Fundació La Posta inaugura una muestra que intercambia reflexiones, procesos y creaciones con cuatro artistas alemanes
VALÈNCIA. Berlín y València son mundos distintos. Se nota en el clima, en la gastronomía, en sus gentes, en su flora y su fauna, en sus calles. Una semana en el corazón de Europa le sirve a uno para formalizar ese agravio comparativo general que nos acompleja como parte de una ciudad “menos educada y más sucia”. Pero eso son solo experiencias. Aunque en vez de a comparar, tal vez sea mejor intercambiar ideas, costumbres y cosmovisiones. Y un punto de encuentro importante podría ser el arte.
Esa al menos es la premisa de Inflexive Speeches, una muestra que intenta construir un puente entre València y Berlín a través de sus creadores artísticos. La muestra hizo un viaje de ida a sala Freiraum de la capital alemana el pasado mes de septiembre, enviando obras de Pepa L. Poquet, Elia Torecilla, Moisés Mañas y Cristina Ghetti. Has sido ellas mismas las encargadas de acoger ahora las piezas, que se expondrán durante toda esta semana en la sala de Fundación La Posta.
El viaje de vuelta se ha hecho con las obras de Yvonne Andreini, Ulrike von Gültlingen, Alessio Castagna y Caroline Corleone, que ellas mismo presentaron ayer en la galería.
Caroline Corleone presenta una pieza colgada sobre el techo que es en realidad un collage hecho a partir de telas recopiladas en diferentes lugares del mundo que visita. Aunque habitualmente trabaja sobre un lienzo, esta vez ha decidido realizar la obra únicamente sobre las propias telas y que así, por un parte, se vean las costuras y el artificio artístico, y por otra parte, que pueda ser lo más portátil posible. Yvonne Andreini presenta una reflexión sobre el tiempo y la concepción de los intervalos entre un instante y otro, abriendo una ventana a la resignificación de esta dimensión. Ha traído 16 piezas de una serie de 66 papeles manchados con tinta y lijados para formar las figuras que representa. Ulrike Von Gueltlingen aporta una serie de fotografías de reflejos de un bosque sobre un lago, intentando provocar la pregunta de qué lado es la realidad y además presentar el reflejo como una inflexión de la propia representación. Finalmente, Alessio Castagna presenta un vídeo de una serie fotográfica del mar en el que destaca el contraste de luces y sombras, poniendo el problema migratorio en Europa como ejemplo de la esperanza o la resignación de Occidente.
Los motivos y discursos de las obras no son uniformes, porque el objetivo de la muestra no radica tanto en el contenido sino en la naturaleza del contenedor: “el punto común es que los trabajos tienen como limitación que puedan viajar con su autor allá donde vayan”, cuenta Cristina Ghetti. Más allá de mostrar las piezas de los diferentes autores, se busca un diálogo entre ecosistemas artísticos, autores, incluso públicos. Una circularidad con la que poder “intercambiar experiencias profesionales y vitales, compartiendo una sociabilidad más cercana al Happening que al evento cultural”, según reza el blog del proyecto. Un viaje low-cost al Berlín creador, entre las cuatro paredes de una galería.
Los artistas alemanes que acogieron las obras allí destacan el contraste entre las dos partes interesadas: "No se trata únicamente sobre la temática que elegimos para reflexionar. Nuestra forma de entender el arte puede ser parecida, pero la forma de ejecutarlo completamente diferente: soportes, sensibilidades, procesos... Todo cambia. Y eso se nota en lo diferente que ha quedado esta muestra en comparación con la de Berlín. Ha sido un placer poder hacer este experimento", cuenta Corleone con el asentimiento de Andreini.
Así, los artistas valencianos hacen una valoración más que positiva de la experiencia en la capital alemana: “los artistas trajeron a sus círculos creativos y hubo un feedback sobre las obras muy positivo”, valora Ghetti. Aunque más allá de los significados y los discursos individuales, prevalece el interés por intercambiar también ideas genéricas sobre el dispositivo artístico o la situación cultural local. Así, el arte acaba siendo una buena excusa para hablar de todo lo que no es arte pero le rodea. Sin agravio comparativo, de una manera horizontal, inflexiva. Para que la cultura construya lo que siete días de bratwurst o paella destruye.