VALÈNCIA. En la política local de Torrent sobresalen dos hitos en un camino de 44 años desde 1979 a 2023 en los que, excepto dos cuatrienios, siempre ha tenido alcaldía socialista. El primero de esos hechos emblemáticos ocurrió en 1989.
Por aquel entonces transcurría el mandato inicial de un cuarentón Jesús Ros como primer munícipe. La oposición le planteó una moción de censura con la firma de un tránsfuga de su partido y familiar del anterior alcalde, también socialista. Parecía que todo estaba en su contra. No obstante, aquella medida fracasó porque un concejal del Centro Democrático y Social (CDS) se retractó y, pese a firmarla, no votó a favor.
Ros, que aparentaba las horas previas al pleno estar derrotado, salió a hombros de aquella sesión como gran vencedor, un hecho que en las últimas décadas solo ha compartido con otro alcalde histórico de su formación, Baldomero González, en Turís.
Desde entonces el primer edil torrentino apabulló elección tras elección hasta que decidió darse una pausa en 2004 para retornar en 2015. En total, suma 25 años de alcaldía que podrían haber sido una utopía si aquella moción de censura, como parecía lógico que lo hiciera porque reunía las firmas necesarias, hubiera prosperado.
El otro hito tuvo lugar precisamente con la retirada provisional –por aquel entonces parecía definitiva- de Ros de la política local para centrarse en su labor como diputado autonómico. Dejó al mando a su segundo, Josep Bresó, que, político de casta, carecía del carisma popular de su predecesor, un hecho que su partido no calibró hasta que una joven asesora del PP se presentó, a falta de otro candidato aparentemente más potente, para competir con él en 2007.
El nombre de aquella asesora es María José Catalá, que logró una tan sorprendente como brillante mayoría absoluta. Se marchó en 2012 como consellera para dejar al frente a su también segunda, Amparo Folgado, algo de lo que, con el tiempo, parece tan arrepentida como Eduardo Zaplana cuando se percató de las consecuencias de ceder su testigo como líder regional del PP a Francisco Camps.
Folgado siguió su propio camino que le ha llevado, pese a los intentos en contra de parte de su agrupación, con el concejal Arturo García al frente y con la alargada sombra de Catalá asomando desde València, a enfrentarse con Jesús Ros.
¿Estarían ambos compitiendo en 2023 si aquella moción de censura de 1989 hubiera prosperado o si Catalá no hubiera ganado los comicios de 2007 y, posteriormente, delegado la vara de mando en Folgado? La respuesta parece obvia.
El presente de la política torrentina ha quedado condicionado por dos hechos del pasado, por la voluntad de un edil del CDS que cambió su voto y la de una exalcaldesa que eligió heredera. El político que parecía hundido antes de aquella moción de censura y se convirtió, a partir de ella, en un líder local que avasallaba a sus rivales elección tras elección, gobierna en la ciudad más populosa (casi 90.000 habitantes) de la provincia de Valencia tras la capital.
En la actualidad apura un mandato que ha logrado simplificar fruto de un pacto de gobierno con Ciudadanos. El PSPV ha aportado 11 ediles y Cs ha completado la mayoría absoluta con sus dos. El acuerdo se selló en los meses de más virulencia de la pandemia y, desde entonces, se ha mantenido sin apenas altibajos visibles.
De esta forma, Ros no ha tenido que depender de los dos ediles de Compromís, coalición con la que convivió de manera compleja el anterior mandato, cuando Ros necesitaba cuatro votos para lograr la mayoría absoluta y replicó un Botánic que, a escala torrentina, no tuvo secuela.
Tras mantener la incógnita sobre si, a sus 69 años, optaría de nuevo al cargo, el alcalde de Torrent escuchó las continuas peticiones de sus compañeros para que lo hiciera y comunicó, ya avanzado este año y cuando no había margen para primarias en el PSPV, que volvería a encabezar la candidatura de su partido.
