VALÈNCIA. Siempre se genera una relación curiosa con la ciudad cuando el Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) inaugura exposición en la Galería 1 del museo. La sala es la única que se conecta con la calle a través de unos enormes ventanales acristalados convertidos en los ojos de su fachada, una apertura a través de la que los más curiosos podrán vislumbrar desde hoy alfombras, objetos de cerámica y jabones. Bienvenidos a Anhelo de luz del sur. Este es el título de la exposición que presenta la artista nigeriana Otobong Nkanga en València, un proyecto que habla de lo cotidiano y lo político –que tantas veces se conecta- bajo el paraguas de una poesía que se presenta de manera sutil entre las formas de las piezas y, también, de manera explícita con distintos textos escritos para la ocasión.
Fue en el año 2013 cuando Nkanga y Nuria Enguita tuvieron su primer encuentro. Se conocieron durante la Bienal de Sao Paolo de ese año, de la que la actual directora del Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) era co-curadora, un encuentro que dio pie a una “larga conversación” que se ha traducido, una década después, en la exposición que hoy presenta en el centro. En esta ocasión el concepto de “conversación” es especialmente importante, pues en el trabajo de la artista viene implícita la relación con el escenario local en el que expone, un diálogo que se da con el museo y con la propia ciudad, que le sirve para moldear una propuesta que, en este caso, recorre dos décadas de producción para terminar en una València que ha sido motor de nuevas obras.
No son pocas las ocasiones en las que la artista ha visitado València en los últimos meses, unos viajes en los que creó un puente creativo con Juan Carlos Iñesta y Michal Grzemski, del taller de cerámica Domanises. Junto a ellos ha dado forma a una instalación artística realizada específicamente para el museo, en la que crea un paisaje cerámico marcado por la oscuridad de las piezas, un espacio que habla de la fragilidad y, también, de la regeneración. “Quiero crear un trabajo que esté conectado e integrado dentro de la artesanía de un lugar. Trabajar con personas, observar los paisajes y materiales que ofrecen los espacios geográficos influencia y afecta a tu forma de pensar, hacer y (des)aprender”, explicó la artista durante una reciente entrevista con Culturplaza.
Curiosamente, en un año marcado por la recuperación del relato sorollista sobre los oficios tradicionales y su representación de los paisajes valencianos, el IVAM cierra el curso con una exposición que, en cierta medida, se enfrenta también a algunos de estos escenarios, aunque desde el siglo XXI. Lo hace con el proyecto cerámico en colaboración con Domanises y, también, con una performance que ha llevado a la artista a la playa de El Saler. Aunque la inauguración oficial es este jueves, fue hace unos días cuando comenzó el camino hacia la apertura con Constelación para apaciguar, en la que cuatro mujeres –entre las que se incluye Nkanga- iniciaron un viaje que comenzó a las seis de la mañana en las aguas del mar mediterráneo y que concluirá en la tarde de este jueves con la llegada al museo, en el que estarán acompañadas por la sesión musical de la investigadora y DJ de Mauritania, Oumoukala, promotora de Okro Fam
La performance es clave en una muestra reúne dibujos, textiles, poemas, objetos y esculturas en los que reflexiona sobre la tierra como lugar de vida y como fuente de recursos, al tiempo que cuestiona el extractivismo y los sistemas de producción. “Anhelo de luz del sur habla de la importancia del lugar de procedencia, sobre qué significa la luz en esta geografía”, relató durante la presentación. Ese mapa nos lleva a distintos puntos del planeta, como Atenas y Kassel. Allí, en el marco de la Documenta 14, creó Tallado para fluir, un proyecto que partió de un laboratorio donde se fabricaron en torno a 15.000 piezas de jabones en moldes hexagonales con aceites de toda la cuenca del mediterráneo. El final del trayecto de la exposición está marcador por Namibia. Ahí presenta una serie de tapices, un suelo de roca volcánica y la instalación escultórica Maniobras sólidas, inspirada por un viaje a una mina del país africano. “La explotaron hasta agotarla”, sentenció la artista.
Es en la primera sala, dedicada principalmente a los dibujos, donde quizá la artista expresa de manera más explícita sus inquietudes, una figuras que hablan de trabajo, de pertenencia o propiedad desde lugares cotidianos y, también, globales. Las obras presentan, en un contexto que podría acercarse al surrealismo, elementos que remiten a la calidez del hogar, de lo doméstico, hasta la violencia de armas y proyectiles. Se repiten las figuras de hombres cuyo torso y cabeza es eliminado para reducirlo a dos brazos productores, una figura que también es central en el monumental tapiz Double Plot, un hombre que sostiene una cuerda que nos lleva a distintas imágenes de explosiones y disturbios. Destacó, precisamente, la directora del museo la preocupación de la artista “por los sistemas de producción y de redistribución de la riqueza”, entre otras cuestiones, una reflexión que salpicó en distintos momentos la presentación de la muestra y dejó una pregunta final: ¿hablamos de política?
“En todo hay política, no hay nada en lo que no haya. Incluso en el agua que bebemos, la ropa que llevamos… Tu vida privada está determinada por leyes y por un grupo de gente que decide sobre ello”, expresa Nkanga, en este caso poniendo ejemplos explícitos como el derecho al aborto o la libertad sexual. “Desde que nací nunca he vivido sin pensar en cómo la política afecta mi vida y la vida de quienes me rodean”, reflexiona. En este sentido, su trabajo en distintos puntos del planeta, incide, ha marcado su labor como artista, un conocimiento de distintas realidades que también tienen que ver con aspectos como el cuidado de las tierras o el negocio en torno a ellas que tan importante es en el relato de su trabajo artístico. Todo es político y todo es poesía en la obra de Otobong Nkanga.
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