La actual situación de la Unión Europea no parece que siga la línea que hace unos lustros preveíamos cuando pensábamos que caminábamos hacia una unidad política, como lo habíamos hecho con el euro y establecido un mercado único. Al mismo tiempo se fijaban unos principios de convivencia basados, principalmente, en la libertad de expresión, el derecho a la información, a la libre circulación y residencia, a la educación, a la sanidad gratuita, al trabajo, a la propiedad privada, al secreto de las comunicaciones, a la libertad de reunión, a la petición individual a las administraciones públicas, asociación y manifestación, al respeto a las comunidades étnicas o religiosas y a un sistema judicial que presuponga la presunción de inocencia hasta que no se emita una sentencia firme. En suma, los derechos humanos universales, inviolables e irrenunciables, y los fundamentales, que recogen los derechos personales y políticos promulgados por la ONU después de la II Guerra Mundial.
La cuestión está en si la actual estructura de la Unión Europea -que no llegó a consensuar una Constitución única para todo el territorio- se mantendrá al menos en sus actuales términos. Los resultados electorales de algunos países desde que se produjo el Brexit han dado cobertura a los que quieren modificarla y apuntan a la Europa de las naciones, donde el carácter de federación de los pueblos europeos a la que muchos aspiraban se reduciría a una Confederación, donde cada Estado haría su política propia si no le convenía lo aprobado en el Parlamento europeo. Síntomas de ello ya se han producido en Polonia y Hungría, que no han aceptado determinadas decisiones respaldadas por el Consejo europeo. Y está por ver qué ocurrirá con el nuevo gobierno italiano después del triunfo del bloque liderado por Giorgia Meloni, tachada de neofascista, quien ha colaborado con Vox y ha tenido el respaldo de Silvio Berlusconi y Matteo Salvini, líder de la Liga Norte o Liga Lombarda que pretende crear un estado en el Piamonte y deshacerse del Mezzogiorno, calificación que se da a la zona que va desde Roma hasta Sicilia. No es casual que Salvini se haya identificado con el movimiento independentista catalán y haya intervenido en varios mítines y reuniones apoyando la independencia de Cataluña.
En cambio, existe una visión optimista sobre la repercusión que puede suponer para la unidad de la UE la invasión rusa de Ucrania y la solidaridad unitaria que ha mantenido contra la Rusia de Vladimir Putin. Se han impuesto sanciones económicas y ayudado con estrategia y armas militares a los ucranianos para hacer frente al ejército ruso y recuperar las zonas ocupadas e incorporadas a la Federación Rusa. Los rusos consideran que, social y culturalmente, son más rusas que ucranianas, además de que les permite un contacto directo con la península de Crimea ya anexionada en 2014, que sólo suscitó protestas diplomáticas por parte de Europa y EEUU. De esta manera el politólogo checo Jacques Rupnik, antiguo asesor del histórico líder de Chequia Václav Havel, afirma que la guerra puede ser una buena oportunidad para avanzar en la unidad europea, e incluso incorporar a los países balcánicos. François Mitterrand se manifestó partidario de incorporar Rusia a la Federación Europea, sin embargo, en estas circunstancias, el fortalecimiento de la Unión Europea puede cohesionarse con mayor fuerza contra los rusos, incorporando incluso a Ucrania.
El panorama es, por tanto, de incertidumbre y se extiende a España y sus Comunidades Autónomas, que pronto entrarán en un periodo electoral, con resultados inciertos a pesar de las encuestas publicadas. ¿Qué pasará, por ejemplo, en la Generalitat de la CV y en las ciudades de Alicante, Castellón y Valencia? Las diversas encuestas anuncian que la mayoría puede alcanzarla el PP pero que, incluso con Vox, no podría formar gobierno con posibilidad de repetir un Botànic III con PSPV, Compromís y lo que pueda obtener Unidas-Podemos o la dudosa plataforma que se pueda formar con Yolanda Díaz. Figúrense que Mónica Oltra sale absuelta de su juicio, o se archivan las diligencias de su investigación antes de las elecciones, el cartel electoral de un partido cuya lideresa de Compromís se presentaría como alguien perseguida por la extrema derecha, lo que le daría un valor añadido a su candidatura que podría mantenerse políticamente, aunque disminuyera (o aumentara) en el número de diputados, pero que sería un punto clave para repetir el gobierno de coalición.
Es posible que la figura de Ximo Puig, que en las anteriores elecciones no alcanzó antiguos resultados del PSPV, -ni los de 1995 cuando Joan Lerma perdió la Generalitat frente a Eduardo Zaplana- pudiera aumentar dos o cuatro diputados más de los actuales. Algunos medios consideran que es el político mejor valorado en relación con los otros líderes y que su imagen trasmite la sensación de una persona moderada y partidaria de la concertación social y política, sin que hasta la fecha Carlos Mazón, el nuevo líder del PP valenciano, tenga todavía la fuerza suficiente para alcanzarle. No obstante, si el PP se convierte en una alternativa al PSOE en España, podría ocurrir lo de Zaplana en 1995. En este contexto me extraña ninguna alusión a lo qué puede ocurrir en las Diputaciones, una de las cuales, la de Alicante ya pertenece al PP. ¿Seguirá manteniendo la Diputación de Valencia la actual coalición? En fin, un panorama poco asegurado, lleno de múltiples facetas y colores como el arco iris después de la lluvia.