El post rock de Godspeed You! Black Emperor; el pop afrancesado de espíritu kraut de Stereolab; el hard rock adrenalínico de los noruegos Gluecifer; la psicodelia loca de los japoneses Acid Mothers Temple; el inigualable frontman Jon Spencer
VALÈNCIA. Sabíamos que el último tramo de 2022 estaría preñado de buenos conciertos. València sigue siendo una plaza secundaria dentro de las giras europeas de bandas internacionales, pero durante los meses de otoño siempre se dejan caer por aquí artistas interesantes, gracias sobre todo al trabajo que hacen los promotores locales que todavía no se han lanzado a la programación de grupos facilones y exasperantemente trillados.
Lo que no esperábamos es la feliz confluencia de importantes bandas de los noventa que se va a dar en la ciudad en apenas dos meses. Muy distintas entre sí, y al mismo tiempo perfectamente representativas del tiempo en el que nacieron. Los noventa fueron muy moviditos, más allá del desplazamiento de placas tectónicas que supuso la explosión del grunge para la reorientación de las grandes discográficas hacia las bandas de rock independiente. Es la década dorada del post rock y la que dibujó la infinita ramificación de subgéneros y experimentos crossover asociados al metal. Los noventa marcaron también el inicio de curiosos revivals, como el que capitanearon las bandas escandinavas enamoradas del hard rock setentero de Detroit y Nueva York. Los noventa fueron, además, un buen caldo de cultivo para las bandas de rock experimentales, de la que surgieron algunos de los mejores frontmen de la historia.
11 de octubre (Sala Repvblicca)
Formados a finales de los noventa, y encumbrados a principios de los dosmiles como una de las bandas de rock instrumental más importantes de su generación, los canadienses Godspeed You! Black Emperor están de vuelta. La gira de su último disco, G_d’s Pee at State’s End! (2021) recalará en la Sala Repvblicca de València el próximo 11 de octubre. Un espacio quizás más grande y frío de lo que nos gustaría, sobre todo si lo comparamos nostálgicamente con aquel concierto que ofrecieron en La Nau de la Universitat de València en el año 2002. Apenas unas decenas de personas, algunas sentadas en el suelo, dejando la mente a lomos de una deliciosa mezcla de rock progresivo y space rock con notas experimentales.
Aunque el cénit de su carrera sigue estando en aquel Lift Your Skinny Fists Like Antennas to Heaven (2000) -que es sin lugar a dudas un disco de fondo de armario de los que envejecen estupendamente-, el séptimo trabajo de estudio del grupo, grabado en 2020 durante el encierro por la pandemia, sigue teniendo momentos mágicos. Es quizás un disco más domesticado; la geometría invisible con la que se construye las canciones es más previsible que la sus primeros trabajos. Aún así, sus conciertos son siempre altamente recomendables. Habitualmente giran con nueve o diez músicos (tres guitarras, dos bajos, violín, viola, chelo, percusión….) y acompañan los directos de proyecciones. El mindfulness de los campeones.
31 de octubre (Sala Moon)
Stereolab marcó a toda una generación. Es el epítome del buen gusto y de una heroica capacidad para mantener su credibilidad y su fe en sí mismos a lo largo de varias décadas, sin publicar un solo disco malo. Son también un ejemplo paradigmático de cómo se puede construir algo completamente nuevo a partir de los retales de géneros muy consagrados.
La banda londinense fundada por Laetitia Sadier junto a Tim Gane en 1990 creó un sonido propio con trazas de krautrock alemán, bossa nova brasileña y cançon francesa. A todo ello hay que añadir una vocación experimental que modulan a su conveniencia. En su discografía hay bálsamos pop perfectos como banda sonora para andar por la calle, limpiar la casa o como hilo musical en una cena con amigos, pero también canciones más juguetonas, obtusas y ruidosas.
Su próximo concierto en València está motivado por la reciente publicación del recopilatorio con clásicos y joyas ocultas Pulse of the Early Brain. En las tres décadas transcurridas desde la publicación de su debut, “Peng!”, Stereolab han pasado de fijarse en el panorama sónico del siglo XX a escribir su propia historia, compilada en la serie Switched On, cuyo quinto volumen es este que vienen a presentarnos. Como aliciente añadido, la presencia sobre el escenario del bajista castellonense Xavi Muñoz, que forma parte de la banda desde hace años. Su experiencia con Stereolab quedó plasmada en esta entrevista publicada en Culturplaza en 2020.
El concierto tendrá lugar el 31 de octubre en la Sala Moon, después de la actuación de la banda valenciana Mecánica Clásica. Como para perdérselo.
8 de noviembre (16 Toneladas)
Acid Mothers Temple & the Melting Paraido U.F.O. son una banda con una misión: volarnos la cabeza a todos. No tienen ningún reparo en reconocerlo. En 2001, el grupo japonés protagonizó la portada de la revista Wire, referencia mundial en el campo de la música de vanguardia. Dos décadas después, ya sin el hype de aquel momento, pero todavía respetada y seguida por miles de forofos de la música psicodélica dura -no confundir con las livianas sábanas lisérgicas con las que se suele describir a muchas bandas de rock-, les tenemos de nuevo con nosotros. Lo harán con su nuevo vocalista, Jyonson Tsu, incorporado en 2017 y teloneados por una nueva banda valenciana, Gazella, cuya propuesta bebe del shoegaze y el dream pop de principios de los noventa y de los ritmos motorik de Can y Neu!
