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Una identidad para el Jardí del Túria: cómo darle unidad comunicativa a un prodigio

10/07/2021 - 

VALÈNCIA. Hace unos días, en una tarde plácida, el ex alcalde Ricard Pérez Casado y el economista urbano Ramon Marrades dialogaban en un patio de la calle Caballeros. Irremediablemente, el Túria se coló en la conversación, rememorando el proceso que canalizó una de las intervenciones más estratégicas de la València contemporánea. Haciendo prospección hacia el futuro, se colaba como elemento lateral una peculiaridad que acompaña al jardín: la carencia de una identidad comunicativa que amalgame toda su extensión. “¡Ni tiene una web!’”. Aunque, podría convenirse, ¿qué falta le hace? 

Más que una debilidad, es parte de su éxito. Simplemente, no la ha necesitado. No ha requerido activarse porque fue la propia dinámica social quien le dio sentido, quien colmó sus espacios. ¿Pero no es en realidad la propia ciudad la que necesita que el Túria tenga una identidad con la que elevar el nivel de su transmisión urbana?

Tan atomizado, tan amplio, tan diverso, con tantos ‘afluentes’ que van a parar al río… ¿cómo simplificarlo bajo un denominador común? ¿Por qué intervenir en una ‘estrategia’ que ya funciona sola? Es otra de las razones para que el Jardí no fluya bajo un paraguas comunicativo. Más bien suena a excusa para no ponerse al lío: es justo esa potencia exponencial la que necesita mostrarse con todo su valor. Cubrir la casa con el tejado.

El Túria, decididamente, es el eje verde que todo lo atraviesa. El verdadero hecho diferencial de esta ciudad respecto a cualquier otra. El símbolo -no solo decorativo- de por dónde debería guiar su futuro. El sendero a todo. La victoria civil. El conducto a través del cual la ciudad hace la digestión. Remueve a todos los estratos, agita en un mismo espacio a los ciudadanos de todos los barrios. La victoria de la racionalidad sobre la bestia.

Y en cambio, ¿por qué no está articulado como una unidad comunicativa?, ¿por qué es un popurrí terminológico y una emisor de mensajes dispersos? Puede, como suele indicar el profesor Pau Rausell, que la ventaja competitiva valenciana sea trascender de la rigidez y abonarse a la innovación desde el pensat i fet. El gran desafío está justamente en esa combinación blanda que haga encajar el flujo libre de aquello que sucede sin intermediarios, desde la espontaneidad, y de la misma manera generar una unidad de concepto.

Un riu de…

“Hay una historia de amenazas asfálticas y reivindicaciones ciudadanas, pero se habla poco de iniciativa política, de diseño, estrategia, innovación y paisajismo. Ese relato que dotara de identidad propia al espacio permitiría explicar también qué es el jardín del Turia a quienes no lo conocen, sean de donde sean, y darle valor a los usos que cada vez los ciudadanos le damos”, plantean Alicia García y Kike Correcher de Filmac, inaugurando una ronda por algunas de las oficinas de la ciutat expertas en coser identidades comunicativas. 

Introducen ambos un matiz terminológico sobre cómo calibrar la cuestión: “Preferimos hablar de identidad que de marca, porque no se trata de un producto a comercializar, sino de que la ciudad (y el mundo) entiendan el inmenso valor de una obra ejemplar y con pocos parangones a nivel internacional”. Y concluyen: “Existió algo llamado “Un riu de cultura”, que creemos que llegó a tener web propia. Quizá es tarde, pero es verdad que, a diferencia de la «High Line» neoyorquina, no hay un relato potente en torno a la audacia, la dimensión, la profundidad y el éxito de semejante transformación urbana”. 

Diseño de Ricardo Bofill para el Jardín del Turia. Foto: Ricardo Bofill Taller Arquitectura

“Ni siquiera sabemos si llamarlo jardín, río, parque…”, replantea Jorge Sánchez, desde Kids. “Si no hay un naming claro, una identidad gráfica, ni ha habido preocupación por el storytelling que hay detrás, no existe como marca. Es algo normal, porque excepto espacios como Central Park, el Parque Güell, por poner un ejemplo de España, el place branding es algo que pocas ciudades han trabajado. Si se trabajara, por supuesto que podría acercarse a otros grandes espacios del mundo como Hudson Yards o el Strijp-S de Eindhoven”. 

El río de todas las personas

Para Sánchez, su espíritu eminetemente democrático es un atributo único: “Estoy convencido de que es el activo más valioso que tiene la ciudad, muy por delante de la playa, la huerta o cualquier edificio o museo. Se trata de un parque que oxigena y libera a todos los ciudadanos en cuestión de segundos. Más allá de las particularidades que tiene cada zona (museos, zonas deportivas, de recreo), el hecho de que tenga forma de río y atraviese toda la ciudad, permite que todos los valencianos nos sintamos muy cerca siempre de la naturaleza”. Justo que sea un proyecto masivo, cuyo público no distingue entre nicho, le resulta a Clara Icardo, de Signne Creative House, la clave distintiva: su identidad debe servir de “elemento de reclamo para recordar a todas las personas que están o pasan por Valencia, de la multitud de opciones que ofrece el río y del concepto de espacio ‘de todas las personas’”.

“Echo de menos tratarlo con entidad propia -recoge Guillermo Navarro, director de La Mujer del Presidente-, como una marca total y no como un espacio contenedor de otras marcas (Palau de la Música, FDM Valencia, CAC, Valencia Ciudad del Running...). Como en Central Park, no solo por su identidad creada, con señalética, merchandising, submarcas y gestión independiente y diferenciada, sino porque esa tangibilización de la marca The Park, consigue visualizar y alimentar el orgullo ciudadano de la ciudad con El Parque, de igual forma que se podría hacer con El Río. Servir de un gran generador de orgullo de pertenencia a nivel ciudad. Me gustaría pensarlo como marca total, y no segmentada según zonas, temáticas (deportiva, running, musical, popular..) o públicos (zona infantil, tercera edad, población migrante..) ¿Quién debería hacerlo? Quizá para ser coherentes con esa esencia embrionaria, democrática, popular y no política, se podría buscar un amplio consenso o incluso un movimiento ciudadano, aunado sensibilidades de todos los colores, recordando así el origen: El Río es de todos”.      

En el terreno de lo simbólico, el periodista y publicista Ismael Ledesma pone el foco en cómo el Túria es propulsor de aquello que no se toca: “Es la razón de ser de València, el espacio que hace que el resto encaje. El intangible de una ciudad con muchos aspectos tangibles. Si València es calidad de vida, el Túria es el ejemplo perfecto de ese bienestar”. En paralelo, una oportunidad no del todo aprovechada para conectar (y por tanto elevar) con aquellos puntos por los que el jardín transcurre: “Poner en valor que el Jardín es realmente un elemento vertebrador y la mejor vía de comunicación y acceso a algunos de los elementos más relevantes de la ciudad de València (Torres de Serrano, el Palau de la Música o la Ciudades de las Artes y las Ciencias). Es el espacio que te conecta a todos ellos. Contar todo lo que ofrece tanto en offline (el propio espacio) como online (web, app): los monumentos internos y externos, la ruta de los puentes, y acumular anécdotas para contar una historia, crear un storytelling”.

Quizá porque funciona tan bien solo, el modelo del Jardí del Túria necesita acompañamiento. 

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