De trato campechano y conocedor de cada palmo de su ciudad, se enfrenta a la misma persona contra la que ha competido desde 2015. Amparo Folgado apura su tercera tentativa, consciente de que será la definitiva, para bien o para mal desde el punto de vista de sus intereses políticos. Para Ros, posiblemente, tampoco surgirán nuevas oportunidades. O vuelve a gobernar o se retira.
Folgado se ha preparado a conciencia para el reto. Lleva dos años en campaña permanente de calle, de bar, de portal. Superó un complejo proceso para repetir como presidenta local frente, precisamente, a Arturo García, el antagonista muñido por la propia Catalá.
Ganó y luego logró, con no poco sufrimiento, que la dirección regional del PP la ratificara como alcaldable. Al igual que la mayoría de sus conmilitones que opta a alcaldía, quiso forjar su propia candidatura electoral. Tanto no le dejaron. García (siempre presente) sigue siendo su compañía municipal como número dos indeseado (ella prefería a José Maroto, vinculado a la banca y al ámbito fallero) de su candidatura.
Esta circunstancia no arredra a Folgado, que cimenta en su enorme constancia (característica que le identifica con su admirado Mariano Rajoy) gran parte de sus esperanzas de éxito.
Y entre ambos titanes que dirimen el duelo por la alcaldía se sitúan atentos secundarios que no quieren desaprovechar su ocasión de influir en el próximo mandato. Por un lado aparece el tercer teniente de alcalde y portavoz de Ciudadanos, un político forjado en la fidelidad a su ideología (aguantó casi hasta el final con UPyD y va camino de hacer lo propio con Cs) y que parece disfrutar del don de la ubicuidad.
Raúl Claramonte, que así se llama, constituye una de las principales bazas de su formación para atemperar la pronosticada debacle de la marca e incluso para aspirar, con los votos del partido judicial de València del que forma parte Torrent, a lograr un diputado provincial. Ingenioso en sus campañas, aspira a volver a decantar la alcaldía tras las elecciones del 28 de mayo.
Compromís, por su parte, ha superado una crisis interna de la que aparentemente ha salido impulsado. Un enfrentamiento entre sus dos corrientes mayoritarias, Més e Iniciativa, alargó hasta abril la decisión de su cabeza de lista.
Al final, como suele ocurrir con la coalición compromisaria que requiere de sus tiempos en cada municipio, cerró el acuerdo para que encabece la lista el economista Xavi Martí y que de dos vaya María Jesús Herrada, de Iniciativa. Podem, con representantes en el tercer y cuarto lugar, y Esquerra Unida, con los puestos seis y siete, también aporta su delegación al elenco para darle más fuerza.
Vox igualmente ha tenido sus cuitas internas para decidir candidato. O, más bien, tras la determinación de la cúpula del partido de situar de abanderado al abogado y máster en dirección financiera, Guillermo Alonso, en sustitución de su antecesor, el concejal Antonio Martínez Moreno, que decidió renunciar.
Y cierra el sexteto de candidaturas Sumant per Torrent, formación que se integra en la plataforma valencianista Decidix y que ha ejercido durante los últimos años de oposición extramunicipal presentando hasta 70 propuestas al consistorio. En el lugar preeminente de su lista emerge el técnico electromecánico industrial Roberto Gómez. Tras él va el transportista Ricardo Romero y, de tres, una ex Reina de l’ Encontre y ex Fallera Mayor Infantil, María Pilar Blanquer.
Con estos protagonistas Torrent, ciudad con más habitantes de la provincia tras la capital, afronta unas elecciones que se presentan igualadas en la pugna por el primer puesto entre Ros y Folgado. No obstante, ganar no significa gobernar, como ya experimentó la segunda en 2015. El voto definitivo en la principal ciudad de la comarca de l' Horta puede tenerlo alguno de los restantes partidos.