que le obsequió. El cariño, como buena pareja de liderazgo político torrentino, sería correspondido.
A partir de ese instante, con cierta diligencia para seguir con el espectáculo que concitaba el continuo aplauso del público, muy generoso con todos sin distinción de colores, empezaron las intervenciones de los portavoces de los diferentes partidos políticos.
Inauguró la tanda Xavier Martí, de Compromís. Fue el único que salpicó de cierto desasosiego el ambiente de placidez que enmarcaba la investidura. Fiel al repertorio autonómico de excusas proferido en las tres últimas semanas por su coalición, deambuló entre la "crispación", "la intoxicación vista como libertad de expresión" y "los tiempos extraños".
No hizo que decayera la fiesta. Más bien dejó en bandeja al abogado andaluz y portavoz local de Vox, Guillermo Alonso del Real, levantar más los ánimos si es que se podía conseguir que estuvieran más entregados a la representación. Se ganó al público renunciando a su discurso escrito. "Considero a Torrent una gran familia, y en las familias te puedes saltar la solemnidad", apuntó, para hilvanarlo con una ironía propia de su sector laboral. "Abogado, micrófono y sala llena...¿qué puede salir bien?", sonrió.
No le importó reconocer que "mi partido me soltó como un paracaidista en Torrent", para revertir la sensación al afirmar que "agradezco a mi agrupación y a todas las demás formaciones que me han recibido con los brazos abiertos".
Y si de abrazos se trataba, que mejor referencia que Ros. Ni corto ni perezoso Alonso del Real, portavoz de Vox, pidió públicamente al ya exalcalde del PSPV que se quede "con nosotros. Torrent te quiere y necesita que sigas. Te agradezco mucho el clima de compañerismo y solidaridad que generas".
Jesús Maroto, el portavoz del Partido Popular, recogió ese mismo guante y no dudó en solicitar "la colaboración de Ros para seguir trabajando por Torrent". Después desgranó los diez puntos básicos del programa de gobierno de su partido.
Y llegó el turno del aludido. Amparo Folgado le llamó al estrado y lo hizo, embriagada por ese ambiente de homenaje colectivo, casi incurriendo en un error que quedó simpático, de más reconocimiento si cabe. Pidió que subiera Jesús Ros "en representación del Partido Popu... Socialista Obrero Español". Quizás en su subconscientes bullía la idea de que fueran compañeros de formación. Hasta ese punto alcanzaba la cordialidad.
Se correspondieron con una sonrisa y subió al estrado el ya líder del principal grupo de la oposición. Lo hizo, siguiendo con el símil de la boda, como cuando el recién casado se levanta a agradecer la presencia del público. "Cuando uno ama a Torrent entiende que todo el mundo aporta cosas positivas", "Folgado siempre tendrá el apoyo del PSPV en todo lo que haga que Torrent sea más Torrent" o "en política no estamos para pensar en los personal, sino en nuestro pueblo".
Fueron algunas de sus lecciones de vida política, como la de citar por sus nombres a todos los concejales que no seguirán o el hecho de reconocer la legitimidad -sin citar los partidos- del pacto de PP con Vox. "El 28 de mayo el pueblo dijo que había otras fórmulas de gobierno y que existía una obligación de explorarlas", indicó, para concluir con un triple mensaje dirigido a la nueva alcaldesa y a su equipo: "enhorabuena, muchas gracias y a tener suerte".
Y comenzó por fin el turno de Folgado, la mujer que llevaba dos años intensos esforzándose en una campaña continua por levantar la vara de mando. Era su momento. Ya ejerce de alcaldesa. En este entorno tan emotivo, no quiso dejar de expresar que "agradezco, reconozco y traslado todo mi respeto a Ros. No se puede tener más honor que haber recibido la vara de mando de él. Muchas gracias, Jesús".
Alternando castellano y valenciano en su discurso, insistió en su deseo de "servicio público, humildad y escucha", su voluntad de pisar continuamente la calle y su vocación por su localidad. "Torrent es mi bandera, lo único que me mueve. Ser de Torrent no es un sentimiento, sino una pasión", concluyó.
Y con esa pasión, tras una sucesión de ovaciones continuas tanto a la alcaldesa entrante como al alcalde saliente, y con el público en pie, terminó una investidura que tuvo una elevada dosis de de celebración y poco de duelo político. Al fin y al cabo, los dos grandes protagonistas son bastante menos que rivales y mucho más que simples compañeros de pleno.