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MEMORIAS DE ANTICUARIO  

Una propuesta de ruta por monumentos que homenajean a nuestros artistas

14/11/2021 - 

VALÈNCIA. Hace unos días, casualmente, vi en una web una fotografía del célebre monumento neogótico que la ciudad escocesa de Edimburgo dedicó al Escritor Walter Scott tras su muerte, y que fue inaugurado tras cuatro años de obras, en 1845. Algo más de sesenta metros de altura, es decir, más o menos como el Miguelete, dedicado a la memoria de un escritor de novelas.

Hubo un tiempo, que parece haber pasado ya, en el que las ciudades rendían homenaje a sus artistas, escritores o músicos a través de monumentos en su recuerdo y reconocimiento. Unos tiempos en que los recibimientos y despedidas eran multitudinarios. Vuelvo una vez más a la llegada del féretro cono los restos mortales de Blasco Ibáñez a la ciudad que le vio nacer. Toda una población lanzada a la calle. Hoy hay artista o literato que en la actualidad concite semejante interés, salvo las estrellas pop y algunos deportistas. Las causas son de toda índole y darían para escribir un ensayo sociológico, histórico e incluso filosófico. Este artículo únicamente se centrará en hacer un recorrida por los lugares que homenajean a artistas que, para la consideración de la ciudad y sus gentes, en un momento histórico, tuvieron el merecimiento de que se levantara un monumento en su honor.

Monumento a José de Ribera

La plaza del Carmen es para Juan de Juanes. Quizás el artista homenajeado más antiguo sea el pintor más importante del Renacimiento valenciano (en torno a 1507-1579) y se trata de un monumento poco conocido ya que no es especialmente visible al estar rodeado de vegetación y mimetizado con la fachada del palacio de Pineda. Se encuentra a pocos metros de la que fuera su casa estudio en la calle baja, frente a la fachada barroca de la iglesia del Carmen y a la del citado edificio neoclásico. Es obra de Mariano García Más (1858-1912), y curiosamente la modeló en Roma mientras estuvo pensionado en aquella ciudad, lo que se puede percibir en su disposición clasicista. Fue realizada definitivamente en piedra por iniciativa del director del Museo de Bellas Artes, González Martí, ya en València tiempo después, e instalada en el actual emplazamiento ya en 1960.

Siguiendo la cronología de los homenajeados el siguiente artista al que se le levantó una escultura es el gran setabense, José de Ribera (1591-1652), un pintor por el que siento especial debilidad. Se halla en un lateral de la iglesia del Temple en la pequeña plaza Poeta Llorente, de forma triangular y tras una marquesina de la EMT que prácticamente impide su visión frontal. Alzada sobre un pétreo pedestal la escultura fue moldeada por un joven Mariano Benlliure y fundida en bronce, en Roma, según designios del artista, tras una iniciativa popular coincidiendo con el tercer centenario de su nacimiento. Benlliure traza una visión idealizada del pintor que parece más un distinguido caballero, pues si bien porta la paleta en su mano izquierda y el pincel en la derecha, también luce capa, espada en el cinto y cierta actitud desafiante. El pedestal, de mármol de Carrara presenta los escudos de las ciudades de València y Xátiva, además del de la Academia de San Carlos

Monumento a Ignacio Pinazo Camarlench

Discreto sería un eufemismo para referirnos al busto que se instaló a pocos metros del monumento dedicado al Españoleto, concretamente en el pequeño jardín frente a la sobria y elegante fachada principal del palacio del Temple, actual sede de la Delegación del Gobierno. El representado no es otro que otro gran pintor valenciano, que en vida obtuvo un gran prestigio y reconocimiento: Vicente López Portaña, quien fuera pintor e de cámara de Fernando VII y académico. Llama la atención que un artista que brilló tanto en todos los sentidos y que quizás fue el pintor con más éxito en su momento se le recuerde con un busto tan discreto.

