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A MI MODO DE VER / OPINIÓN

Trepadores y cucañistas

Foto: JESÚS HELLÍN/EP
18/10/2024 - 

Se puede haber alimentado la confianza en un principio a partir de los años en los que tomas conciencia de poder actuar por medio de tu voluntad. Y esa toma de conciencia conduce a otorgar nuestro consentimiento a principios que hemos venido manteniendo a lo largo de toda nuestra vida. Estamos ante lo que consideramos como una profunda convicción; profunda en razón de lo arraigada que está en nosotros.

Una de esas convicciones me ha llevado a pensar nuestra organización social como íntimamente vinculada al sistema parlamentario. Sistema en el que pueden circular y ser articuladas la diversidad de expectativas, de opiniones y de alternativas. Diversidad con la que se espera identificar con claridad las necesidades surgidas en el colectivo social y hacer frente a las mismas. Esa actividad es imposible desarrollarla si los distintos participantes en ese diálogo entienden que esa necesidad de articulación de necesidades y leyes debe pasar por la ocultación de 'la jugada', el descrédito, la descalificación, la reprobación de algunos de los participantes. En definitiva, si no se analiza el problema de la sanidad o de la vivienda contando con un acreditado análisis del mismo, respetando el lenguaje y haciendo honor al proyecto anunciado o a la palabra dada, preciso es retornar a la búsqueda de ese necesario fundamento, a la recuperación de esos principios que son los únicos que han de permitir una mejor organización de la sanidad, de la justicia, de la docencia, de la vivienda, etc. En todo el proceso de análisis y debate de una propuesta, v.gr. ley de vivienda, solo me cabe pedir que se diga en verdad lo que está en riesgo y lo que en verdad y con mucho trabajo podemos conseguir. El engaño como la trágala son las semillas más potentes de una futura abstención; por eso, “el maquiavelo de salón” no pasa de ser un intrigante intelectualmente descalificado y moralmente reprobable.

En la situación presente, en nuestro día a día, hemos llegado a ganar una certeza: a medida que tengamos más información, tendremos más motivos para avergonzarnos, para dudar del valor del parlamento que hemos construido y de los liderazgos que ha alimentado. En ocasiones, es sorprendente e hiriente la ligereza con la que se lanzan propuestas que afectan de modo directo a lo más íntimo de las personas. Estos días pasados parece que alguna mente poco ilustre tenía en su cabeza una solución del problema de la emigración; La Mancha podía albergar miles de personas. Lo que más ofende de esa propuesta es la ligereza, la falta de reflexión que desconoce lo que un autorizado Santayana dijo en su día en dos líneas: "Para que el exilado pueda ser feliz debe renacer, cambiar su clima moral y el paisaje interior de su mente (El nacimiento de la razón, KRK 2022). ¿Alguien se da cuenta del proyecto trazado en una línea y de las exigencias que plantea?

El deterioro de los principios que deben hacer posible el entendimiento entre las distintas concepciones de la educación, la sanidad, la vivienda, etc. nos pone ante unos liderazgos que, así lo pienso, podían hacernos el favor de hacer mutis por el foro, de desaparecer, convocar elecciones y poner a los distintos partidos ante una exigencia que creo que hace tiempo que desconocen: aventurar nuevos programas y nuevos líderes. Recurriré a Juan de Mairena para ganarme el acuerdo de mis lectores: "La política señores es una actividad importantísima... Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el obtener ganancia y colocar parientes".

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