El volumen es la primera y única colección de mapas históricos y actuales de todos los sistemas de transporte suburbano existentes en la Tierra, una delicia para amantes de los trenes y del diseño
VALENCIA. A Capitán Swing y a NØrdica Libros se les dan bien los atlas. Ya lo demostraron al publicar en conjunto el genial -casi de fantasía- Atlas de islas remotas, de Judith Schalansky, del que ya hablamos por aquí. Sin duda, uno de los mejores libros con el que podemos toparnos en las estanterías de una librería hoy por hoy. Ahora han vuelto a revalidar el título cartográfico al editar, de nuevo mano a mano, el Atlas de metros del mundo de Mark Ovenden, una auténtica biblia para diseñadores, viajeros y apasionados del ferrocarril urbano, que además de glosar las líneas que surcan el globo, incide en el diseño de los mapas de transporte: el de sus versiones más confusas y primitivas y el de los modernos sistemas simplificados con los que contamos ahora para guiarnos a través de las complejas redes de vías que encontramos en muchas ciudades. Desde los trenes tirados por caballos hasta los trenes pesados subterráneos, pasando por sky trains como el monorraíl: en esta obra vamos a poder subirnos a todos.
Articulado en cuatro secciones -en cuatro zonas-, el libro de Ovenden nos presenta primero los sistemas de metro más potentes del mundo: Londres y su Underground cuyos orígenes se remontan a 1863, Moscú y sus magníficas estaciones palaciegas, el abrumador tejido del Metro de Madrid -uno de los más extensos del mundo-, el tren urbano neoyorquino, que mueve a más de cuatro millones de personas durante las veinticuatro horas del día en que está en funcionamiento; el monstruoso Metro de Pekín y sus monstruosas previsiones de crecimiento. A continuación, nos hace bajarnos en el apartado de las redes de metro más pequeñas en cuanto a número de estaciones, viajeros o longitud de vías. Con este billete llegamos al Railkaart de Amsterdam, uno de los mejores sistemas de tranvía de Europa; a Budapest, primera ciudad del continente en abrir un tren subterráneo -fue inaugurado en 1896 para conmemorar el milenio del país-, a Lisboa, con sus pintorescos tranvías históricos y funiculares que conectan con las partes viejas de la ciudad o a San Francisco, con un plano tan diverso como diversa es la propia población.
La zona tres nos lleva a los sistema de transporte más variados, los que incluyen redes de tren ligero, como el DART de Dallas o el Metrolink de Manchester, trenes-tranvía como el de Alicante, o sistemas híbridos como los de las ciudades alemanas -de Alicante, por cierto, se elogia la importancia dada al diseño en sus estaciones acabadas “con un estilo impecable”-. En este apartado encontramos también a Valencia: “El Metro de Valencia, uno de los sistemas más híbridos de España, fue parcialmente construido sobre las vías de un ferrocarril de vía estrecha. La red combina elementos de tren ligero, tren pesado, tren de cercanías y varios tramos similares al tranvía. Esto no resulta obvio al visitante gracias al nítido y sencillo diagrama. En él las nueve rutas parecen estar perfectamente integradas, lo que demuestra una vez más el valor de un mapa bien diseñado”. La zona cuatro, por último, consiste en un índice ilustrado y un compendio de datos geográficos -o noménclator- de todas las ciudades del mundo con redes de tren urbano en funcionamiento o en proyecto. El trabajo documental es tan masivo que no cabe más que quitarse el sombrero ante el trabajo realizado por el autor.
Los trenes urbanos son elementos icónicos dentro del transporte. Desplazarse en tren tiene algo que no tiene el coche o el autobús: el tren es una máquina poderosa, como un animal mecánico salvaje que corre sobre planicies, montañas o junto al mar, una bestia amigable que en su versión subterránea, anuncia su llegada rugiendo desde los túneles de su madriguera. Además de su indudable valor para las ciudades y sus habitantes, especialmente en los casos de las grandes metrópolis -no por nada todos los países emergentes están invirtiendo en el metro, configurando redes cada vez más completas-, el tren urbano es el escenario perfecto para un sinfín de actividades placenteras: observar la rutina de los desconocidos que nos acompañan en un vagón, leer y descubrir libros en las manos de otros pasajeros, contemplar el paisaje desde una pecera, escuchar música de forma abstraída, pensar. Incluso orar de formas tan peculiares como las que se nos muestran en el relato de Juan José Millás que da pie a la edición española de Atlas de metros del mundo.
Por el cúmulo de sensaciones poco habituales que genera viajar en un tren, este ha sido no solo el escenario, sino casi un personaje en muchas historias memorables, como Asesinato en el Orient Express o Extraños en un tren, El maquinista, Snowpiercer o Los Hermanos Marx en el Oeste, por citar solo algunos ejemplos. Si cerramos el círculo a los trenes urbanos, nos damos cuenta de que las historias centradas en ellos son prácticamente un género en sí mismo: Cortázar ambientó varios relatos en este medio de transporte, como Manuscrito hallado en un bolsillo, en el que el protagonista deambula sin rumbo a lo largo y ancho de las líneas del metro parisino. La novela Metro 2033, del ruso Dmitry Glukhovsky, es ya un clásico de la ciencia ficción apocalíptica que cuenta con adaptación a videojuego y puede que próximamente al cine. La borgiana Moebius es una inquietante película de ciencia ficción argentina basada en el relato A Subway Named Mobius de Armin Joseph Deutsch, en la que un tren desaparece en el subte de Buenos Aires de forma inexplicable. Hace tres años llegó a las carteleras españoles Los últimos días, en la que sus agorafóbicos personajes no tienen más remedio que esconderse en las profundidades de las estaciones de metro, huyendo del terror que les genera el exterior. La lista tiene tanta ramificaciones como el Metro de Pekín.
Tanto nos puede llegar a encandilar movernos en tren por la ciudad que incluso existen concursos literarios y antologías cuyo eje vertebrador es el metro. De hecho, las lecturas planteadas para ser consumidas durante estos desplazamientos pueden ser consideradas un subgénero también. El diseñador Rafa Sañudo afirma que “las líneas de metro son a una ciudad lo que las venas o nervios son a nuestro cuerpo”. Canales para que fluyan la sangre o impulsos. Nosotros y nuestras historias.