Valencia como esponja turística es lo que sugiere un reportaje en un influyente medio de comunicación norteamericano. ¿Pero, estamos realmente preparados para una avalancha?
Hace apenas unos días saltaba el júbilo entre nuestras fuerzas vivas después de que un prestigioso diario norteamericano como el New York Times recomendara Valencia, junto a otras ciudades europeas medias y pujantes, como nuevo destino turístico ideal y de futuro frente a otras metrópolis desbordadas. Aunque, por lo general, ya se sabe cómo funciona esto de los reportajes turísticos no dudo que el redactor del diario cayera rendido ante los encantos de nuestra ciudad. Los tiene y seguro que se dejó miles por descubrir.
Tardaron poco esas mismas fuerzas vivas en salir al balcón para concluir que esa recomendación era producto de su buena gestión. No ya de que seamos una ciudad desbordante que hemos construido entre todos sino sólo fruto de una gestión política, por otro lado, también cuestionable porque en muchos aspectos relacionados con el turismo así todavía nos va. A las pruebas, quejas y desbordamiento me remito. La complacencia nunca es buena per se. Atendamos a los efectos de las Fallas como Patrimonio de la Humanidad y a la ausencia de previsiones para comprender los efectos colaterales.
Quiero mucho a mi ciudad. Por algo vivo aquí y no tengo intención de borrarme, pero que no nos despisten con un simple reportaje que seguro beneficiará a todos, pero ante el que habrá que estar preparado. Por aquí somos muy dados a las condecoraciones unipersonales en redes sociales auto otorgadas por nuestros gestores públicos y aireadas por afines y familiares que salen a dar la cara cuando el paro desciende un poquito, aunque sea gracias a la precariedad, temporalidad y estacionalidad, y se esconden cuando los números cantan bastos.
Me gusta mucho esta ciudad. Quienes han tenido oportunidad de viajar algo por el mundo estará conmigo que en calidad de vida nos ganan pocos porque también va en nuestro ADN. Somos lo que somos. Grandes y meninfots.
Sin embargo, los argumentos del NYT eran básicos y hasta tópicos, aunque un simple reportaje pueda llegar a cambiar el concepto y deseo de miles de personas en todo el mundo por seguir su estela y hacer caso de la recomendación.
Mi reflexión es que si esto puede continuar yendo hacia arriba ya no sólo por un reportaje sino más bien por el boca a boca de quienes nos visitan o el establecimiento de nuevas conexiones aéreas gracias al low cost, habrá que estar preparado ante las hordas, digo yo. Pero en todos los sentidos. No sólo quedarnos como destino de frenesí y desmesura urbana sino en una ciudad realmente preparada para la invasión. Y en ese punto, aún no creo que estemos en condiciones de cantar glorias y alabanzas políticas de medio pelo y titular inmediato. De momento, otro edificio entero de Germanías también será destinado a hotelito.
Por ello, me sorprende que ante la creación del nuevo Gobierno de la Generalitat o del Ayuntamiento de Valencia, el Turismo, una de nuestras principales fuentes de riqueza, quedara arrinconado en la constitución del nuevo Consell y relegado de nuevo a un segundo escalón mientras se priman áreas de gobierno de auténtico tercer o cuarto nivel y dudosa necesidad como prioritarias por un simple gesto de compadreo político en el reparto de poder o de siglas, que es lo que parece a grandes rasgos ser este nuevo Gobierno autonómico de tómbola, ya saben, siempre toca, si no un pito una pelota.
En fin, sí, tendremos muchos turistas más, Desconozco si realmente se ha calculado el alcance y el precio a pagar, incluso si estamos preparados para ello. Sólo hay que entender lo que ha sucedido en Barcelona para comprender en qué podemos convertirnos con reportajes gratuitos o financiados que es lo normal. Aunque sin tasa.
Por lo general, Turismo siempre va unido a Cultura. En todos los sentidos. Es lo básico. Un turismo que no consume cultura no sirve para mucho porque es simplemente de ida o circunstancial, pero no siempre de vuelta. No vendemos turismo, ni siquiera cultura porque nuestros museos y nuestra oferta cultural están visiblemente y en su conjunto al margen de esas políticas que convierten a una ciudad en algo atractivo más allá de su temperatura, gastronomía, iconos arquitectónicos y hasta inservibles o su carácter festivo. Si nos conformamos con que todo tour concluya en el Mercado Central, pero no se quede con una oferta lúdica de altura y calidad que nos refuerce como destino privilegiado y completo y no seamos capaces de vender el resto de ciudad, provincia o autonomía, es que no existe proyecto global. Sólo réditos circunstanciales y, eso sí, muchas medallas de cartulina.
Así que partamos de líneas estratégicas, rediseñemos nuestra oferta y sobre todo seamos capaces de crear rutas y generar identidad global más allá de los tópicos. Tenemos mimbres, por supuesto. Pero no parece que estemos por ir lejos del aplauso fácil y complaciente. Y por ahí vamos mal, muy mal si es que queremos ser realmente un destino turístico de calidad y solvencia. Todo lo demás, como el empleo: temporalidad y propaganda política de poca solvencia. Es lo que nos mueve: la publicidad.