Es la tercera ocasión en la que la promotora underground Sufre Sound System trae a València a este grupo fundado en 1995 por el guitarrista Makoto Kawabata con el objetivo primordial de crear una especie de comuna espiritual. Comenzaron su trayectoria como colectivo multidisciplinar que abarcaba tanto músicos como bailarines, artistas plásticos, ex-yakuzas y todo tipo de personalidades. La única premisa o hilo conductor capaz de servir como comunicación entre todos ha sido siempre el culto a la música improvisada.
Gracias a su amplia y diversa discografía, Acid Mothers Temple se han ganado la medalla de ser el principal exponente de la psicodelia nipona, junto a Les Rallizes Denudes, High Rise o White Heaven.
9 de noviembre (Loco Club)
Cada vez que ves en directo a Jon Spencer, el retrogusto de su concierto te acompaña durante días, semanas, meses. No estoy diciendo nada nuevo al afirmar que es un frontman tocado por una mano divina. Qué carisma tiene nuestro lobezno del rock and roll. Qué salvaje.
A lo largo de su trayectoria, el músico de Ohio se ha juntado con gente muy distinta (Boss Hog, Pussy Galore, Heavy Trash), tocando muchos palos por el camino, aunque la etiqueta por la que se le reconoce más habitualmente es la del rock blues. La aleación de esta música de raíces con la personalidad de Spencer dio lugar a un estilo muy personal que sin duda sirvió de inspiración a ese revival garage rock de los noventa que veinte años después sigue dando coletazos (aunque con evidentes signos de agotamiento). El combo con el que llegó más lejos desde el punto de vista comercial fue Jon Spencer Blues Explosion -En su libro Aquí vivía yo, Joan Vich equipara su paso por el FIB al de un huracán; un concierto increíble, como el que nos regaló en el FRA de Alaquàs de 2002-.
Cuando, a mediados de los noventa, lo que mandaba a nivel comercial era la angustia existencial empapada de acordes menores y guitarras con mucha distorsión que abanderaban grupos como Nirvana y Alice in Chains, Jon Spencer & Blues Explosion se sacaba de la manga discos como Orange (1994) o Acme (1998) que, sin salirse del todo de los márgenes del R&B, eran confrontacionales y sucios como el punk y musicalmente muy libres en su fusión con el noise, el funk o incluso el hip hop. Spencer -al igual que Ian Svenonius- deben ser recordados como dos magníficos versos sueltos de esa década finisecular.
El próximo 9 de noviembre tendremos la oportunidad de reencontrarnos en Loco Club con este músico genial, que en esta ocasión viene acompañado de los Hitmakers y con un nuevo disco bajo el brazo: Spencer Gets It Lit. En estas trece canciones encontramos muchos elementos de la casa (riffs de guitarra minimalistas, sonido trash, tramos recitativos). Aunque aquí los sintetizadores toman mucho protagonismo y nos asoman a una especie de garage rock mutante.
19 de noviembre (Sala Moon)
En los noventa, Escandinavia estaba en llamas (en algunos casos, literalmente). El black metal noruego y el death metal sueco lideraban una nueva vanguardia musical desde las catacumbas del underground. Algo similar ocurría en el ámbito del hardcore punk; The Shape of Punk to Come (1998), de los suecos Refused, sigue considerándose un ejemplo fundamental de hardcore punk político, intelectual y musicalmente experimental -una senda que ya habían abierto grupos como los norteamericanos Nation of Ulysses, pero que nunca llegaron a ser conocidos fuera de los circuitos subterráneos-.
Pero, curiosamente, la causa de que todo el mundo mirase a Escandinavia a finales de los noventa fue la explosión de un género que miraba al pasado; concretamente al hard rock y el glam rock norteamericano de los años setenta. El “rock escandinavo”, como se acuñó en aquellos días, no dejaba de ser un homenaje a bandas como los Stooges, MC5, Alice Cooper o AC/DC. Y, para ser honestos, tenía a su vez antecedentes en bandas suecas formadas a mediados de los ochenta como Union Carbide Productions y The Nomads.
La discografía fundamental de aquel movimiento está formada por discos como Grande Rock, de Hellacopters; Total 13, de Backyard Babies; Veni Vidi Vicious, de The Hives; Apocalypse Dudes, de Turbonegro; Hallelujah Rock’n’Rollah, de The Flaming Sideburns y Tender is the Savage, de Gluecifer. Reto a quien sea a encontrar una canción aburrida en estos discos. Rock adrenalínico y buenrollero, con melodías y muchos estribillos. El envés del black metal patrio, que merece un artículo aparte.
Gluecifer se separaron en 2005 dejando otros discos sobresalientes como Head to head boredom (1999) y Night to Rise with the Pigs in the Morning (2003), y volvieron a reunirse en 2018 con una gira de conciertos que sorprendió a muchos. La banda liderada por Biff Malibu no inventó nada, pero lo hacían todo muy bien: directos explosivos, que vuelcan sobre el escenario el cántaro de sus energías, y mucho sentido del espectáculo.
Gluecifer tocarán el 19 de noviembre en la Sala Moon, teloneados por la banda de punk noruego The Good The Bad and The Zugly