Hace un año que soy mamá. Y cuando pienso en este amor y pienso en las madres que han de renunciar a él, me muero. Y cuando pienso en esos bebés que se quedan sin ese amor, me muero también. A veces muero de amor, a veces muero de pena
Hace un año que empezó TODO. Hace un año empezó esta historia de amor. Hace un año que mi cuerpo y mi mente no es la misma. Hace un año que tengo nuevos miedos, nuevas sensaciones y nuevos sentimientos. Hace un año que me dedico a ella en cuerpo y alma. Hace un año que vivo por y para mi hija. Hace un año que mi vida se detuvo. Hace un año que tomé esa decisión . Hace un año que me pienso en las madres que no pueden hacerlo. Hace un año pienso en las madres que tiene hijos o hijas que no puede cuidar y muero de pena.
Y muero de amor cada día, cuando amanezco pegada a mi hija Leo-Khadija, cuando siento su respiración, cuando toco siento su diminuto y frágil cuerpo, su piel aterciopelada, cuando toco sus manos delicadas y suaves de pianista y cuando recuerdo cómo se movían esas manos nada más nacer. Recuerdo cómo me enamoraron, recuerdo esos movimientos finos y pausados, cuando esas manos empezaron a tener vida propia, cuando empezaron a tocar, a palpar, a coger y a agarrarse a mis manos y agarrarse a la vida. Recuerdo esas manos , las miro y vuelvo a morir de amor.
Es entonces cuando paso del amor al dolor cuando pienso en esos niños y niñas que nacen y crecen sin tener donde agarrarse, sin tener a quien agarrarse
Entonces vuelvo a morir de amor cuando analizo el sentimiento que desarrolla una madre con el cuidado de un hijo o una hija. Es un amor como bien se suele decir en estos casos, incondicional, un amor que agita, un amor en estado puro, un amor que va creciendo, un amor que se vuelve infinito, un amor que lo envuelve todo. Un amor que absorbe. Un amor que consume. Un amor que no se puede comparar a nada ni con nadie. Es el amor más absoluto. Es el amor de madre.
Cada mamá y cada papá tienen una Leo-Khadija en su vida y lo vive a su manera. Mi niña Leo podría ser Candela, Manuel, Marco, Aiala, Carlota, Aníbal, Manel, Laia, Elisa, Victor, Jamil, Dario, Mateo, Malena, Daniela, Eugenia, Gael, Alejandra, Rodrigo, Maxi, Carla, Ada,, Guille, Nacho, Yago, Ricardo, Lucia, Nicolas, Lucas, Laura, Adriana, etc. Y cada uno de estos bebés han sido protagonistas de una bonita historia de amor.
Y es que hace sólo un año que convivo con estos nuevos sentimientos, estas nuevas sensaciones, pasiones, miedos, vértigos… Esta nueva persona, mi hija, que un día nació y transformó mi vida y mi posición en este mundo de manera radical. Nunca hubiera imaginado este amor. Vuelvo a morir de amor. Y observo a mi pequeña, alegre, sonriente, feliz, tranquila , hermosa… y vuelvo morir de amor.
Hace sólo un año que soy mama. Hace un año que estoy muriendo de amor. Hace un año que vivo en otra dimensión. Hace un año que vivo pegada a ella. Mi hija Leo- Khadija y yo vivimos unidas desde el minuto uno. Y no es una manera de hablar. Nunca nos hemos separado más que algunas horas, llevamos 365 días durmiendo juntas, 365 días alimentándonos una a la otra, 365 días dándole pecho. 365 días en que no hemos dejado de tocarnos, olernos y sentirnos. 365 días conectadas una a la otra.
Nos sentimos desde lejos, desde cerca y nos detectamos y nos buscamos. Cada una con su estilo y desde su posición pero somos totalmente dependientes una de la otra. Cuando ella nació dejé de ser esa persona libre e independiente que fui. Y es que ese vínculo físico y emocional que te une a tu bebé hace que todo sea diferente. Un vínculo que se hace fuerte y más fuerte cada día.
Cuando nació Leo, la felicidad que sentí fue hasta insultante; el parto excelente que tuve y las hormonas ayudaron a ello también. La miraba con cierta distancia, admiración, ilusión e incredulidad... No era consciente. Con el tiempo me atrevo a decir que cada día la quiero más, mucho más. Que se han credo unos lazos que crecen cada día. Y que ahora, como ocurre a todas las madres, no imagino mi vida sin ella. Recuerdo ese primer contacto físico, a los segundos de nacer, recuerdo esa textura de su piel suave y resbaladiza, recuerdo ese momento en que supe que era una niña, recuerdo absolutamente todo de esta noche mágica porque Leo nació a las 6 de la madrugada. Y hago por recordarlo, cada día , cada hora, cada minuto… y vuelvo a morir de amor. Y volvería a vivir esa noche una y mil veces, ese momento, ese instante. Y hoy ya tiene un año.
