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VALÈNCIA. Era un 27 de diciembre de 2017. Sala 16 Toneladas. El proyecto de Mésdemil se despedía del público con un concierto colectivo tras más de una década de trabajo. El proyecto de Carme Laguarda, Andreu Laguarda y Tubal Perales se apagó ahora hace tres años y ningún otro ha cogido el testigo en materia de discográfica. Un hueco en el sector que se ha cubierto de manera natural a partir de autoediciones o buscando compañías en otros territorios, especialmente en Cataluña. ¿Qué ha pasado en estos tres años?
Carmen Laguarda atiende a las preguntas de este diario en la efemérides y apunta a que ha cambiado todo y nada a la vez: "No ha cambiado el contexto de ninguna de las razones por las decidimos cerrar el proyecto, y de hecho, me da la sensación de que -adaptándonos a los nuevos tiempos- una discográfica valenciana difícilmente será viable cuando la gente sigue sin estar acostumbrada a pagar y, ahora con la covid-19, los conciertos (tradicionalmente, el principal ingreso de los grupos) no se pueden llevar a cabo".
Laguarda, bajista en Canta Canalla, explica su propia experiencia en su grupo actual: "Nosotros nos hemos autoeditado. Los músicos mismos podemos subir nuestras canciones a Spotify y otras plataformas de distribución, que es donde se consume la música actualmente. Luego, tenemos alguna tienda de discos con la que mantenemos una relación directa, pero son cosas que se pueden hacer con sellos propios (como pasa con Tardor y Primavera d'Hivern) o ajenos como Metrònom, si no lo quieres hacer tú. Opciones sigue habiendo".
El cierre de Mésdemil encendió las alarmas de una pérdida importante en el sector entonces, que se quedaba sin la compañía que editaba a Rapsodes, Borja Penalba, Mireia Vives, Andreu Valor, Gener, Mox... "De nosotros destacaban sobretodo la sensibilidad con los grupos y agradecían la buena relación y estrategia con los medios de comunicación, que es algo complicado en el DIY; quieres estar en todos los medios, pero sin una dedicación, es complicado", explica Laguarda.
Pero aún así, la co-fundadora del sello nunca mostró una voz alarmante sobre la situación. No lo hizo en 2017, cuando le entrevistó este diario, y explicaba naturalmente que "cerramos por motivos económicos. Hace muchos años que luchamos, cobrando unos sueldos que consideramos que no son acordes al trabajo que hacemos". Ahora, haciendo balance, opina que: "a nivel personal, fue muy bonito y familiar. Lo pasamos bien, lo hemos visto como un proyecto muy chulo y, aunque suene mal decirlo, cerramos contentos, al igual que abrimos contentos. La última etapa fue muy cansada y no veíamos la luz al final del túnel, así que cerrar fue algo positivo".
Más madera: "No creo que la consolidación del sector musical en nuestro territorio pase por una discográfica o un proyecto como Mésdemil. Todo está tan centrado en lo digital que me pregunto si la idea de tener un sello está obsoleta". Laguarda apunta, sin embargo, a otros problemas sistémicos: "Es importantísimo dar oportunidad a los grupos para que se puedan profesionalizar, y eso pasa por un circuito de salas que de oportunidad a los grupos debutantes, apoyas las giras y locales de ensayo públicos y accesibles".
Cerró Mésdemil y la grito que se puso en el cielo entonces se ha ido callando estos años. Tal vez el contexto haya dado la razón a la razón por encima de lo romántico. Tal vez Mésdemil haya sido uno de los últimos proyectos discográficos de la música valenciana.