A la sombra de uno de los impresionantes magnolios de la Glorieta se instaló el monumento al pintor Muñoz Degrain en 1915, obra de Ferancisco Marco Díaz. Una discreta, aunque elegante obra conformada por un par de bancos de piedra flanqueados por dos grandes volutas que arropan una columna que se eleva para rematar el conjunto con el busto del gran paisajista decimonónico.

Es en 1933 cuando en la playa del Cabanyal se inaugura el monumento más espectacular que se levanta a un artista valenciano compuesto de un templete abierto en forma semicircular proyectado por Francisco Mora y un busto de medio cuerpo del pintor, réplica en bronce del existente, en mármol, en la Academia de San Carlo obra de Mariano Benlliure. El acto de inauguración fue un pequeño acontecimiento que concitó a varios miles de ciudadanos. La riada de 1957 arrasó con la construcción y quedó abandonado durante un período de tiempo demasiado largo, hasta que en 1974 se inauguró el nuevo, con la presencia del nieto del pinto, en la plaza de la Armada Española, en el que el busto se enmarca bajo una historiada portada barroca.

Recientemente, en el cercano municipio de Paiporta se han descubierto el conjunto de pilares que, al parecer, formaron el templete semicircular de Mora que fue destruido por las aguas. Una investigación que se debe a la asociación Círculo por la Defensa del Patrimonio, la Fundación Goerlich y al fotógrafo Tono Giménez.

Monumento a Antonio Muñoz Degrain

Si Sorolla tiene su monumento, también lo tiene Ignacio Pinazo. Fue el propio Ignacio Pinazo Martínez, hijo del pintor de Godella, Ignacio Pinazo Camarlench, quien realizó el mármol que le rinde tributo en el pequeño parterre situado en un lateral del edificio neoclásico de la aduana en el comienzo de la calle Colón, junto a la Glorieta. Fue inaugurado en 1949 y venía a reemplazar la escultura que realizara antes de la Guerra, concretamente en 1918, el escultor Vicente Navarro Romero quien ya había ejecutado una estatua del pintor en 1918. El conflicto bélico la dañó de forma irreparable y el hijo del pintor, y José Pinazo Martínez se ofreció al Ayuntamiento para reponerla empleando mármol, aunque según manifestó: “no he tenido más propósito que su sencillez y buscando por tanto su poco coste... por eso no tiene ni una moldura ni media caña ni adorno alguno”. Hay que decir que el yeso original se restauró recientemente.

Los Benlliure también tienen sus bustos: el dedicado a José Benlliure Gil está en el Cabanyal, concretamente en la plaza Lorenzo de la Flor y el de su hijo José Benlliure Ortiz en la calle Blanquerías, en las Alameditas de Serranos obra de Esteve Edo. El monumento a Mariano Benlliure, artista que tantos llevó a cabo por España e incluso fuera de nuestras fronteras está situado en la calle Padre Huerfanos, en un lateral de la iglesia del Carmen. Se trata de una fuente llamada “la fuente de los niños” que es una obra en bronce del propio autor cuyo yeso original se encuentra en el Museo dedicado a la familia que se halla a escasos metros del lugar.

Tras esta sucesión de monumentos que fueron levantados y diseminados por la ciudad para homenajear a tan insignes artistas, a lo largo de la primera mitad del siglo XX y parte de su segunda mitad, se produce un vacío que en las últimas décadas llama la atención. Las obras ya no son tanto homenajes, sino que hoy se promueve la instalación de las propias obras de los artistas con criterios de selección en muchos casos discutibles. Quizás la ciudad y sus gentes ya no consideran, que tras los citados maestros haya habido un artista de especial consideración que merezca promover una obra en su recuerdo, quizás se deba a un cambio de percepción que entiende que hoy no es la mejor forma de homenajear a los artistas por medio de una escultura en su recuerdo, quizás el arte como disciplina no tiene hoy, la relevancia social o política que incite a movilizar recursos públicos destinados a esta clase de proyectos.

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