Cualquier aficionado a las películas sobre crimen organizado sabe que el talón de Aquiles de una estructura mafiosa reside en su contable. Cuando esta figura clave de la organización rompe con la sacrosanta regla de la omertà, todo el castillo de naipes se derrumba inexorablemente. A la cabeza nos viene el magnífico film de Brian de Palma, Los Intocables de Elliot Ness (1987), en el que los investigadores centran sus esfuerzos en capturar y proteger al contable de la banda para que “cante”. Saben que él es la llave que abre todas las puertas.
Sin ánimo de hacer analogías que puedan resultar odiosas, el Partido Popular lleva años instalado en el terror permanente ante las sucesivas revelaciones hechas por su contable a modo de fascículos.
De confirmarse las investigaciones que se están llevando a cabo relativas a la Operación Kitchen, el Partido Popular no habría escatimado esfuerzos para destruir las pruebas en manos de su extesorero. Para ello, habrían utilizado medios del Ministerio del Interior con la aquiescencia del propio ministro, según el testimonio de su número dos. Esto supondría la utilización de una trama institucionalizada, haciéndose valer de recursos materiales y humanos públicos, montada con el único fin de proteger la corrupción de un partido político. Sin duda, uno de los hechos más graves que socavan los cimientos de una sociedad democrática. Imagínese el lector el absoluto pánico que se debe haber vivido en la sede conservadora para, presuntamente, haber utilizado estos medios de destrucción masiva de pruebas.
La semana pasada, la cúpula con razón social en Génova 13, se desayunó con el último episodio. Un capítulo que promete ser definitivo. Bárcenas amenazaba con tirar de la manta. Apuntaba alto, al propio Mariano Rajoy, y lo que es más relevante a efectos políticos, disparaba directamente contra la actual cúpula del Partido Popular. Según la versión del extesorero, la dirección liderada por Pablo Casado tendría conocimiento de las reuniones mantenidas entre el abogado del partido y el entorno de Bárcenas con el objetivo de alcanzar un acuerdo que asegurara el silencio de Bárcenas a cambio de beneficios procesales para su mujer, fundamentalmente librarla de la cárcel.
Siguiendo el manual de crisis, en un primer momento Pablo Casado negó tajantemente la existencia de este tipo de reuniones, pero la versión ha ido cambiando. De ese “no me consta” inicial, se ha ido evolucionando a que sí hubo reuniones (ni una ni dos, doce) entre personas del entorno de Bárcenas y el letrado del Partido Popular, como han reconocido ambas partes. Unas reuniones que habrían sido facilitadas por Enrique López, magistrado que fue apartado de juzgar los casos PP y Bárcenas por su estrecha relación con el partido conservador. Actualmente es consejero de Justicia de Díaz Ayuso y portavoz oficioso de la presidenta madrileña. Un peso pesado del PP actual.
Dejando al margen la figura de Enrique López, es llamativo que el letrado del PP alegue que sí, que las reuniones se han producido, pero que no ha informado del contenido de las mismas a su cliente, la dirección del Partido Popular. Una versión que no se sostiene y que, probablemente, anticipe una nueva versión que reconozca que sí que se informó a la cúpula popular. Al tiempo.
A todas estas, la hemeroteca cae como una losa sobre Pablo Casado, quien ha pretendido separarse de la etapa anterior. Obvia que fue vicesecretario de comunicación con Mariano Rajoy y portavoz en su ejecutiva. Obvia que fue jefe de gabinete con José María Aznar. Obvia que fue persona de confianza de Esperanza Aguirre. Casado obvia demasiadas cosas que la opinión pública no olvida.
Los problemas se le acumulan al dirigente popular puesto que, de confirmarse la aquiescencia de la dirección con las reuniones entre el entorno de Bárcenas y el abogado del PP, Casado ya no podría hablar de pasado o de “ese señor del que usted me habla”. El caso Bárcenas, lejos de erradicarse, habría provocado una metástasis en la actual cúpula popular, implicándolo a él y situando al dirigente de Ávila en una situación más que comprometida. A ello se le suman los malos resultados en Cataluña.
En la película “Uno de los nuestros” (1990) Jim Conway (interpretado por un Robert de Niro en estado de gracia) alecciona a su pupilo en los siguientes términos:
“- Has aprendido dos cosas muy importantes.
- ¿Cuáles?
- Pues, no traicionar a un amigo, y no irse nunca de la lengua.”
Bárcenas, afortunadamente, olvidó esa lección y su caída puede precipitar la de Casado y quién sabe si la del Partido Popular. El resto nos mantenemos expectantes ante el desenlace del ¿último episodio?