Mientras nos enzarzamos en discusiones sobre la utilidad o no del carril bici en el anillo interior o en acalorados debates sobre la conveniencia de aparcar en el carril bus por las noches, Valencia muta su piel y pierde (parte) de su esencia
Uno siente que se hace mayor, entre otras cosas, cuando comienza a hablar de cómo era su entorno hace unos años con amigos y conocidos, también por supuesto cuando ya ha ido a muchas bodas y algunos funerales. No diré aquella mítica expresión de “todo eso era huerta”, pero si que podemos utilizar expresiones como “en esta tienda de bikinis ahora cerrada comprábamos la mejor tarta capuchina de Valencia”, refiriéndonos a la tristemente desaparecida Confitería Villanueva en Don Juan de Austria.
En los años más duros de la crisis y ante el cierre de muchos comercios, algunos de ellos catalogados como históricos, pensaba con cierta ingenuidad que el nuevo gobierno tendría como prioridad absoluta el apoyo a este de tipo de negocios. Uno de manera reduccionista e incluso idílica piensa que los grandes partidos, máxime si son de centro derecha, favorecerán la libertad comercial y con ello quizá los grandes se comerán a los pequeños. Pero si gobernaba un partido local como Compromís que casi hacía de la lucha de barrio su ideario, intentaría legislar y hacer todo lo posible para mantener la configuración más arraigada de la ciudad, pero ya saben aquello de predicar y dar trigo.
Así que en los últimos años la ciudad sigue en su “modo desconfiguración” como suele decir Andrés Goerlich, presidente de la Fundación Goerlich. Y asistimos con tristeza y decepción al cierre o traslado de comercios que muchos recordaréis como la Horchatería El Siglo, la tienda de grabados Luis Farinetti o la librería de mapas topográficos Regolf. En estos dos últimos ejemplos ha sucedido lo mismo que con la Ferretería Galán –de la que hemos tenido noticia estos días–. El negocio continua pero trasladando el local a otros bajos comerciales que en muchos casos suponen la pérdida de encanto tanto por la ubicación como por la decoración interior.
La información que este diario publicó donde se indica que las actuales propietarias de la ferretería –sita en uno de los chaflanes más céntricos junto al Mercado de Colón– pretenden mantener incluso el mobiliario, fue un motivo de alegría para este Tintero y de creencia en la capacidad del ser humano por apreciar y valorar la historia y la esencia de cada pieza. Con la destrucción de locales, edificios y parte del mobiliario ornamental y patrimonial de nuestra ciudad en aras del desarrollo y los avances, creo que demostramos la arrogancia del ser humano que en su breve paso por el mundo decide adaptar su entorno guiado por circunstancias temporales; y en ocasiones sin buscar soluciones que premien la conservación del patrimonio.
Ojalá al menos, muchos de los históricos comercios que se ven abocados a echar el cierre, puedan ubicarse en otros puntos de la ciudad y mantengan el espíritu con el que nacieron, hacer una ciudad humana y cercana. Una Valencia cálida y amable con sus vecinos y con quienes nos visitan, pero siempre con flexibilidad y empatía. Estas características no están presentes en nuestros representantes y prueba de ellos están siendo los problemas con diversos colectivos –usuarios, comerciantes, hosteleros,…– que no dejan surgen cada vez que anuncian una decisión política.
La transformación de nuestra querida Valencia sigue imparable con medidas que generan gran debate social: el carril bici que espero y deseo que logre llenarse a todas horas y no suponga un trastorno para conductores, viandantes y motoristas –éstos consideran que el bordillo que separa los carriles es peligroso para su circulación–; y la por ahora paralizada y polémica decisión de prohibir el estacionamiento en el carril bus en horario nocturno en algunos zonas de la ciudad. Ésta curiosa y creativa nueva polémica ha generado anuncios tan peculiares como que una concejalía proponga prohibir dicho estacionamiento y otra diga que la policía no multará a quien decida aparcar, ¿alguien da más? Coordinación, coherencia y acción conjunta en toda regla, claro que sí.
Aún guardo la esperanza de que los comercios que configuraron la fisonomía de la ciudad continúen o se renueven fieles a sus orígenes y la Valencia contada, la Valencia que se ilustra, la Valencia que genera tanto debate y que tanto amamos. Finalizo con las palabras del arquitecto Javier Domínguez en el debate que se celebró en el Colegio de Arquitectos: “¿Tenemos un modelo? Hay que hacer que las cosas de abajo a arriba. Hay que preguntar a los hosteleros, a los empresarios… para que un cambio no dure dos décadas. Los cambios se producen muy lentamente, y la política en lugar de ser el motor es el furgón de cola”