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València a tota virolla

Una Mina en la calle Gutenberg: el primer centro cultural nacido del confinamiento

En un ramar intricado del Carmen se abre una nueva formulación como alternativa ante los rescoldos de un mundo consumido

15/08/2020 - 

VALÈNCIA. Se puede habitar en la calle Gutenberg -ese ramal en el entorno de Na Jordana- pero ni aún así ser suficiente. Se puede disponer de un espacio diáfano de 300m2, con zona de invernadero y arcos originales, pero ni tampoco. Ser testigo y devolver a la vida un área con paredes de ladrillo de 1800, techos de cuatro metros, viga vista original, un antiguo casino republicano del Carmen, un viejo taller de diseño… pero tampoco así. Porque una pandemia puede hacer trizas tu idea de regenerar una de esas instalación algo recónditas que hacen de una ciudad un lugar de identidas cálida.

Es lo que les sucedió a ocho profesionales dedicadas a la ilustración, diseño, fotografía, pintura, desarrollo web que, hace cerca de un año, vieron lo que vieron: “Fue un día de verano a mediodía y al acceder lo que más nos impactó fue la luz que entraba a través de la terraza interior y el fresquito que hacía para ser agosto. A simple vista se ve todo lo que nos enamoró”. Aquello, como las cosas realmente productivas, pronto derivó en un grupo de whatsapp. ‘Llámalo equis’. Y así se llamó el espacio en nacimiento, un cobijo para profesionales entrecruzados: Espacio Equis.

Foto: EDUARDO MANZANA
Pero entonces… sucedió. La pandemia. “Llegamos a ser 20 profesionales creativos pero en marzo de 2020, a consecuencia de la inestable situación económica y profesional de pequeños autónomos y freelance, nos encontramos con un increíble espacio vacío totalmente adaptado que no queremos perder después de tanto esfuerzo”, comentan dos de sus artífices, Carmen Fuster y Maria Gras. “Hemos decidido que la mejor forma de salvar nuestro local es abriendo sus puertas y compartiéndolo con la cultura valenciana que en estos momentos se encuentra paralizada por falta de fondos y/o recursos”3

El primer pálpito, con el transcurso del confinamiento, fue salvar el espacio. Pero de nuevo, otra equis, otra incógnita. Qué hacer con aquello. Cómo reaprovechar un espacio así. “Después de un par de semanas encerradas -razonan- se nos ocurrió el primer concepto que dió forma a todo el proyecto... Tenemos un espacio vacío y realmente increíble, ¿por qué no lo compartimos gratuitamente con un sector tan castigado como la cultura?, ¿por qué no buscamos otras formas de financiar el espacio que permitan que, no solo nuestro local, si no que el movimiento cultural creativo pueda seguir funcionando?, ¿en qué se va a gastar la gente el poco dinero que tiene en cuanto nos dejen salir de casa? Todos ansiamos una cosa, ver a nuestros seres queridos, compartir nuestras vivencias, nuestras obras, compartir un rato con ellos, una cerveza, un refresco, una copa de vino”.

Foto: EDUARDO MANZANA

El propio momento de reencuentro, de reunir, como patrocinador del espacio. “Así podríamos cederlo gratuitamente a profesionales creativos y artistas emergentes en esta situación tan difícil”. Y titulan: “en lugar de producir cultura para el ocio, promover un ocio que soporte y financie cultura”. “El ocio como motor de autosuficiencia. Los siguientes meses de encierro sirvieron para darle forma al proyecto, asentar las bases, buscar un nombre que nos identificara, decidir qué tipo de comunicación íbamos a utilizar, etc”.

Los primeros nombres, detrás de la idea, eran los de Merche Cruz, Carmen Fuster, Maria Gras, Adrià M. Roda, Jules Fuentes, Diego March e Iván Santana. Como un pequeño salto al vacío, el 19 de junio abría aquello que se había conformado en el encierro: abría La Mina. “La Mina es una asociación cultural situada en Ciutat Vella, donde un grupo de profesionales creativos afectados por la crisis del covid19 han decidido transformar su espacio de trabajo debido a la imposibilidad de seguir manteniendo el local. Por ello, se ofrece el espacio para que diseñadores y otros creativos puedan llevar a cabo sus proyectos de forma gratuita generando así un contenido cultural accesible para los valencianos”, se lee en su about.

Foto: EDUARDO MANZANA

Pocas semanas después, ya son más de 600 socios. Han acogido la presentación de la publicación OVE, la exposición de Jacobo Amador y RKPK Lab, la exposición de Paco Tuercas, la presentación del fanzine Textos e imágenes para el Día 1, de Jorge Alamar y Cris Bartual, la presentación del disco Papagayo de Bearoid. Y sacando a relucir a su alter ego El Minero, su portavoz, una especie de defensor del pueblo.

El caso emergente de La Mina es como el aviso del pájaro, en la jaula, ante el desplome. Un adelanto sobre cómo se retorcerán los modelos ortodoxos, moldeándose en busca de una mínima viabilidad. “Hay sitios geniales en Valencia donde poder hacer una expo, charla, evento, etc, el planteamiento que nos diferencia es que estos lugares o se financian públicamente, o se financian con la misma cultura que ocurre dentro de ellos”, cuentan las ‘mineras’. “Pero nuestro planteamiento es que ni el que la produce ni el que la consume percibe coste alguno, es un ocio cultural el que financia estas instalaciones. De esta forma creemos que se abren las puertas a gente que puede aportar proyectos realmente interesantes tenga o no recursos económicos”.

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