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Un pacto de larga negociación sin programa ni foto de la firma 

Foto: EDUARDO MANZANA
21/10/2023 - 

VALÈNCIA. El PP y Vox hicieron este viernes público su acuerdo para gobernar en el Ayuntamiento de València con puntos en común y diferencias respecto al firmado por los mismos partidos en la Generalitat. Como similitudes, aparece sobre todo que se trata de un acuerdo sin foto de firma, sin apretón de manos y sin comparencia estrictamente conjunta –pese a compartir el mismo espacio físico– entre la alcaldesa de la ciudad, María José Catalá, y el portavoz voxista, Juanma Badenas. En cuanto a lo que le separa del firmado a nivel autonómico, es que se trata de una entente que no lleva asociado un programa de gobierno común que conste por escrito y que no ha sido exprés, puesto que ha tardado cuatro peses en 'parirse'.  


En un anuncio de estas características, todo está calculado. Desde las palabras, expresiones y mensajes que transmite cada representante y que se miden al milímetro, hasta los gestos, que evidencian el espacio en el que se mueven las dos formaciones. Lo ocurrido este viernes así lo demuestra. 

La puesta en escena ha querido asemejarse en cierta manera a la llevada a cabo por el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, cuando también alcanzó un pacto con Vox para el Gobierno autonómico. Aunque ha sido más forzada. Después de que el pasado jueves trascendiera que el acuerdo se firmaría este mismo viernes, el PP y Vox mandaron convocatorias oficiales a los medios para una rueda de prensa en el consistorio. Eran por separado y a horas diferentes. 

Pero finalmente todo cambió. Acabaron citando a los medios de comunicación a la misma hora y en el mismo lugar. No había mención alguna a una comparecencia conjunta de Catalá y de Badenas como si otra cosa fuera posible y como si no resultara evidente que los dos iban a estar allí. 

Catalá observa a Badenas. Foto: EDUARDO MANZANA   

Todo se desarrolló en el salón de cristal del consistorio en una imagen institucional. Los concejales de los dos partidos acudieron al completo. En medio, un atril que ocuparon, por turnos, Catalá y Badenas. Pocas fotos demasiado juntos. Ni abrazos, ni excesivos 'cariñitos', ni una sobreactuada complicidad. Una puesta en escena totalmente diferente a la de PSPV y Compromís en las firmas de los pactos tanto municipales como autonómicos en las dos últimas legislaturas. 

El acuerdo, al igual que ocurre con el de la Generalitat y a diferencia de los de la izquierda, no lleva nombre. La alcaldesa de València afirmó que es porque les preocupan "temas más importantes". La realidad es que la derecha no cree que les convenga bautizarlo de ninguna manera. 

El pacto llega después de cuatro meses de negociaciones con extrema discreción y sin reconocimiento oficial por ninguna de las dos partes en todo este tiempo de que esas conversaciones estaban teniendo lugar. Catalá, eso sí, lo admitió este viernes. Como ha venido informando Valencia Plaza desde junio, PP y Vox comenzaron realmente a hablar poco después de la proclamación de la alcaldesa sin los votos de sus ahora socios. 

La posibilidad de que antes de agosto –una vez pasaran las elecciones generales– fuera anunciado el acuerdo cogió fuerza durante el verano. Luego, hubo quien señaló septiembre, a la vuelta de las vacaciones. Sin embargo, todo encalló. Los dos partidos no se lograban poner de acuerdo en el reparto de competencias. Inicialmente, según algunas fuentes, Badenas pedía una vicealcaldía única

Foto: EDUARDO MANZANA   

Pero esa figura no agradaba a Catalá. Más simbólica que funcional, fue usada por Rita Barberá por primera vez en 2011. Lo hizo para asignarla a su entonces mano derecha en el consistorio, Alfonso Grau, y reforzarlo. Ya en 2019, Joan Ribó (Compromís) –que en su primera legislatura no contó con vicealcaldías–, las recuperó. Una la cedió a la socialista Sandra Gómez como pretendía el PSPV. La segunda, para hacer de contrapeso a la primera, fue a manos de Sergi Campillo (Compromís). Catalá decidió volver a prescindir de ellas desde que comenzó a poner en funcionamiento su gobierno. Por lo que crear una para Badenas no parecía que entrara en sus planes de ninguna manera. 

A lo largo de estos meses, la alcaldesa de València ha puesto en marcha sus primeras medidas en solitario, pero gobernar sin mayoría absoluta no es fácil. El primer gran escollo eran las ordenanzas fiscales –que incluían una bajada de impuestos– y, el siguiente, ya palabras mayores, los presupuestos municipales de 2024. Se tienen que presentar durante las próximas semanas y, sin el apoyo de otro grupo, no los podía sacar adelante. Era el momento de que Vox entrara. 

Desde la vuelta del verano, seguramente por el descontento de la propuesta de reparto de concejalías que había encima de la mesa, Badenas comenzó a elevar el tono de sus críticas hasta el punto de pasarse al modo faltón contra Catalá. Ella no abrió la boca para responder. Consciente, seguramente, de cómo tenía que acabar la historia. Lo que la alcaldesa de la ciudad llamó este viernes públicamente "fuegos artificiales" de la política eran en realidad vistos, dentro del PP, como un espectáculo innecesario por parte del portavoz de Vox. 


Y en medio de todo este lío, el suflé bajó repentinamente hace escasos días. Algunas fuentes destacan que ha sido clave la intervención de la dirección nacional de Vox. A lo que se añadió la presencia, en la reunión del martes en alcaldía en la que se cerró todo, del dirigente provincial de Vox en Valencia Ignacio Gil Lázaro. Una persona de la total confianza de Santiago Abascal que también estuvo en las negociaciones del pacto autonómico con los populares

Después de las críticas, Badenas mantuvo este viernes el respeto institucional absoluto hacia Catalá y habló –como no puede ser de otra manera en estos contextos– de unidad dentro del gobierno. Sin acuerdo programático ni compromisos más allá de los propios, ambos partidos se limitaron a señalar que sus propuestas para la ciudad ya son muy parecidas de entrada. Y para qué más.  

Alguna palabra bonita, algún reconocimiento mutuo tras una negociación en la que siempre, ambas partes, ceden algo –y aunque el PP haya mantenido el grueso de competencias y de presupuesto– y amigos para cuatro años. Viva la estabilidad.

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