Sólo han pasado dos semanas desde mi anterior columna en la que hablaba de la infrafinanciación que sufre la Comunitat Valenciana y ya tenemos que hablar aquí de una de sus principales consecuencias. Eso sí, debemos empezar siendo honestos: no todo nuestro problema de deuda tiene su origen en que seamos la Comunidad Autónoma peor financiada.
Los valencianos estamos sentados en una montaña de deuda. Concretamente, sobre una montaña de 50.807 millones de euros. Llevábamos tiempo coqueteando con la barrera psicológica de los 50.000 millones de euros y la hemos sobrepasado con creces, tal y como señalan los últimos datos del Banco de España. La Comunitat Valenciana ya es la segunda región con más deuda, en términos absolutos, sólo por detrás de Cataluña.
Y si vemos la clasificación en términos relativos, somos los primeros, porque nuestra deuda sigue creciendo, pero nuestra riqueza va a la baja. Así que lo que debemos supone ya el 48,6% de lo que producimos y generamos. Casi el 50% de nuestro PIB regional. Es una cifra que pone los pelos de punta. Estamos ante una cifra de deuda que nunca antes había registrado la contabilidad del Banco de España, ni de la Comunitat Valenciana ni de ninguna otra CCAA.
Los valencianos siempre peleamos por ser los primeros en algo, en nuestra particular competencia con Madrid y Cataluña. Los excesos faraónicos de los sucesivos gobiernos del PP pagados a golpe de talonario nos llevaron al podio de deuda y con la coalición de izquierdas del Botánico lo hemos rematado. Tenemos el oro, somos los primeros.
Lo traduzco porque ya sabemos lo que pasa cuando se habla de tales magnitudes y tantos ceros, porque la cifra es tan desorbitada que cuesta ponerla en perspectiva: cada uno de los cinco millones de valencianos, por el mero hecho de haber nacido en nuestra tierra, debemos unos 10.100 euros aproximadamente. Para muchos, un año completo de su trabajo.
Una bola de nieve gigante y voraz. Vivir a crédito es la salida natural de las crisis financieras, también lo es acudir al Fondo de Liquidez Autonómica cuando tienes un problema de desequilibrios en la financiación autonómica. Pero conviene no traspasar determinadas líneas rojas, porque la deuda contraída lastra el crecimiento, la competitividad y la flexibilidad de las economías. La nuestra no es una excepción, por desgracia.
El crédito crea una adicción extrema y es un círculo pernicioso con muy mal final el gastar más de lo que tienes o puedes generar. Pero el mayor riesgo no es sólo la cifra alcanzada, que lo es, sino la gran velocidad a la que se ha llegado al nivel actual. El agujero en las cuentas valencianas ha crecido durante los años del gobierno del Botánico (2015) a un ritmo de más de cinco millones de euros al día. Es decir, sea primavera o verano, festivo o lectivo, cada día que amanece en nuestra Comunidad sumamos cinco millones trescientos mil euros de números rojos. Una locura.
¿Por qué no deja de crecer la deuda de la Comunitat? ¿Por qué otras regiones logran contenerla en mayor medida? Sin duda porque somos la región peor tratada en cuanto a financiación autonómica, pero que además mantiene el gasto de una Comunidad rica y a la que se la he sumado una pandemia por si no había bastante. A la injusta financiación autonómica sumamos la mala gestión de los recursos y el despilfarro político.
Urge un nuevo sistema de reparto de fondos autonómicos, más justo, transparente y consensuado entre todos los territorios, pero nadie quiere ponerle el cascabel al gato. Por algo será.
Urge un sistema de financiación igualitario para que todas las regiones puedan sostener sus servicios públicos sin tener que endeudarse acudiendo a los mecanismos de liquidez que facilita el Ejecutivo central para sostener a la región evitando un colapso financiero. Porque acudir al FLA, en lugar de reformar la financiación, no hace más que engordar el capítulo de la deuda pública, toda vez que esa liquidez tiene forma de préstamos que hay que devolver. Y ya sabemos que un problema de deuda no se arregla con más deuda.
Urge ser honestos con los presupuestos. Acabemos con la partida reivindicativa de 1.600 millones de euros que cada año pone el Consell en los Presupuestos. Una partida ficticia de ingresos que, ejercicio tras ejercicio, figura como ingresos que no llegan pero que se gastan hasta el último céntimo y van engrosando la factura. Acabemos, con los enchufes, los dedazos, la colocación de amiguetes como asesores y altos cargos, que sólo hacen engordar la nómina pública y, como se demuestra, son poco productivos.
Y urge, en definitiva, reconducir el gasto y no abandonar la senda de ajustes necesarios como nos advierten la AIReF y FEDEA. Destinemos todos los recursos disponibles a reactivar la economía, ayudar a las empresas, facilitar el emprendimiento, reducir los impuestos, crear empleo y generar riqueza. No condenemos el futuro de nuestra región. No hipotequemos de por vida a las próximas generaciones de valencianos.