VALÈNCIA. El pasado 14 de agosto, cuando la mayoría de estudiantes españoles todavía estaban disfrutando de sus vacaciones, Oscar Matousek, graduado de la última promoción de Caxton College, tuvo su primer día de clase en la célebre universidad de Berkeley, a veinte minutos de la ciudad de San Francisco, para estudiar Ingeniería Nuclear.
“El proceso de acceso fue bastante exigente. Además de solicitarme la nota media de Bachillerato, me exigieron realizar un examen de admisión y presentar tres ensayos de temáticas diversas. Una vez superadas esas pruebas, tuve que superar una entrevista en la que valoraron tanto mis habilidades académicas como las sociales”, asegura el joven universitario que se graduó el pasado mes de junio con Matrícula de Honor.
Oscar vive en el campus, en una habitación de la residencia de estudiantes desde donde es consciente de la oportunidad que se le abre al estudiar Ingeniería Nuclear en una de las facultades internacionales más distinguidas en esta materia. “Los primeros días fueron difíciles. Estaba a más diez mil kilómetros de mi casa, en una universidad con alumnos increíblemente dotados intelectualmente. Tenía que orientarme en un campus impresionante, a hablar y relacionarme con nuevos compañeros y a conocer a profesores de fama mundial cara a cara, se lamenta Matousek, quien pocas semanas después de su llegada, ya tiene amigos de círculos académicos muy diferentes entre los que destacan químicos, físicos, politólogos, economistas y, “aunque eran difíciles de encontrar, también ingenieros nucleares”.
Sobre el ritmo de las clases de esta universidad pública norteamericana de élite académica, que habitualmente figura entre los primeros puestos en los rankings mundiales, este estudiante de ingeniería afirma que “las clases de Berkeley no se parecen a las que se llevan a cabo en Secundaria; no hay ningún calentamiento previo. Muchos profesores nos envían deberes todos los días desde la primera clase. Pero, a pesar de ello, la comunidad de estudiantes que estamos pasando por esta misma experiencia, nos apoyamos mutuamente para adaptarnos cuanto antes y seguir adelante”.
Cuando habla sobre su futuro, sus dieciocho años afloran con viveza para explicar que, a pesar de su juventud, tiene claro un itinerario. Sin embargo, “ahora estoy expuesto a tantas ideas y aspectos diferentes de la física y la ingeniería que, en el futuro, podría cambiar mi camino. Aun así, espero terminar la carrera y luego trabajar en ITER, el reactor de fusión Tokamak actualmente en construcción en Francia. Después, me gustaría volver a la facultad y obtener un título de posgrado en Física Nuclear para poder comenzar a investigar la energía de fusión. Pero, como decía antes, una de las mejores cosas de Berkeley es que a diario se te abren muchas alternativas y todo puede cambiar”.
Desde Caxton College, el colegio valenciano que lo ha visto crecer, su directora Amparo Gil atestigua que “Oscar ha sido siempre un niño muy curioso, con muchas ganas de aprender y una clara voluntad de conseguir lo que se proponía. Estoy convencida de que estos valores, junto a su talento natural, le abrirán un futuro académico y profesional admirable”.