VALÈNCIA. La paciencia todo lo alcanza o, por lo menos, para los más escépticos, muchas veces la espera te devuelve el esfuerzo con creces. Parece difícil de creer en estos tiempos de inmediatez pero, oh, sorpresa, en ocasiones funciona. Eso es justo lo que ha ocurrido con la visita a València de Jorge Drexler y su gira Silente.
Las obras de reforma de la Sala Iturbi del Palau de la Música obligaban a cancelar el concierto programado para el pasado 21 de diciembre trasladándolo con nuevas fechas al auditorio del Espai Rambleta. De eso han pasado casi dos meses pero la decepción inicial y la espera han valido la pena y nos han permitido disfrutar de Drexler por partida doble. El músico actuó este miércoles y jueves presentando su nuevo montaje Silente y colgando el cartel de sold out. Dos conciertos y dos paellas que se comerá Drexler, así lo confesó el propio artista al poco de subirse al escenario. La de ayer se cocinó en los fogones de Casa El Famós y la de hoy seguro que no se queda atrás porque un hedonista amante de la paella como él siempre sabe elegir y ante la duda siempre puede darle un viztazo a esta guía.
Pero más allá de lo gastronómico, València es un lugar muy especial para el cantautor pues fue aquí, en el antiguo Café Berlin, donde dio su primer concierto en 1989.
En Silente Jorge Drexler busca volver a esa intimidad de los primeros conciertos: el músico sin artificios acompañado únicamente por su guitarra y voz. Y así fue como se presentó en el escenario, con su guitarra -primero eléctrica, luego acústica-, su voz melódica y un sencillo juego de luces a veces apoyado con las ilustraciones proyectadas de Nuria Riaza, creadora de la portada de su último disco Salvavidas de hielo. Al uruguayo no le hace falta más para seducir a su público, ya sean siete como en aquel debut o los miles de personas de sus actuales conciertos.
Nadie como Drexler para crear esa atmósfera tan cercana en la que es capaz de transportarnos a una dimensión en la que el tiempo se detiene, las notas se convierten en palabras, las palabras en música y la música en silencio.
Es precisamente ese silencio el que cobra todo el protagonismo, tan apreciado y buscado por el artista que le dedica una canción de su último disco y también da nombre a este nuevo montaje. La paradoja de componer canciones para buscar la quietud, porque como dice en otra de sus canciones, Todo se transforma.
Y, poco a poco, avanzaba el concierto, ya con el público completamente rendido ante la música y la presencia de Drexler que desplegó todos sus trucos de seductor, siempre sutiles, elegantes y breves, sin llegar nunca a la hiperglucemia. Hasta las Leyes de la Física representadas en un péndulo de Newton con el que acompañó Abracadabras parecían doblegarse ante su hechizo.
Podría sonar todo esto a la palabrería de un vendedor de humo pero no ocurre así con Jorge Drexler, aunque siendo sinceros, tampoco nos importaría en absoluto porque seríamos capaces de comprarle todo el humo que pudiéramos pagar si ese humo fueran sus canciones y lo que es capaz de transmitir con ellas.
Sonaban los primeros acordes de Pongamos que hablo de Martínez, cuando nos enterábamos por un preocupado Drexler del accidente que su amigo Joaquin Sabina acababa de sufrir durante su concierto en Madrid. Y es que justamente la letra de esa canción cuenta cómo su encuentro con Sabina fue decisivo en su carrera ya que él ayudó al entonces joven médico uruguayo con alma de artista a poner fin a su lucha de vocaciones y decantarse por el mundo de la música.
El cantante avisaba de que se acercaba el final del concierto y el público se preparaba entonces para romper el silencio del auditorio con un aplauso atronador que se prolongó durante varios minutos, gesto que devolvió a sus seguidores con hasta tres bises antes de despedirse con una canción más, Telefonía -”Mejor canción” en los premios Grammys Latinos de 2018-.
Las luces se apagaban al pronunciar la siguiente estrofa:
“Te quiero, te querré, te quise siempre. Desde antes de saber que te quería”
Ahora pueden tomar nota y ahorrarse, si quieren, los bombones y las flores. Todo es más fácil de lo que parece, solamente hacen falta las palabras adecuadas... y los silencios.
Como si de una canción de Jorge Drexler se tratara.
El premiado monólogo se representa en La Rambleta y bebe tanto de Homero como de Safo, Anne Carson, Pedro Lemebel y Luis Cernuda