Es bonito cuando el amor llega a la cocina y en Tula hay gastronomía, conocimiento, una historia de encuentros y un proyecto gastronómico con un futuro apasionante
Tula, en la playa del Arenal (ajá, Xàbia) es la historia de dos cachorros de Quique Dacosta: Borja Susilla y Clara Puig. De cómo se enamoraron en su cocina (nos encantan estas historias) y cómo decidieron ir de la mano hacia un futuro incierto, pero juntos. Desde Dénia hasta Casa Gerardo en Asturias (del enorme Pedro Morán) y desde Prendes de vuelta a Alicante en busca de un proyecto llamado Tula donde no había más plan B que la entrega y el riesgo. Y siempre. Juntos.
Me gusta mucho Tula. Me gusta su cocina valiente pero sensata, que mira al mercado y al territorio pero sin miedo a jugar con otras cocinas —me gusta especialmente el rillette caliente de raya, coliflor, butifarra negra y encurtidos, la urta en escabeche y el taco de hoja de shisho con panceta y anguila ahumada. Me gusta esta cocina cuyo ADN es el sabor y el sentido al que imagino (y deseo) un recorrido maravilloso. Lleno de dificultades, claro. Pero juntos.