Me quedo con esta frase de la entrevista veraniega que le ha hecho a la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, mi compañero y sin embargo amigo, Joseca Arnau, en Valencia Plaza. Una vida en construcción es lo que todos vivimos cuando somos conscientes de que nuestro destino no está predeterminado, ni planeado, ni programado con la exactitud con la que nos enfrentamos cada día a nuestra agenda laboral, la que suena repetidamente en el recordatorio de la alarma de nuestro teléfono móvil.
Y no estoy hablando del futuro, sino del presente. Lo contaba el ex ministro y divulgador de ciencia Eduardo Punset en su libro El viaje a la felicidad. A los cuarenta años de vida, la especie humana ya ha cumplido su ciclo biológico. Con la prole criada y una estabilidad profesional y económica -lo escribió en los años 90-, hombres y mujeres se enfrentan a otros cuarenta años redundantes para buscar la felicidad, son cuarenta años que nos sobran para cumplir con nuestro cometido en este mundo y que nos regalan los adelantos de la ciencia.
En esta redundancia nos encontramos continuamente, desde las dos premisas/consecuencias de la que parte científicamente Punset. Una, que la emociones mueven al mundo. Y, la otra, que la felicidad es, ni más ni menos, que la ausencia de miedo. El miedo, como emoción negativa, y la sensación de vértigo que da asomarse a un precipicio de cuarenta años de incertidumbre es lo que nos lleva a una vida en construcción. De cómo la afrontemos dependerá nuestra búsqueda de la felicidad.
Para ello, Punset nos advierte de que "en el inicio y el final del viaje a la felicidad, como en todo proyecto, siempre hay una emoción. (…) Es en la búsqueda y en la expectativa donde radica la mayor parte de la felicidad". La culpa, parece ser, es del hipotálamo, que produce la dopamina ante determinados estímulos. "Los flujos de esta hormona, considerada esencial en los mecanismos de placer, se ponen en marcha con la simple expectativa del gozo, aun cuando éste luego no se materialice", añade.
Me hacía estas reflexiones al hilo de los nuevos tiempos de sensatez y diálogo que se afrontan políticamente en España y en Europa, con gobiernos de coalición multicolor, tras el anuncio de pacto entre Sánchez e Iglesias, para el gobierno español, y la elección de Ursula von der Leyen como primera mujer presidenta de la Unión Europea. De cómo afronte Europa los próximos cuarenta años dependerá nuestro viaje a la felicidad.
De momento, Von der Leyen ha anunciado dos de las prioridades para su gobierno en los próximos cinco años: la lucha contra el cambio climático y una economía social de mercado, partiendo de un gobierno que será pro primera vez paritario, con el mismo número de hombres y de mujeres. En los adjetivos están los detalles. La presidenta presentó su candidatura con un documento personalizado: Una Unión que se esfuerza para lograr más resultados: Mi agenda para Europa, subtitulado como "Orientaciones políticas para la próxima Comisión Europa 2019-2024".
En sus dos primeras frases, hace una referencia a sus padres y a sus hijos. No es baladí. De un lado, su padre, político alemán, fue uno de los primeros funcionarios que trabajó para la Comisión Europea, lo que llevó a que la presidenta naciera en Bruselas -en mi barrio- y fuera educada bilingüe en francés y alemán. Lo de los hijos tiene más valor, porque tiene siete y no por ello ha abandonado una carrera profesional que ha sido fructífera, despidiéndose de la política nacional como Ministra de Defensa de Alemania. Estas referencias emocionales sólo las podría haber hecho una mujer, lo que da cuenta de la sensibilidad que puede acompañar esta nueva Europa en construcción.
Paz, prosperidad y unidad son las palabras claves de sus prioridades. Un pacto verde, una economía para las personas, la reivindicación y protección de nuestra European Way of Life o nuestro estilo de vida, una Europa más fuerte y más democrática… Suena bien, suena como si camináramos en busca de la felicidad. Le recordaremos, pues, lo que decía Punset -padre-, que "la felicidad está en la búsqueda, porque en ella se esconde la antesala de la felicidad". ¡Y la dopamina!