Aunque la espondalitis anquilosante no se puede prevenir, el seguimiento de unos hábitos de vida saludables puede mejorar su pronóstico
La espondilitis anquilosante es una enfermedad reumática de tipo inflamatorio que afecta sobre todo a gente joven o de mediana edad y, aunque no se puede prevenir, el seguimiento de unos hábitos de vida saludables como una dieta equilibrada, no fumar o realizar ejercicio puede mejorar su pronóstico.
Así lo ha asegurado la médico adjunta del Servicio de Reumatología de HM Hospitales, Marta Valero, durante un encuentro con pacientes organizado en el Hospital HM Sanchinarro de Madrid junto con la Coordinadora Nacional de Artritis (ConArtritis) y la farmacéutica Pfizer.
Durante el encuentro, la experta ha insistido en que los pacientes "deben seguir todas las indicaciones que les dé el especialista y acudir a todas las revisiones", ya que de ese modo puede mejorar la calidad de vida con una enfermedad que, de momento, no dispone de un tratamiento curativo.
La espondilitis anquilosante afecta a las sacroilíacas y con frecuencia al resto de segmentos de la columna vertebral (lumbar, dorsal o cervical). Y en numerosas ocasiones puede afectar a otras articulaciones como los hombros, rodillas, caderas, y las zonas de unión de un tendón o un ligamento u otras estructuras al hueso.
La patología se encuentra dentro del grupo de las espondiloartropatías, en donde están también la artritis psoriásica, la artritis reactiva o las artritis que se asocian a enfermedades del intestino (Crohn y colitis ulcerosa).
"A estas enfermedades les une una frecuente asociación familiar y un gen llamado HLA B27"
"A estas enfermedades les une una frecuente asociación familiar y un gen llamado HLA B27. Además, suelen afectar también a estructuras fuera del aparato locomotor, como la piel o los ojos", ha señalado Valero.
Entre los síntomas destacan dolor en la zona lumbar o glútea, pero diferente al dolor que causan la artrosis o las hernias, y el diagnóstico se obtiene a partir de los datos de la historia clínica, la exploración física, la analítica y pruebas de imagen como radiografías y resonancia.
En cuanto al tratamiento, éste depende de la respuesta del paciente, pero se basa fundamentalmente en antiinflamatorios, terapias biológicas y otros fármacos. Asimismo, el reumatólogo recomendará al paciente determinados ejercicios que aportarán importantes mejorías y evitarán la rigidez y la limitación de la movilidad que pueden llegar a darse en algunos casos.