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mirando al mar 

Un quiero y no puedo 

| 26/12/2022 | 6 min, 5 seg

VALÈNCIA.  En una entrevista que le hice a Juan Antonio Samaranch, cuando era presidente del COI, me dijo que ni Cataluña ni Euskadi podrían participar en unos Juegos Olímpicos enarbolando sus banderas porque no expedían ni DNI ni pasaportes catalanes ni vascos. Es decir, que no eran países independientes reconocidos por la ONU ni por los estamentos deportivos del mundo. También me dijo que esas selecciones catalanas y vascas de fútbol y otros deportes que hacían ‘bolos’ propagandísticos no valían para nada más que para conseguir objetivos benéficos y políticos. Juan Antonio Samaranch era el máximo responsable deportivo del mundo y sabía plenamente lo que estaba diciendo.

Ahora resulta que el presidente del Gobierno de España está modificando la Ley del Deporte para satisfacer a sus socios de legislatura en sus exigencias independentistas y les ha dado, por ley, un salvoconducto para que sus selecciones de pelota y de surf puedan participar en competiciones internacionales. No se lo creen ni ellos, por mucho que Sánchez se lo prometa.

Resulta que podrán hacer, como hasta ahora han hecho, encuentros amistosos o benéficos representando a sus regiones y con sus banderas, pero no podrán participar ni en mundiales ni en europeos y, por supuesto, tampoco en Juegos Olímpicos. Esta es la realidad de esa modificación de la Ley del Deporte que ha hecho el secretario de Estado para el Deporte, José Manuel Franco, exdelegado del Gobierno en Madrid, que vive de la política desde 1984 y que de deporte no sabe absolutamente nada.

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El PNV quiere que sus pelotaris y surfistas acudan a competiciones internacionales enarbolando la ikurriña, y podrán hacerlo, pero como segunda bandera y nunca en campeonatos del Mundo, campeonatos de Europa y Juegos Olímpicos. Ahí se la tendrán que meter en los bolsillos y mostrar sus respetos a la roja y gualda.

Tanto en el País Vasco como en Cataluña se han disputado partidos de fútbol contra selecciones extranjeras, pero todos con signo amistoso. También ha habido regatistas como Unai Basurko, que ha navegado con la ikurriña en la popa de su barco, pero nunca representando al País Vasco. Lo hizo en las salidas de la Velux 5 Océanos y en la Vendée Globe, y digo salidas porque se retiró de ambas antes de completar las primeras cinco mil millas. Patrocinado por el BBK y el Gobierno Vasco, con una pila de millones que pagamos todos los españoles, se tiró un dinero que se podía haber utilizado en otra cosa más productiva.

Hay que ser muy optimista para pensar que esta modificación de la Ley del Deporte se va a llevar a cabo. La enmienda del PNV que se ha aprobado dice: «Las federaciones deportivas autonómicas podrán participar directamente en el ámbito internacional, si la federación internacional correspondiente contempla su participación, en el caso de modalidades o especialidades deportivas con arraigo histórico y social en su respectiva comunidad autónoma, o bien en el caso de que la federación autonómica hubiera formado parte de una federación internacional antes de la constitución de la federación española correspondiente». Está claro, ¿no?: «si la federación internacional correspondiente contempla su participación», que nunca la va a contemplar, dado que todas las federaciones internacionales dependen del COI, que estos casos los tiene terminantemente prohibidos. «No son países reconocidos por la ONU».

No sé cuál es el pensamiento de los dirigentes políticos del País Vasco, pero habría que abrirles los ojos diciéndoles que los mejores pelotaris de España están en La Rioja, Navarra, Valencia y Madrid, por lo que los deportistas vascos, por mucho arraigo que tengan, no están arriba del todo del ranking. Lo mismo pasa con los surfistas: en las costas vascas hay apenas cuatro chalados que practican este deporte, y la mayoría de las licencias de surf están expedidas en Madrid, Cantabria, Galicia y Asturias. Claro que igual quieren hacer estas selecciones con deportistas del resto de España. El despropósito es tal que los mismos deportistas se están frotando las manos porque, eso sí, es una gran oportunidad para ellos a la hora de ganar dinero, ya que el Gobierno Vasco les va a pagar, pero que muy bien, por su concurso en esos equipos, cosa que no pasa en las selecciones españolas.

Lo que es una vergüenza es que ni Carlos García, presidente de la Federación Española de Surfing, ni Julián García Angulo, presidente de la Federación Española de Pelota, ni Alejandro Blanco, presidente del COE, hayan dicho absolutamente nada. Sobre todo, Carlos García, ya que su deporte debutó como olímpico en los Juegos de Tokio 2020. ¿Qué contramedidas van a tomar estos dirigentes? Sabemos que Alejandro Blanco no va a mover ni un dedo, porque quiere seguir en el COE durante algunos años más cobrando un sustancioso sueldo, y los otros dos tampoco moverán un dedo porque les importa un bledo su deporte. El de pelota, porque depende mucho de las subvenciones del Consejo Superior de Deportes, y el de surf, porque está ya muy acomodado en su chiringuito como deporte olímpico en el COE.

La Ley del Deporte la hizo el PSOE cuando Javier Gómez Navarro fue nombrado, por Felipe González, secretario de Estado para el Deporte, antes de los Juegos de Barcelona. Como no había otra ley definida, esta le pareció a todo el mundo muy buena. Hubo consenso y se ha estado aplicando desde 1987, con algunas modificaciones sin importancia. Ninguno de los secretarios de Estado para el Deporte ni de los gobiernos del PSOE ni del PP han hecho nada desde entonces por el deporte. Eso sí, han coincidido todos en hacerse siempre la foto triunfadora con Induráin, Nadal, etc. Ni tan siquiera los que fueron nombrados que eran exdeportistas, como María José Rienda, hicieron nada por intentar cambiar esta ley ya obsoleta y llena de injusticias. Los dos últimos presidentes del CSD, Irene Lozano y José Manuel Franco, han actuado como meros ‘comisarios políticos’ del partido y se han comportado tal y como les ha dictado el partido político al que pertenecían.

Ahora ya solo queda poner un poco de cordura en este país en el aspecto deportivo y volver a unificar lo que nunca debió intentarse separar, porque la política y el deporte deberían estar separados, así como los deportistas deberían dedicarse a enarbolar las banderas de sus clubes y su país, y dejarse de pamplinas y politiqueos. A ver si llegan tiempos en los que los dirigentes de nuestros deportes estén al servicio de estos y no al revés, que es exactamente lo que está ocurriendo en estos momentos.  

* Lea el artículo íntegramente en el número 98 (diciembre 2022) de la revista Plaza

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