Un año que ha volado, que se me ha ido, que se ha esfumado y que se me ha escapado. Un año tan intenso que cuesta asimilar. Un año que siento ha sido más rápido que los demás. Un año de aprendizaje, de cambios, de transformación… un año de aprender.
En un año Leo ha pasado de ser una desdentada a tener 8 dientes y alguna muela en camino. Leo ha pasado de dormir casi todo el tiempo, a ser una niña despierta, observadora y vital. Desde que cumplió dos meses, no ha dejado de sonreír . Empezó a sentarse cuando tenía 4 meses. Empezó a comer papillas con 6 meses. Empezó a gatear cuando hizo 9 meses y a ponerse de pie cuando tuvo 11 meses. Leo no anda pero se alza y fuerte. Leo gatea veloz. Recorre toda la casa. Me busca. Me llama sin hablar. Balbucea "mamá " y yo me derrito y muero de amor. Una vez más muero de amor … y muero de pena también.
En un año han pasado tantas cosas en la vida de Leo y en el mundo que le toca vivir que muero de amor , cuando la miro a ella, y muero de pena cuando miro su entorno
Leo es una niña privilegiada. Leo es una niña llena de vida porque ha recibido toda la atención y todos los estímulos necesarios desde el principio. De ahí sus ansias de crecer, de descubrir, de observar, de aprender, de vivir.. Leo pasa del llanto a la risa y de la risa al llanto sin motivo aparente. Leo es una niña muy fácil y muy alegre. Sonríe todo el tiempo, nunca ha dejado de sonreír… y es que no tiene motivos para no hacerlo. Leo es una niña feliz. Leo vive entre algodones. Leo recibe un cuidado exquisito. Leo ya protesta, se enfada, ríe y llama la atención, todavía no habla pero no calla ni un minuto. Recibe todo el amor posible, todos los besos y abrazos de este mundo... Leo lo tiene todo.
Entonces pienso en todos esos niños/as que no tienen nada. Y muero de pena.
Cuando pienso en esos niños que ríen, que lloran, que protestan y que nadie acude a ellos, se me parte el alma. Esos niños que reclaman una atención que no tienen, que nunca tendrán … Esos niños/as que ni tan siquiera lloran, niños/as que nunca protestan, niños/as que no sonríen, niños/as que no pueden ser niños, niños/as que no reciben el amor ni los estímulos que necesitan… y muero de pena otra vez.
Este año más que nunca recuerdo muchos niños y niñas sin mamás, que nunca conocerán ese amor de madre que intento simplificar pero que existe . Esos niños y niñas que no tienen una mamá que se derritan cuando les llaman, una mamá que les cuide, les proteja, les alimente, les abrace … porque no están o porque no pueden.
Recuerdo esas mamás cargadas de problemas que no pueden cuidar ni disfrutar de sus bebés. Entonces muero de pena
Leo hace que muero de amor y de pena a todas horas. Leo hace que me enfrente a la vida de otra manera. Leo hace que mi vida sea diferente. Leo hace que mi vida tenga otro sentido. Leo me da fuerza y me la quita también. Leo me da alegrías y miedos por igual. Leo cansa mi cuerpo pero no mi alma. Leo me convierte en #mamaleo. Leo me hace ser mejor persona, me da paz, sosiego, amor… mucho amor. Y es que Leo es amor en estado puro y me hace morir de amor.
Y no me canso de abrazarla, de comérmela a besos, de cogerla a mitad de la noche cuando llora, de apretarla, de acariciarla… cuando me busca siempre me encuentra. Y Leo ha desarrollado en mi una capacidad inmensa de amar , de amarla a ella y de amar a todos esos niños que no tienen una mamá y que desearía abrazar.
Yo he elegido una opción nada fácil ni cómoda pero llena de amor y de satisfacciones: la crianza con apego, la lactancia a demanda, el colecho... Un año por y para ella. Un año pleno. Un año que ya ha pasado. Un año en que me he sentido extremadamente llena, completa y feliz. Un año único e irrepetible. Un año de mamá. Un año que volvería a repetir una y mil veces, una y mil vidas. Un año que no he parado de morir de amor y morir de pena. Un año de amor.
Felicidades Leo- Khadija.
La semana que viene... ¡más!