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Un balance alternativo sobre DocsValència

24/05/2017 - 

VALÈNCIA. La primera edición de DocsValència ha concluido y, más allá del cine disfrutado, más allá de la publicación de cifras de audiencia e inversión que apenas resuenan dentro del protocolo formal de la comunicación, cabe hacer un análisis de su propuesta. El pasado mes de noviembre, cuando se presentó la edición 0 del festival, aquella que se celebró a finales de ese mismo mes, desde esta redacción, en rueda de prensa, se hizo una sola pregunta: "la primera edición, la de la primavera de 2017, ¿será una edición de prueba, de inicio?". La respuesta fue una negativa contundente por parte de sus directores. La razón es que en 2016 al festival ya se le había adjudicado unas ayudas por parte del Ayuntamiento de València, siendo uno de los únicos tres festivales (junto a Tercera Setmana y Mostra Viva) en recibir una subvención directa desde el área de Cultura pese a no celebrarse. En concreto, de 20.000 euros. Dinero público que se reubicó para la edición que acaba de suceder y que, por ese motivo, provocó la respuesta negativa. La edición, se dijo, iba a tener una puesta de largo con todos los galones esperables y el nutritivo bagaje de DocsMX, el festival también dirigido por Pau Montagud desde hace más de una década. En 2017 no se considera una ayuda directa, ya que ha pasado a incluirse -siempre según el Ayuntamiento- como un festival coproducido por el mismo.

Sin embargo, la realidad ha sido otra. Una realidad alternativa, con lecturas en positivo y no tanto. Y eso que el presupuesto ha sido relevante: 100.000 euros. O, por contextualizar, el segundo festival de cine de la Comunitat Valenciana por recursos, seguido del de Alicante que suele rondar los 90.000 euros y solo por debajo de Cinema Jove (en torno al medio millón de euros). De estos 100.000, 87.000 euros provienen de dinero público: desde el Institut Valencià de Cultura (IVC) 45.000 euros; desde el Ayuntamiento de València 25.000 euros; desde la Dirección General de Cultura otros 12.000 euros y desde la Diputación de València 5.000. Generalitat 57.000 euros, Ayuntamiento 25.000 y Diputación 5.000. Esas son las cifras, pero los dineros no lo son todo.

La vigencia, la calidad y hasta la necesidad del cine documental nos hace desear un futuro próspero a DocsValència. Su asentamiento, la generación de públicos en torno al encuentro, es de lo más deseable y aunque el estudio FestiMapp ya advierta que hay una gran cantidad de certámenes audiovisuales en toda la Comunitat Valenciana (y, especialmente, en València y su área más inmediata), tener un encuentro de referencia de este cine es poco menos que una gran noticia. No obstante, la ambición ha de ser máxima, como la de cualquier cosa que suceda en la tercera ciudad de España por población, con distancia si se tiene en cuenta un área metropolitana a la que se apela -y se comunica- poco. Y el presupuesto, ha quedado claro, es ambicioso. Al menos, para una primera edición.

La gala inaugural -convocada a las 20 horas, iniciada la película pasadas las 21:30- exhibió ¡Olé, olé, olé!: un viaje a través de América Latina (Paul Dugdale, 2016). Un documental musical con los Rolling Stones como protagonistas que, desde hacía semanas, estaba disponible en las plataformas españolas domésticas de televisión. La película se visionó con el sonido adelantado a la imagen y con los subtítulos retrasados sobre la misma. No se interrumpió la proyección, con el agravante que cualquiera puede imaginar de que la cinta fuera, precisamente, un viaje a través de la música y las interacciones de la banda por una parte de América. Y si la gala de apertura tuvo ese agravante, la de clausura sirvió para disfrutar de Gimme Danger (Jim Jarmusch, 2016), película que una semana antes se exhibía en una tienda de ropa de la calle Turia gratis o que también estaba disponible en el paquete básico de las plataformas de televisión de pago en España.

No ha lugar a desmerecer ninguna de las dos películas, como tampoco cabe hacerlo con la ganadora del premio más importante del encuentro: Omega (José Sánchez-Gomez y Gervasio Iglesias, 2016). Sin embargo, también esta última, volvía a estar disponible en los paquetes más básicos de las plataformas de televisión de pago en España e incluso en este caso a la venta incluso en las tiendas de la ciudad. Una latencia en la llegada de los films difícil de encajar en la nomenclatura de Festival Internacional de Cine Documental con la que se presenta en todas sus comunicaciones DocsValència. De hecho, en el balance de sus galardones (más de 4.000 espectadores y 17.000 euros en premios) sorprende que las secciones solo tengan categoría o nacional o valenciana, tanto de largometrajes como de cortos. Es decir, que el apellido internacional se relaciona con la exhibición de películas que, como en los casos arriba citados, llegan a València con un circuito de proyecciones que entre una parte del público ya ha tenido tantas oportunidades como la de llegar a estar a la venta, en plataformas 'de cable' y, por supuesto, bajo demanda.

Con la ambición deseada e incluso defendida por sus organizadores, la vitola de festival internacional de cine debe aportar algo más a la ciudad de València en próximas ediciones. Y cabe intuir que sus impulsores son conscientes de ello, en tanto en cuanto en su propio balance se adjunta el siguiente texto: "DocsValència tiene la intención de lanzar en las próximas ediciones convocatorias nacionales e internacionales para las secciones a concurso". El evento quiere "poner el foco en la producción local" y, consultados sus organizadores sobre este aspecto, esa posición seguirá igual de balanceada de cara al ámbito más inmediato. Nada menos que 14 de los 17.000 euros en premios se han quedado en la Comunitat. Una cifra que invita a pensar si el festival tiene un ánimo de mirarse exclusivamente hacia dentro. Y si es así, si la inversión de dinero público es esa (que, obviamente, lo es), comprender mejor cuáles son las políticas culturales de los gobiernos que participan de su promoción. O entender -por querer entender- que el apellido internacional tiene que ver con los invitados, talleres o charlas, de las que se puede desear más cantidad pero no más grado de interés.

A partir de todo ello también se pueden analizar cuáles son los objetivos de las instituciones a la hora de apoyar un festival. Pocos han congregado una posición tan favorable como la suscitada por DocsValència y no solo -aunque también- en su sentido económico. Desde el festival aseguran que se ha montado "en dos meses", pese a que el primer acuerdo institucional es de marzo de 2016 y que tuvo una edición de ensayo en noviembre del mismo año. "Los acuerdos tienen una fecha, pero, por desgracia, no tiene relación con cuándo se hacen efectivos".

València merece un festival de cine documental potente y cuesta imaginar una marca más idónea que la de DocsValència. Con todo, estas y otras cuestiones están en el aire. Y más bien en el aire que sobre la mesa, porque ni en el balance ni en el comentario a estas cuestiones ha habido mucha reacción. Menos todavía desde las instituciones que hacen posible el mismo. Entendemos que la propuesta conecta con las políticas culturales, que satisface los objetivos de quienes gobiernan. A mitad de legislatura, está bien concretar algo de todo eso.

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