EN SALA RUSSAFA EL 9 Y 10 DE ABRIL

Unir filosofía y danza a través de la pensadora María Zambrano

'María Zambrano, la palabra danzante' reivindica dar voz a "la filósofa más importante de la España del siglo XX", que quedó olvidada por el Franquismo

9/04/2021 - 

VALÈNCIA. María Zambrano (1904-1991) estructuraba su método de pensamiento en dos actitudes. Por un lado la filosófica, que se explicaba cuando un ser humano se pregunta algo desde la total ignorancia. Y por otro la poética, que surgía con la tranquilidad a la que uno llega al darle sentido a algo, al arrojar un poco de luz a la oscuridad.

Esta pensadora estuvo relegada al olvido que impuso el franquismo. Durante la II República fue consejera del Gobierno en València, y su activismo político se fundió siempre con una amplia faceta literaria, así como con su trabajo como docente universitaria. Formó parte de las Misiones Pedagógicas y destacó desde muy pronto entre la Generación del 27. Al terminar la Guerra Civil, tuvo que exiliarse para no vivir bajo el yugo franquista.

“A muchos nos suena, pero pocos saben quién es realmente María Zambrano”, explica la dramaturga Cristina D. Silveira, que junto a Karlik Danza Teatro ha creado una pieza homenaje a la filósofa con motivo del 30º aniversario de su fallecimiento. María Zambrano, la palabra danzante se podrá ver en Sala Russafa los días 9 y 10 de abril dentro del 10º Ciclo de Compañías Nacionales.

Filosofía y danza unidas de la mano

Silveira se pasó cinco meses investigando a la filósofa para confeccionar su obra. Su trabajo fue amplísimo, tanto que incluso cuando Zambrano regresó a España con más de ochenta años a las espaldas seguía publicando ensayos de profunda lucidez. La filósofa defendía el papel de la poesía y la metáfora en la filosofía, algo sumamente innovador en la época, e incluso hoy en día. La dramaturga apunta que “esa forma serpenteante de expresarse en su filosofía les ha dado mucho juego a la hora de trasladar su pensamiento a las coreografías”.

Según ella, desde un primer momento se centraron en distintas obras de la filósofa que adaptaron a las partes de la obra: “Etapas personales y momentos de su pensamiento a través de su padre, su hermana y su madre. No queríamos generar una obra filosófica en escena, sino dar a conocer su figura a aquellos que no han tenido acceso a ella. Reivindicamos que hemos sido educados en una serie de autores y filósofos que han dejado atrás a las mujeres como ella”. También explica que, dentro de toda su filosofía, un concepto clave es “cómo la pequeña luz surge de la oscuridad” y que “las alegrías no podrían entenderse sin esas tristezas”. A través de la escenografía, el vestuario, el trabajo audiovisual y las coreografías dejan entrever todo eso.

La propuesta escénica rinde este homenaje a Zambrano como mujer e intelectual en una época muy difícil para ambas condiciones. Comenta que se sentía “una atrevida por el solo hecho de plantear un espectáculo en el que retratar a la filósofa más importante de la España del siglo XX”. No obstante, también indica que conforme iba avanzando “encontraba claves que la llevaban a relacionar su aportación con la danza” y que “la invitaban a seguir”. En todo esto, han tenido un papel fundamental las protagonistas de la obra: Lara Martorán (que da vida a la filósofa) y Elena Rochas (que interpreta a una figura fundamental en su vida, su hermana Araceli).


María Zambrano, la palabra danzante ya fue estrenada hace cinco años, con otras actrices, en el 25º aniversario de su muerte. Silveira explica que renovar el elenco cinco años después ha sido muy interesante, puesto que ha ido viendo “cómo la esencia de María se transformaba”. En ese sentido, la dramaturga subraya que el espectáculo “no es un medio para que el bailarín se transforme en escena, sino que es un hecho transformador en sí mismo. Al elenco, formado por intérpretes jóvenes, le apasiona la figura de María. Se ven reflejados. María tenía la capacidad de conocer a fondo al género humano”.  

Un claroscuro vital

María Zambrano, la palabra danzante traza un recorrido a través de la vida de la pensadora. La obra pasa por su colaboración en las Misiones Pedagógicas (un proyecto en el que intelectuales y pensadores de la II República acercaron su conocimiento al mundo rural), por la Guerra Civil y por su exilio a Latinoamérica. A lo largo de ese recorrido la obra incluye variedad de contenidos audiovisuales entre los que destacan fragmentos de la voz en off real de la propia María Zambrano extraída de grabaciones antiguas. También presenta proyecciones cartográficas y fragmentos de algunas de sus cartas y libros.

Todo esto se combina con una puesta en escena en la que “la tonalidad bicolor y los claroscuros de la iluminación representan las constantes oposiciones que caracterizaron a la filósofa”, según detalla un comunicado. Concretamente, se refiere a los conceptos contrarios patentes en sus reflexiones filosóficas y también a esas idas y venidas por las que la vida llevó a la filósofa entre las alegrías y penurias del exilio en países como México, Cuba, Puerto Rico, Chile, Francia, Italia o Austria.


Pese a las vicisitudes de su vida, Silveira explica que María Zambrano siempre tuvo una voz de esperanza: “Por ese motivo, la obra no la presenta ni desde el victimismo ni desde el pesimismo. En lugar de eso, la filósofa es un grito a la libertad. La gran esperanza es que su saber permanece, pese haber sido relegada a un segundo plano como mujer”.

María Zambrano

La trayectoria de María Zambrano estuvo plagada de logros y éxitos intelectuales, además de estrechamente vinculada a lo social. Fue integrante de 'Las Sin Sombrero', un grupo de mujeres artistas nacidas entre 1898 y 1914 que levantaron la voz en tertulias intelectuales mayoritariamente masculinas, entre las que destacaron, además de Zambrano, Rosa Chacel o Maruja Mallo. La trayectoria de Zambrano llevo a que fuese reconocida y admirada por figuras como Picasso, Sartre o Carpentier, entre otros.

Fue la primera mujer de la historia de España en recibir el Premio Cervantes en 1988, y también fue galardonada con el Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1981. La obra se adentra en algunos de los episodios de su vida personal, “comenzando por la esperanza que supuso para ella el resurgir de la república y las Misiones Pedagógicas en un pueblo de Extremadura. Luego nos centramos en el exilio y lo que supuso a su pensamiento. Es muy importante dejar latir esta etapa por las personas que siguen exiliándose por las guerras”, resalta la dramaturga. De ahí, la obra viaja a la última etapa de su vida, junto a su hermana Araceli. “Un periodo en el que María buscó la esencia de la palabra, el centro de esa pequeña luz en la oscuridad”, concluye.

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