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el billete / OPINIÓN

Una guerra indecente

Foto: EP/J. HELLÍN/POOL
11/10/2020 - 

Cada vez más gente rechaza el término 'guerra' para calificar la guerra mundial que libramos contra el coronavirus SARS-CoV-2. Es cierto que una metáfora pierde su encanto por el abuso —con "las perlas de tu boca" nadie ganaría hoy un concurso escolar de poesía—, pero aquí 'guerra' no es una metáfora porque la RAE otorga al término el significado de lucha o combate no militar. Esto es una guerra.

La comparación con una guerra militar es incluso adecuada en el caso de los hospitales. Los médicos y enfermeros que rechazan la comparación no han leído al soldado Erich Maria Remarque (Sin novedad en el frente, 1929) o a la enfermera Vera Brittain (Testamento de juventud, 1933), por citar dos de los muchos testimonios sobre centros sanitarios en tiempos de guerra —en este caso, la Primera Guerra Mundial— donde escasea el material, abundan las infecciones y alguien tiene que elegir a quiénes desahucia para que otros se puedan salvar.

En esta guerra no faltan los habituales idiotas que continúan con su vida como si no pasara nada, los comisionistas que sacan tajada de la necesidad, los generosos, los indolentes, los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más jodidos. Es una guerra contra un microorganismo sin inteligencia pero provisto de una maquinaria bélica letal. Enfrente, los seres más inteligentes del planeta capaces de lo mejor y lo peor en el uso de esa inteligencia, gobernados por políticos de todo pelaje, algunos de ellos manifiestamente incapaces.

Foto: EDUARDO PARRA/EP

"Los políticos son con frecuencia la clara demostración de la inmadurez humana", escribió Vera Brittain. Pongamos que hablo de Madrid. La sucia batalla política entre el Gobierno del país que peor ha gestionado la crisis y el de la comunidad autónoma que peor ha gestionado la crisis es una falta de respeto para todos los madrileños, para los enfermos, para los muertos y para sus familias; también para los sanitarios que están en primera línea y para los empresarios y trabajadores que se acuestan sin saber qué les deparará al día siguiente la batalla política.

Mientras miles de personas se desviven contra la covid, no pocos políticos libran su particular guerra en la retaguardia, una guerra indecente que provoca más muertos. El bochornoso espectáculo es transmitido con todo detalle por los medios de comunicación de la capital, la mayoría posicionados en un lado de la trinchera para ayudar a arrojar mierda al lado contrario. La política por encima de la ciencia, la salud de la ciudadanía al albur de los intereses electorales, por mucho que alardeen de lo contrario.

Nos preguntamos por qué las cifras de contagios y fallecidos de la Comunitat Valenciana son notablemente mejores que las del resto de España, siendo esta una región turística con muchos visitantes de zonas de alta incidencia como Madrid, Aragón, Cataluña y Castilla-La Mancha. Se habla de alto número rastreadores, de buena atención primaria, de concienciación de la población —'Galileos' aparte—, de acertados confinamientos 'quirúrgicos'…

Foto: CRISTINA BEJARANO/POOL

Quiero pensar que algo tiene que ver el clima político, la responsabilidad con la que el Consell y los partidos de la oposición han abordado desde el primer día la crisis, con un presidente Puig que, al contrario que Sánchez y Ayuso, ha hecho el esfuerzo de mantener informada a la oposición a la que pedía su apoyo —también a los agentes sociales— y unos partidos liderados por Bonig y Cantó que han limitado sus críticas a aspectos concretos como la contratación de material o la gestión respecto a las residencias pero no han aprovechado cualquier error —que los ha habido— para sacar ventaja electoral. Otro tanto ha ocurrido en el Ayuntamiento de València y creo que en el resto de consistorios. Hasta Vox, que no se ha sumado a los consensos, ha sido aquí menos duro que Abascal.

En la polarizada sociedad hacia la que avanzamos, parece que sin remedio, el mensaje de unidad política tiene mucha importancia porque la ciudadanía no tiene dudas sobre cuáles son las normas en cada momento y, aunque no esté de acuerdo, no tiene cobertura política para saltárselas.

Recién celebrado el 9 d’Octubre y el "orgullo de ser valencianos", uno que no cree tanto en el orgullo de ser sino en el de hacer siente por ello cierta satisfacción por tener unos políticos que en esta ocasión se han comportado con la honestidad que echamos en falta cuando miramos hacia poniente.

Autocensura oficial

"...batallamos contra un enemigo tan poderoso como aquel al que se enfrentó el rey [Jaume I], hace 782 años, con determinación, con esfuerzo y con la unión de su gente". Esta frase de la campaña oficial para el 9 d’Octubre fue retirada por la Generalitat porque en la nueva normalidad retórica de prosa plana que sufrimos no cabe la comparación, la hipérbole y mucho menos la metáfora. Todo se toma al pie de la letra.

Foto: EVA MÁÑEZ

En tromba salieron censores a izquierda y derecha —Pilar Lima, Baldoví, González Pons…— a pedir en las redes sociales que se retirara, y lo consiguieron. "Campaña impropia", la calificó Ximo Puig al pedir disculpas a no se sabe quién, pues los supuestos ofendiditos perecieron hace 782 años, muchos de ellos a manos de las tropas del Conqueridor en la batalla de El Puig. 

Lo que era un elogio al poderío del ejército asediado —y, por ende, al de quien los derrotó— fue interpretado como "un paralelismo entre musulmanes y covid" y calificado de "racista". ¿Qué será lo próximo, pedir perdón a los musulmanes valencianos por conquistar su tierra e imponerles una lengua y unos fueros extraños hace ocho siglos? ¿Poner del revés el retrato de Jaume I? ¿Derribar la estatua del Parterre?

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