El Jardín del Túria de València celebra su 35 aniversario con un consenso casi total sobre su valor en la ciudad. Son muchos los que coincidimos en que se trata del proyecto urbanístico más importante para la evolución de València, siendo uno de los espacios verdes más significativos de Europa. También es un ejemplo paradigmático de cómo una Ayuntamiento progresista, capitaneado por Ricard Pérez-Casado y con Josep Sorribes al mando de su estrategia, supo responder de manera inteligente a una potente demanda ciudadana, a la que se sumaron más de 100.000 apoyos.
El buen diseño, el inicial de Ricardo Bofill, respondió a las necesidades de usos, y luego el proyecto se fue ejecutando en segmentos distintos que le dan un carácter variado e interesante a lo largo del discurrir de la antigua corriente.
Ahora que nos hemos creído el valor del Túria, cuando destacados responsables políticos reclaman “uno en cada barrio”, aunque precisamente la característica fundamental del jardín del antiguo cauce es que cose y atraviesa barrios distintos siendo usado activamente por las más diversas demografías que comparten la ciudad, es momento también de no ser complacientes y pensar cómo se debería adaptar a las necesidades de hoy.
Porque aun siendo fantástico, el Jardín del Túria es un espacio verde pensado y ejecutado en un periodo distinto, que se beneficiaría muy mucho de algunas actualizaciones. Aquí van ocho propuestas, empezando por la más evidente.
- Llegar al mar. Aparecía en el planteamiento original, y debería ser una prioridad ineludible, que llegase a conectar con Nazaret y la Dársena histórica.
- Humanizar los márgenes. Es un pulmón verde rodeado por autopistas que se beneficiaría mucho de una continuidad peatonal más natural y cómoda desde la ciudad.
- Usos y programación. El río necesita una unidad de gestión, no solo de jardinería, que se encargue a nivel integral de lo que allí pasa. Los eventos se suceden ahora sin estrategia y no hay coordinación para planificar las actividades. La unidad de gestión debería unir eventos, programación propia, comunicación y permisos para facilitar que pasen cosas buenas, coherentes e integradas.
- Mejor hostelería. No tiene sentido que las opciones para tomar algo sean tan escasas y de tan poca calidad. El Túria, como salón noble de la ciudad, debería también reflejar nuestra gastronomía. Que se opte por quioscos de comida ligera y refrescos no significa que se deban servir solo precocinados. La unidad que propongo debería gestionarlo. Se podrían planteas incluso otros usos asociados como espacios de venta de productos culturales o de proximidad
- Conectar de verdad los usos culturales. El Túria pasa por el Museu de la Ciutat, IVAM, Museu de Belles Arts, Ciutat de les Arts i de les Ciències y el futuro Caixa Fórum. Esos espacios culturales deberían estar mejor señalizados, ser más accesibles desde abajo e incluso volcar parte de su programación en el propio parque.
- Más espacios para la infancia. Aquí tenemos otro referente, el Gulliver, un lugar increíble para los niños y los que no los son tanto. El Túria y València necesita también otros Gulliver, más lugares para la imaginación y la diversión que también sean capaces de reflejar la vanguardia artística y arquitectónica de la València del ahora, como hicieron Rafa Rivera y Manolo Martín en su momento.
- Más diversidad y participación. Siento el lugar donde las distintas culturas conviven, donde vemos cumpleaños, bailes, prácticas deportivas e incluso encuentros religiosos, sería fantástico involucrar a los y las usuarias del día a día en la definición de los usos futuros y las posibles mejoras.
- Un enfoque de género. Por un lado, durante algunos momentos del día el río se percibe como inseguro. Por otro, los usos deportivos a través de equipamientos (canchas, skateparks, gimnasios al aire libre) están tendencialmente masculinizados. Una lectura de género debería permitir un río más confortable e interesante para las mujeres y especialmente las adolescentes.
Sin ánimo de ser exhaustivo, he detallado algunas posibles vías de mejora del extraordinario Jardín al que tenemos suerte de tener acceso. Ahora que nos lo creemos, no lo fosilicemos, si no permitamos que su evolución acompañe a la nuestra.