El próximo 5 de noviembre, como antesala de la obra Wakefield Poole. Visiones y revisiones de Mauricio González
VALENCIA. La reflexión se mantiene como elemento indisoluble al arte, pero a menudo esa reflexión no tiene en cuenta parámetros del ser humano capaces de generar conflicto por asuntos sociales, económicos e incluso religiosos. Debates que no tienen cabida, de una u otra forma. En Las Naves se aborda el próximo 5 de noviembre una reflexión concreta, destripada en un formato de mesa redonda, y que quiere tomarse muy en serio el complejo vínculo entre danza y erotismo.
El encuentro será la antesala de la obra que podrá verse al día siguiente en el espacio LN3-Espai Mutant de Las Naves Wakefield Poole Visiones y Revisiones de Mauricio González. Desde el título, González hace un homenaje a Wakefield Poole, uno de los bailarines americanos que formó parte de los Ballets Rusos de Montecarlo y que, después, fue director de cine erótico gay.
Muy en la línea de la intervención sobre piezas, de la tergiversación del hecho artístico original tan de nuestro siglo, González realiza un estudio sobre dos obras de Poole y el resultado es una nueva pieza que interroga la representación coreográfica del sexo, con toda la carga simbólica que eso conlleva. "Depende de dónde acotemos cada uno de los términos podemos hablar de coreografía del sexo", apunta Leonardo Santos ex bailarín de ballet clásico y pieza clave en su día de la puesta en funcionamiento del Centro Coreográfico de Teatres de la Generalitat Valenciana, del que fue responsable artístico.
"La pornografía tiene algo que va más allá de una simple admiración del cuerpo", apunta Santos. Marisol Salanova, editora y crítica de arte y colaboradora de Valencia Plaza, moderará el debate en el que participan junto al bailarín González, Abel Azcona, Saúl Sellés y Carmen Bueloha, y es la primera en sugerir la intencionalidad estética y coreográfica del postporno, un campo artístico en el que es una referencia. Éste, nacido del feminismo, "es un movimiento que se apropia de las herramientas que usa la pornografía para abordar temas con respecto al cuerpo, a la denuncia social, temas políticos y que se proponen de forma medida para provocar".
Es una nueva realidad que tiene mucho que ver con la delgada línea roja que separa al ballet de las performances y el prono. "En el porno, creo, están más enfatizados los aspectos de exhibición", apunta Santos. "No obstante, no se puede negar que la danza tiene un lenguaje corporal muy estilizado, que se mueve en unos códigos y que se construye a partir de cuerpos con unos rasgos ya un poco mitificados".
Santos recuerda que el cuerpo, en sí, fue siendo recuperado para la danza: "pasamos de las danzas de corte con unos vestuarios llenos de adornos, como en la corte de Luis XIV, a un vestuario cada vez más definido al cuerpo. Y ahí se ve el conflicto, el de la decisión entre mostrar el cuerpo y no mostrarlo". No es el único ingrediente, sino que "el ballet apuesta por una libertad del cuerpo y eso tiene que ver directamente con la sensación de erotismo".
Para Santos "es posible que una vez que el ballet desviste casi por completo el cuerpo, que lo ciñe con mallas, en décadas como los 60 o los 70 ver un ballet clásico era suficiente como para que alguien tuviera las sensaciones de estar viendo una performance erótica". Es ese elemento, lo que Santos ve como "el efecto sexual", el que se abordará en la mesa redonda.
Para Santos, que responde a este diario como visión externa de la mesa redonda organizada, cree que "todo lo que define ese efecto sexual es el contexto y la mirada del espectador". Santos, que conoce la obra de González, avanza que "el tratamiento del tema es interesante", porque aunque lo ve "extremo", "es una experiencia estética e invita a una reflexión en torno al escenario común de estas tres disciplinas en lo performático".