VALÈNCIA. Los pueblos del Alto Mijares se han convertido en pequeños museos, con el objetivo de generar afluencia en estos y evitar su desaparición. Confluències es un proyecto de intervenciones artísticas en los 24 pueblos que forman parte de la Ruta 99 (dentro de la línea de acción de l’IVAM al territori), en ellos sus menos de 100 habitantes han alojado a 6 artistas con motivo de proveerles de una residencia artística mientras se mimetizaban con el pueblo y su historia. A través de estas residencias, los artistas participantes proponen intervenciones específicas para cada localidad que dialogan con las personas que habitan los municipios. El programa, que se extiende a lo largo de dos años, contempla las primeras intervenciones en la comarca del Alto Mijares, una de las de menor densidad de población de la Comunitat Valenciana. Los artistas seleccionados para esta primera residencia artística son LUCE, Carlos Izquierdo, Bleda y Rosa, Sandra Mar, Laura Palau y el colectivo Fent Estudi que llevarán a cabo sus intervenciones en Espadilla, Fuentes de Ayódar, Torralba del Pinar, Torrechiva, Vallat y Villamalur, situadas en la provincia de Castellón.
El mimetismo del arte
Para llevar a cabo el proyecto los artistas tuvieron que residir aproximadamente un par de semanas en el pueblo en el que realizarían la intervención, para mimetizarse con el lugar y con los propios residentes. Tal y como lo define su comisaria, Eva Bravo, este proyecto nace desde el primer momento de la idea del diálogo con el entorno, y se construyó de forma previa sin conocer los nombres que formarían parte de este: “Primero contemplamos las característica de cada pueblo y luego seleccionamos a los artistas que los alojaron. Para nosotros era muy importante que fueran perfiles que comprendieran el diálogo dentro de su propio proceso creativo”. Desde el comienzo del planteamiento de Confluències se comprende este diálogo bidireccional entre los artistas, su contexto, y por supuesto todas aquellas personas que acudirán a estos con motivo de conocer las obras situadas en los pueblos. Para lograr este diálogo los artistas se instalaron en una residencia artística de dos semanas para conocer no solo el pueblo sino sus habitantes, y a través de las historias y sus sensaciones conformaron las obras.
Como factor común los artistas LUCE, Fran Azorín (en nombre de la cooperativa valenciana Fent Estudi Coop), Sandra Mar y Laura Palau se sintieron muy acogidos en los pueblos a los que acudieron. Todos ellos coinciden en que los cuidados por parte de los residentes partían desde la idea de la conversación, del calor del hogar y de la comida ofrecida. Tal y como lo contempla Sandra este vínculo humano que tristemente no suele renovarse con nuevos habitantes es lo que permite que tengan una buena calidad de vida: “La inversión de su tiempo en algo es su lenguaje de amor. Los habitantes del pueblo nos abrieron las puertas de sus casas, nos invitaron a calentarnos y nos tuvieron como parte del lugar”. Por esto mismo muchas de las obras versan sobre esta idea, la comunicación, el contacto y mantener una afluencia viva en aquellos lugares en los que los visitantes suelen estar solo de paso. LUCE comprende su trabajo desde el acercamiento con respeto, tanto al entorno como a aquellos que lo habitan, una de sus intervenciones es una lona de piscina que se refiere directamente a aquellos que cuidan el pueblo durante todo el año, que les pone en valor frente a los visitantes: “Lo que yo como persona ajena recibo al llegar al pueblo es lo que me hace querer celebrar a aquellos que o habitan. Yo hago una pequeña aportación y ellos pueden recibirlo como un aliciente de movimiento”.
Poner en valor los cuidados
Las piezas se instalan y permanecen en la intemperie y al aire libre, parte de la idea metafórica de esto es que tengan su respuesta propia por el paso del tiempo, y sin duda que los residentes tengan que cuidarlas en cierto modo. La comisaria Bravo define a los habitantes de los pueblos como “los aliados de los artistas y los colaboradores del proyecto”, y comprende su labor como la de activación y mediación del arte. En el caso de la obra de Sandra se reflexiona sobre aquellos visitantes que están de paso y no respetan el pueblo como los que lo alojan, a través de piezas cerámicas ubica estratégicamente un relato a través de Torrechiva con pequeñas piezas que suponen “tesoros a descubrir”, una de las cosas que le impactó fue la angustia de las mujeres del pueblo, al pensar que de ellas dependía en parte que las piezas se mantuvieran con vida: “Las señoras del pueblo se acercaron a decirme que cuidarían de las piezas durante el invierno, pero que no sabían que podría pasar en el verano”, se lo dijeron mientras se lamentaban repitiendo “qué lástima, qué lástima”, y reflexionando sobre aquellas personas que vienen del exterior en vacaciones.
Otra de las ideas que se repite en la experiencia de los artistas es la de falta de actividad en los pueblos. Aunque la propia visita de ellos mismos ya supusiera una novedad fuera de la intervención en los pueblos de la Ruta 99 siguen contando con las mismas caras. Esto supone una novedad puntual, pero a su vez requiere de la voz de los residentes para explicar que rodea a las obras y por que son así. Parte de la “culpa” de esta falta de voces nuevas la tiene la ausencia de nuevos núcleos familiares. Azorín (junto a Eva Raga e Isabel González, de Fent Studi) descubrió en conversación con las vecinas que lo que más les animaba era la visita de los nietos al pueblo, aportando vitalidad a este. Por ello su pieza es un columpio que invita a la interacción y la relación obligatoria con el entorno, con motivo de crear un espacio de reflexión para los adultos que viven en Villamalur: “Si esta pieza puede ayudar a que la gente se acerque al pueblo habremos logrado nuestro objetivo” aclara Azorín, quien define el trabajo como un pequeño grano de arena en la idea de luchar contra la despoblación.
¿Y ahora qué?
De 18 intervenciones totales que se comprenden en este proyecto de momento solo 6 de ellas han visto la luz oficialmente. Durante los próximos domingos de marzo desde el IVAM saldrá un autobús destino a los pueblos marcados en la Ruta 99 con motivo de generar afluencia e introducir a los visitantes en la obra, y en los hogares de los residentes. De hecho en el caso más literal y tierno la artista Sandra Mar aloja parte de su obra en el hogar de Delfina, una residente de Torrechiva que colecciona cerámica y ahora cuenta con dos nuevas piezas en su propia estantería. “Es mi manera de propiciar en cierto modo la interacción con las personas del pueblo. Delfina tenía una colección de cerámica propia y decidí regalarle dos piezas, así que quien vaya a visitarlas tendrá que entrar allí para verlas”. Lejos del hogar y conviviendo con el entorno se encuentra la obra de Laura Palau, en Vallat, quien rescata los árboles locales que se habían ido desvaneciendo poco a poco y que ahora se recuperan para que sigan vivos en este, “al alcance de los vecinos y los curiosos”. Junto a María y Montse recorrió el pueblo con motivo de descubrir y acercarse a su historia generando una obra con vida y que además ha sido injertada por los propios habitantes en un taller haciéndoles partícipe del “montaje” de esta. “Los tiempos del museo y los del campo son diferentes, los árboles en un futuro estarán en su esplendor”, aclara Palau sobre el perdure de su obra, que vivirá siempre que tenga una mano y unos cuidados.