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Un laboratorio tecnológico en plena montaña: cuando la innovación nace lejos de la ciudad

18/11/2021 - 

CASTELLÓ. Allá va un secreto a voces: en los pueblos de montaña no solo se siembra patatas. No es todo agricultura ni deporte de escalada. En el mundo rural pasan cosas. Muchas más de las que nos podemos imaginar. Más de las que rondan por nuestras cabezas. Aunque parezca que no, los pueblos pueden apañárselas sin las grandes ciudades o al menos en esas en andan. Vistabella, un pueblo de Castellón con apenas trescientos habitantes, tiene escondido en su interior un laboratorio donde hacer posible casi cualquier creación tecnológica. PenyaLab, compuesto por Anna Agustí, Elena Brau y Quico Viciano, tiene la "culpa" de que así sea. 

Desde hace cuatro años, trabajan de manera totalmente desinteresada en una asociación sin ánimo de lucro que pone a disposición de este pequeño municipio un espacio abierto donde las personas pueden usar y crear tecnología. "Cualquiera puede aprender a pensar como un tecnólogo, como un diseñador, como un programador o como un innovador", explican sus impulsores. En efecto, el proyecto de creación no tiene límite de edad, tanto los más jóvenes hasta los más mayores pueden ponerse manos a la obra, ni tampoco cierran las puertas a ninguna idea. 

Desde que lleva abierto, el espacio ha servido para hacer realidad la cesta que un señor imaginaba para recoger sus setas, se ha creado el prototipo de una app para coordinar las labores de ganadería y se ha empezado a trabajar en una máquina para elegir legumbres. También es posible desarrollar distintos tipos de fabricación digital, electrónica, creación de robots desde cero, videojuegos o programación web. Lo más gratificante, explican sus organizadores, es que la mayoría de ideas surgen de una necesidad. "Queremos enseñar a los niños que en este entorno rural son también capaces de emprender y dar forma a sus inquietudes. Pueden ser tan independientes y autosuficientes como en cualquier otra parte", explica Viciano. "Es una forma de luchar contra la brecha digital pero también contra la despoblación que sufrimos. Se trata de que los más jóvenes entiendan que si tienes una idea, la puedes desarrollar allá donde estés. Dándoles está formación en tecnología, ayudamos a crear profesionales para el futuro", añade Agustí, que destaca la visibilidad que solo así se puede conseguir del mundo rural.  

 

Las otras brechas: la edad y ser mujer

Pero la ambición de PenyaLab va incluso más allá. No solo se trata de brindar un futuro a los más jóvenes, también quiere servir de oportunidad para los más mayores y, en especial, para aquellas mujeres que nunca tuvieron la oportunidad de estudiar o dar rienda suelta a su creatividad. Las líneas de trabajo se dividen de esta manera, en talleres de robótica o diseño 3D para los más pequeños, como si se tratase de una actividad extraescolar más, e igualmente se trabaja con las inquietudes que estos tengan. Por otro lado, se organizan talleres para adultos de digitalización y alfabetización, y también se ofrecen sesiones más avanzadas para aquellos que tienen ideas o proyectos en mente para explorar. A partir de aquí, la organización busca asesoramiento y los recursos técnicos necesarios para hacer realidad cada proyecto. 

"Durante este tiempo, nuestros integrantes han aprendido nociones de diseño, también a imprimir en 3D, a grabar sonidos e introducirlos en una tarjeta o hasta a soldar. Cualquier proyecto es excusa para aprender", reitera Agustí. Pero sobre todo, con su puesta en marcha, se ha conseguido ayudar a muchas personas mayores en el uso de la tecnología. "Muchos piensan que son analfabetos por no saber usarlas y por eso, el haberlo conseguido les ha empoderado. En la 'Hora de suport' se les ha enseñado a hacer cosas tan sencillas como cambiarse la foto de perfil de WhatsApp, pero también a utilizar la banca electrónica o Pinterest. 

La horizontalidad que se existe entre quienes enseñan y quienes quieren aprenden se vuelve crucial para garantizar la continuidad de la asociación por mucho tiempo más. También, la generosidad de Agustí, Brau y Viciano, quienes tiran del proyecto sin ningún tipo de compensación ni ayuda económica. Excepto las actividades destinadas a niños, el resto corre por cuenta propia. "Una empresa no podría ofrecer estos servicios en un municipio como Vistabella, porque durante todo el año somos muy poca gente. No les saldría a cuenta. En cambio a nosotras no nos preocupa si en un taller hay únicamente cuatro personas, porque en proporción a los habitantes totales, ya son muchas personas. De hecho, el cien por cien de los niños vienen a PenyaLab". 

Aun así, es evidente que el proyecto necesita ayuda para poder continuar. La ambición de la organización es generar cada vez más actividades e incluso ampliar el ratio de acción a otros pequeños municipios de alrededor. Aunque no es tarea fácil, creen firmemente sus creadoras en que no hay impedimentos para poder conseguirlo. De hecho, desde un lugar tan recóndito como puede ser un pueblo del interior de Castellón, Vistabella ha logrado ser seleccionado en la tercera edición de Rural Experience, una iniciativa en colaboración entre el Ministerio de Cultura y Deporte y Medialab Prado que escoge seis proyectos a nivel iberoamericano para prototiparlos. Exactamente, uno de los que se escogió en su última edición fue el Espai Jove 3.0, de PenyaLab. También, el mes pasado se produjo en Donosti un encuentro organizado por el Ministerio de Cultura, en el que se compartieron 25 proyectos del todo el país, que destacaban por su capacidad de abordar los retos de la cultura en el contexto de la postpandemia. También aquí fue PenyaLab seleccionado. Los pueblos de montaña por sembrar, están "sembrando" cada vez más oportunidades. "¿Por qué desarrollarlo en el mundo rural? Porque vivimos aquí y aquí queremos estar".

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