VALÈNCIA. La Cúpula ha reeditado Tungsteno en edición de bolsillo, la obra del dibujante brasileño Marcelho Quintanilha premiada en el Salón Internacional de Angouleme como mejor trabajo de serie negra de 2016, entre otros galardones y nominaciones. Sin embargo, la trayectoria de este autor no destaca solo por su talento para el thriller, el guión vibrante y la resolución paradójica, lo realmente interesante de sus viñetas es cómo penetran en la sociedad de clases de su país, Brasil.
Está afincado en Europa, pero sus universos transcurren siempre en los lugares de los que proviene. Sus influencias en el tebeo pasan por la línea clara clásica, pero están tamizadas por el cine neorrealista italiano. Esa es la referencia más importante en Tungsteno. Aquellas historias con personajes de los estratos sociales más bajos, sus problemas insuperables para sobrevivir en el día a día y los círculos viciosos en los que se veían inmersos.
La historia que plantea en este cómic es realmente emocionante, vertiginosa, un circo de tres pistas por momentos, y está rematada por un final paradójico, aleccionador. Como formato cerrado es impecable, pero como reseñábamos al principio, la magia está en la situación y los personajes más que en la estructura.
El protagonista es un bandarra, metido en el menudeo de drogas, que se encuentra con un antiguo soldado. Mientras se saludan, ven por casualidad cómo unos tipos se ponen a pescar con dinamita, una práctica prohibida, y se inicia un debate moral entre ellos. El viejo militar quiere denunciarles inmediatamente. Al chaval le da más igual, ante la insistencia del señor le recomienda ponerse de perfil y hacer como que no ha visto nada.
Basta con eso para desarrollar una historia que involucra a un policía, a su mujer, a su desgraciado matrimonio, y a los dos pobres diablos que estaban pescando con métodos prohibidos. Unos para salir airosos solo tienen su audacia en una pelea desigual contra un policía armado. El agente es un temerario por ponerse a resolver un caso que en realidad, tal y como es la situación de las favelas, podría saldarse con un trámite burocrático y una multa. Pero está a punto de morir en el intento.
Al protagonista, el más tirado, con lo que sale adelante, o eso cree él, es con la información que le pasa a la policía. La mujer del agente no se cree que el hombre esté haciendo justicia, le parece absolutamente inverosímil, ya le pilló una vez siéndole infiel, mientras que en los recuerdos en las situaciones límite de ese hombre, su marido, lo que le pasa por la mente es un día que estuvo a punto de ser ametrallado en una favela. Esas imágenes nunca le abandonan.
Todos ellos, con sus intereses contrapuestos en ese lugar, a esa hora, terminan enfrentados. Con el desenlace final, Quintanilha desdramatiza todo lo ocurrido para dejar paso a la reflexión del lector. Aunque sea un lugar común, trillado cada vez que nos llega ficción brasileña, sobre todo en cine, no deja de tener su importancia: la vida de buena parte de la población de ese país no vale prácticamente nada.
No obstante, el anterior comic publicado en España de Quintanilha estaba cortado por un patrón bien distinto. En Talco de vidrio la protagonista era de clase alta y sufría los problemas de quien ha sido sobreprotegido toda su vida. Era una misma lectura de clase de la sociedad brasileña, pero con un enfoque original y fuera de tópicos.
Una vez más, un desenlace aleccionador eclipsaba toda la profundidad narrativa y psicológica que se había exhibido hasta el momento, pero el conjunto era una de las mejores obras en clave realista que se han publicado en los últimos años por estos lares.
La protagonista tenía una vida perfecta. Un curro ideal, un marido estupendo y unos hijos felices. Pero algo había dentro de ella que la carcomía por dentro. Una sensación de infelicidad constante. Y todo era provocado por lo mismo: porque su prima, más pobre, más desdichada, que había huido de un padre alcohólico para caer en brazos de un marido maltratador, era más guapa y feliz sin nada que ella.
A partir de esa situación de ansiedad, la protagonista trataba torpemente de reformular toda su vida. De resolver todos los conflictos con uno mismo empezando desde la raíz, pero cuando ha sido toda tu vida la que ha transcurrido en la irrealidad de la comodidad y los falsos sentimientos del arquetipo, no es tarea fácil.
Muchos detalles retrataban en estas viñetas a la condición humana tal y como la conocemos, pues la vida de esta mujer en Brasil podría ser inalcanzable para muchos, pero hasta hace muy poco ha sido a lo que aspiraba la mayoría en España.
Hay momentos donde se subraya que la voz con la que se expresa en una conversación ya no es la suya, justo cuando acaba de recibir una noticia de que a su prima le va bien en algo. Es un denominador común tanto en este comic como en Tungsteno, el odio que se profesan entre sí los supuestamente seres queridos. En el thriller que acaba de reeditar La Cúpula era la mujer del policía la que se esforzaba duramente por que pareciera que no le importaba delante de un amiga que su marido no le cogiera el teléfono. Una labor titánica: que bajo ningún concepto una amiga viera que estaba triste, que no le iba bien.
En el grupo humano de clase acomodada de la anterior era exactamente lo mismo. Hecha la diferencia, por mínima que sea, en este caso era por una bella sonrisa, lo que albergaban los personajes eran odios viscerales y deseos de venganza. Todo, por supuesto, entre brindis y risas.
No hace falta irse muy lejos para encontrarse los estragos que causan los complejos y la envidia en relaciones aparentemente cordiales. Los comentarios sibilinos, los dimes y diretes y las sonrisas de cartón. Quintanilha lo capta a la perfección y lo lleva a sus viñetas como los maestros. Los envoltorios en plan thriller emocionante repleto de acción no deben impedirnos ver el bosque: las obras de este hombre tratan sobre la más íntima miseria humana.