VALÈNCIA. La agitación musical y el sonido ‘valenciano’ de la new wave de principios de los 80 que llegó a la ciudad apenas tuvo consecuencias a lo largo de las siguientes décadas. De hecho, solo el caso más bien aislado de Las Máquinas -más próximos a las inquietudes llegadas desde el movimiento Madchester- podrían representar ese vestigio. La influencia de aquellos ritmos, de la moda y su gama cromática, de las artes visuales y el diseño o las tribus urbanas tratando de definir una València recién despertada a las libertadas, apenas provocó ecos musicales. Hasta la fecha.
La Plata, banda local que acaba de publicar su primer EP (Un atasco, Sonido Muchacho-2017), es una de esas raras experiencias con sabor a aquel momento y a la vez con los pies en 2017. Las tres canciones del 7’’ equilibran a la perfección ese pop listo para el disfrute más hedonista con una mala baba punk que se contagia por su velocidad y acaba calando a través de sus letras. El trino de partida es tan directo -nueve minutos de duración- que impacta como una sola unidad, aunque la canción ‘Un atasco’ es posiblemente de las composiciones más contemporáneas que hayan conectado con esa redondez ochentera tan fácilmente distinguible y tan difícilmente aplicable.
Además, la banda compuesta por Diego Escriche, Patricia Ferragud, Salvador Frasquet, Miguel J. Carmona y María Gea tiene en esta última como responsable del aspecto visual. Es también una oportunidad inmejorable para asomarse a través de su trabajo a uno de los periodos más genuinos de la movida valenciana de finales de los 80 y que tuvo algo que ver con el fenómeno de las discotecas: nos referimos al trabajo de Quique Company para A.C.T.V, especialmente en torno a la cartelería e invitaciones que mancharon València durante años. Uno de los pocos casos en los que un artista estuvo vinculado a una marca desde su origen y hasta su primera desaparición y que dejó una imaginería que se refleja en el trabajo de Gea: collage, formas geométricas planas y sensaciones de relieve. Mensajes visuales en los que perderse y rebotar mientras suenan estas iniciáticas canciones.
En contraste radical aparece el ‘logo’ de Ostap Yashchuk (del que hablan en esta entrevista). Quizá una manera de advertir que, pese a la unidad sonora del debut y sus portadas, queda mucho por resolver en unas inquietudes que no podían haber iniciado andadura de mejor manera.