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NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Trump contra la ciudad

La batalla está servida, entre el presidente más urbano de todos los tiempos, y las ciudades densas y diversas que aspiran a ser inclusivas

25/01/2017 - 

Donald Trump es un hombre de ciudad. Nació, creció y vive aún en la quintaesencia urbana a escala planetaria: la ciudad de Nueva York. Pasó su infancia y adolescencia en Queens para acabar dirigiendo desde la desmesurada Trump Tower de la Quinta Avenida en Manhattan, su desmesurada Trump Organization.

Presentado en sociedad como un hombre que hizo fortuna —más bien gestionó la heredada— en el marco facilitador del sueño americano: de casa, coche y familia en los suburbios de la ciudad extensa; sus estrategias de negocio han ido por otros derroteros.

La Trump Organization, como el mismo Donald, es una entidad preeminentemente urbana. Sus torres de oficinas y hoteles se multiplican desde Manhattan al mundo casi siempre en los entornos densos de los distritos de negocios y las ciudades consolidadas.

En su discurso del pasado viernes 20 de febrero con el que inauguró su presidencia hizo hincapié en su agenda desarrollista para ‘hacer América grande otra vez” mencionando por primera vez en un discurso inaugural presidencial conceptos como ‘urbano’, ‘paisaje’, ‘infraestructura’, ‘solidaridad’ o ‘dispersión urbana (sprawl)’. Parece que la clave de su estrategia para la recuperación de los EEUU es la construcción de infraestructuras.

No obstante, en los borradores de presupuesto en los que trabaja su equipo, se barajan grandes recortes a las partidas de gasto más importantes para las ciudades: vivienda y desarrollo urbano, energía, transporte, justicia, educación y empleo. No es nada desdeñable que Trump haya propuesto como director de la Agencia de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD en sus siglas en inglés) a un político que ha puesto en duda públicamente el rol de dicho organismo.

El futuro de las políticas urbanas está por tanto pendiente del hilo de las propias contradicciones de Trump. Donald Trump, siendo uno de los presidentes más urbanos de la historia de EEUU, ha alcanzado el poder, paradójicamente, a pesar (o contra) las ciudades.

Desde principios de esta década varios expertos han ido señalando que la división política tradicional marcada por la geografía se había diluido, para convertirse entre una división clara entre los entornos urbanos y lo que queda de la América rural. La diferencia ya no viene causada por el lugar dónde viven las personas (norte o sur, este u oeste) sino por las maneras de habitar, por el cómo. Los datos ya señalaban en 2012 que las ciudades votaban mayoritariamente progresista.

De hecho, la estrategia electoral de los candidatos republicanos ha ido evolucionando en los últimos años hasta prácticamente renunciar a la victoria en las grandes metrópolis. Reagan hizo en el 1980 una campaña con una clara dedicación a las áreas urbanas. Hoy en día, no obstante, solo 3 de las 25 ciudades más importantes de EEUU tienen alcalde republicano. Reforzando lo que comentaba antes: la densidad poblacional (obviamente los entornos urbanos son más densos) ha ido incrementando su correlación con el voto demócrata.

Comparando los votos republicanos en las elecciones presidenciales de 2012 con las de 2016, Trump solo ha incrementado la masa de votantes sobre Romney en las ciudades pequeñas y los entornos rurales (con un incremento del 3,5%), perdiendo claramente votos en las grandes áreas metropolitanas (una bajada del 2,5%). Son precisamente las ciudades pequeñas y los entornos rurales los que han experimentado una perdida relativa de empleos entre 2007 y 2014.

No es de extrañar que las protestas ante el ya presidente Trump tengan una escala urbana: desde la Women’s March on Washington, replicada alrededor del mundo, a manifestaciones más minoritarias como Design As Protest (Diseño como Protesta) que reunió a arquitectos, artistas, líderes comunitarios y activistas en doce ciudades americanas. Design as Protest ponía de manifiesto que el diseño en el entorno construido afecta transversalmente a la justicia social, la vivienda, la seguridad, la salud o la lucha contra la brutalidad policial, todo ello conectado con el espacio físico.

Parece evidente que la oposición más importante a las políticas de Trump vendrá precisamente del poder de las ciudades y de líderes como el alcalde de Nueva York Bill de Blasio. La batalla está servida, entre el presidente más urbano de todos los tiempos, y las ciudades densas y diversas que aspiran a ser inclusivas.

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