BARCELONA. La revista El Jueves tuvo su valor, en lo que a mí respecta, para salir de Mortadelo y de los superhéroes, que si bien ahora son un género respetado que se estudia en las facultades, yo recuerdo de forma nítida y cristalina que pasados los once años seguir con Marvel era un poco ridículo. Gracias a El Jueves me lancé a coleccionar los integrales de Ivá, lo que me llevó a las tiendas de cómics especializadas y ahí el TMEO y El Víbora hicieron acto de presencia marcando mis gustos para siempre. El Jueves, en el lance, también pasó a parecerme naif como los superhéroes y, paradójicamente, una publicación encorsetada en la actualidad. No obstante, de la última etapa en la que lo compré, ya de uvas a peras, recuerdo apreciar el Para ti que eres joven de Albert Monteys.
Su trabajo posterior al frente del propio semanario satírico y de su escisión, Orgullo y satisfacción, es bien conocido. Aunque en numerosas ocasiones ha declarado en entrevistas que sumergirse en la dinámica del humor basado en la actualidad le impidió desarrollar una carrera como autor en otro tipo de formatos. En su día empezó como "promesa indie", pero se introdujo en las galeras de las que venían los viejos historietistas de la Transición.
Le ha dado tiempo a firmar obras más rompedoras como la que publicó en Glenat junto a Hernán Migoya un capítulo de las nuevas Hazañas Bélicas adaptado a la Historia española, el tema que no se tocaba durante el franquismo. Sin embargo, con lo que toda la crítica se ha volcado es con su universo, lanzado originalmente en formato digital a través de Panel Syndicate, que en 2017 fue nominada a un Premio Eisner. Ahora Astiberri ha reunido estas historietas en un solo volumen en papel, doscientas páginas en color más un capítulo de bocetos y notas del autor.
Ciencia ficción pura
En una entrevista de 1999 en Kaleidoscope Sketchbook, Monteys ya contó que los primeros cómics que dibujaba cuando era niño, solo con cinco años, iban por este camino. Trataban sobre una pera extraterrestre que llegaba a la Tierra. "Era como una remezcla de los tebeos de Bruguera que leía en esa época, salían marcianos y tenían un humor muy pedestre", recordaba.
Poco después llegaría Calavera Lunar a raíz de un argamboy astronauta que le regalaron cuando tenía 12 años, la influencia también de El fantasma del espacio, de Hanna-Barbera y de los cómics dibujados por Moebius.
La base para adentrarse en el formato de ciencia ficción siempre ha estado ahí y el hecho de que en ¡Universo! se haga a través del humor no desluce, más bien al contrario, la explotación del género.
Hipótesis
Las historietas parten todas ellas de hipótesis que, pese a ser una obra que aspira a divertir, tienen un fundamento interesante. Por ejemplo, el argumento de una de ellas surge de la idea de enviar al empleado de una multinacional al Big Bang. Un viaje en el tiempo de la mayor envergadura posible, pero su objetivo es muy prosaico, consiste en que en todas las partículas de materia del universo aparezca el logotipo de la empresa. Se va a grabarlo.
En otra tenemos a una mujer que vive varios minutos adelantada en el tiempo. Puede ver lo que sucederá, como una vidente, pero solo por ese corto espacio de tiempo. Es un ejercicio de estilo divertido. Un juego.
Las hipótesis más interesantes son las que tienen que ver con la Inteligencia Artificial, un campo en el que todo lo que se anticipe con la imaginación por delante tiene muchas posibilidades de ser superado por la realidad como en la máxima pirandelliana. Es la historieta más bonita, con los paisajes más atractivos; escenarios que son simples centros comerciales, pero que por eso mismo, por ser cotidianos, son tan estimulantes. El hilo conductor es la violencia doméstica y el amor romántico, en su peor faceta, que es el que la desencadena, aunque aquí las parejas son robots. Una pareja humana es tratada como algo extravagante en un futuro hipotético en el que todo el mundo se compra un robot como compañero sentimental.
Parodias
También hay cierto toque paródico, como en un capítulo que se asemeja al argumento de Alien, el octavo pasajero, aunque en este caso el papel del personaje Kane, el que interpretaba el actor John Hurt y mete al bicho en la nave llevándolo en el interior, corre a cargo de un tripulante de la nave que es un antropólogo cuya obsesión es ponerle el nombre a los extraterrestres o al planeta donde se los encuentran en una batalla de egos que tiene con su robot, aficionado a la poesía.
La comparación más plausible que se puede hacer con ¡Universo! es sin duda Futurama donde cada objeto de atrezzo, cada detalle de la trama o los propios escenarios, contaban ya cada uno de ellos una historia por su cuenta. Algo que el propio Monteys ha reivindicado del género, que le permite un metalenguaje más allá del propio argumento cómico en el que se desarrolla el protagonista. No obstante, las referencias más citadas son Twilight Zone o Black Mirror, series de televisión, cuando lo que tenemos son historietas a lo Galaxia Ilustrada, la publicación de Vértice en los 60. Ciencia ficción como herramienta para el humor, la reflexión y la crítica.